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Emilio no supo exactamente el por qué de su reaccionar.

Quizás había sido el sobre pensar aquel toque de sus labios de hace semanas, pues se encontró a si mismo reflexionando acerca de eso, y el por qué le había dicho a Joaquín que era un asco.

En su lucha interna había encontrado que en realidad no había mucha diferencia a los labios de una omega, simplemente eran eso, labios.

Pero al tener los labios de Joaquin tan cerca sumándole aquel comentario que hizo sobre besarlo, todo ese conjunto lo hizo perder la cordura.

Estampó sus labios, queriendo callarlo. Y se dio cuenta de cuan equivocado estaba.

Los labios de Joaquin no eran como los de un omega, en lo absoluto. Los labios de Joaquin eran acolchonados, únicos. Podía jurar que nunca había besado unos que se sintieran igual.

El beso fue brusco, como si ambos se estuvieran desquitando, y a pesar de haber aflojado el amarre en las muñecas de Joaquin, Emilio se sorprendió de que este no puso resistencia alguna, mucho menos lo empujó.

Estaban afuera de la casa de Joaquin, en un barrio exclusivo de la zona.

Las casas estaban separadas una de la otra a una buena distancia.

Así que no habían preocupaciones de ser vistos.

Emilio por instinto llevó su mano a la cintura del rubio, quien se estremeció al sentir el toque, pero no lo apartó.

Sus labios se movían sobre los otros entre abiertos, sus lenguas se asomaban con timidez.

Ambos se fueron relajando al pasar los segundos, ninguno se atrevía a separarse a pesar de comenzar a necesitar tomar aire o pasar saliva.

La mano libre de Joaquin sujetaba el brazo que sostenía su cintura, no queriendo dejarlo ir.

Pero finalmente Emilio se separó dando una bocanada gigante de aire.

Se miraron fijamente, pudo ver el leve rubor en las mejillas del rubio, quien era fácil de sonrojarse debido a su blanca piel.

Sus pechos subían y bajaban, regulando su respiración. Sus manos seguían donde mismo.

Ambos buscaban una reacción del otro, pero ninguno se atrevía a si quiera apartar sus ojos.

Finalmente, Joaquin rompió el silencio.

—No entiendo por qué hiciste eso, pero no me voy a dejar intimidad por alguien como tú.—Habló tratando de lucir indiferente.

Emilio rió amargamente.—¿Es enserio? No actúes como sino estuviera cumpliendo tu retorcida fantasía, Gress.

Joaquin quiso encogerse ahí mismo, pero en cambió lo encaró, apretando su agarre aún más.

—¿Retorcida fantasía? ¿A caso esa es tu manera de demostrar autoridad?.— Se obligó a ponerse de puntitas, queriendo estar demasiado cerca para decir sus siguientes palabras:— Si es así deberías hacerlo más seguido.

Emilio hizo que su agarre doliera en la piel del alfa rubio, parecía querer desquitar su sentir por medio de este.

Joaquin estaba convenciéndose a si mismo que sus palabras tenían el único propósito de molestar más al alfa, no es que él realmente lo deseara o algo por el estilo. Por otro lado, el rubio no era de acero, sentía arder su cintura y su muñeca, y queriendo jugar un poquito más con la mente del alfa se hizo hacia adelante para besarlo nuevamente con el objetivo de que lo soltara.

Y lo logró, Emilio se relajó, pero después lo alejó poniendo sus manos sobre los hombros de el rubio.

—No hagas eso. Alguien puede vernos.

Joaquin lo miró, componiendo una sonrisa coqueta que sacaba a la luz su personalidad.

—¿Y si nadie nos pudiera mirar?

Ignorando la inquietante sensación en su pecho de querer buscarle un porqué a la situación, quiso seguir provocando al peli negro.

Solo que ahora no estaba seguro cual era el propósito de dicha provocación.

El aire se había comenzado a sentir más pesado, y el ambiente entre ellos dos parecía caluroso.

Emilio quiso culpar a su instinto de ser una persona receptiva a las insinuaciones, sobre todo cuando se sentía tan acalorado.

Pero él sabía perfectamente que había manejado cosas similares.

Empujando lejos cualquier pensamiento, se preparó para sonar lo suficientemente firme en sus siguientes palabras.

—Vamos adentro ahora mismo, Joaquin.— Su voz ordenaba.

Joaquin no supo por qué, pero inmediatamente abrió el portón de la casa y lo arrastró hacia adentro.

Emilio había sentido a su alfa removerse encantado porque otro alfa estaba acatando sus ordenes sin chistar, quiso pensar que era la simple sensación de poder.

Una vez estuvieron adentro, el rubio se apresuró en guiarlos al sofá, donde ambos atacaron los labios contrarios sobre la suave superficie.

Una de las piernas de Joaquin estaba sobre el regazo de Emilio.

Las manos del alfa peli negro se encontraban en su cintura y en su cuello, mientras que las de Joaquin estaban en el hombro de este y la otra sujetaba la nuca del otro.

Ahora si era evidente que la temperatura había subido.

Quisieron culpar al morbo de la situación: dos hombres alfas besándose en una sala a oscuras.

Ambos sintieron sus pantalones apretar incómodamente, pero lo ignoraron, demasiado perdidos en los labios ajenos.

Sus feromonas los delataron, podían oler la excitación del otro, demasiado cerca.

A este punto del beso sus lenguas se estaban frotando entre sí, y algo en lo que ambos sin duda estarían de acuerdo era en que jamás habían compartido un beso igual de sucio con alguien más.

Emilio se inclinó más hacia Joaquin para dejarlo recargado en el sofá, mientras se separaron un par de segundos para verse a los ojos y seguir probando sus belfos.

Fue ahí, que con Emilio encima, Joaquin sintió su dureza contra la propia, por encima del pantalón.

Podía jurar que incluso ambos estaban goteando.

El alfa rubio decidió acercar su mano a la bragueta del costoso pantalón del peli negro, y esa acción pareció encender todas las alarmas en la cabeza de Emilio, quien inmediatamente se puso de pie.

—¿Qué sucede?— Joaquin estaba completamente confundido.

Emilio pudo apreciar lo sonrojado que estaba.

—Debo irme.— Fue lo único que dijo antes de salir casi corriendo de ahí.

Cuando la puerta se cerró Joaquin maldijo por dejarse llevar.

¿Qué demonios le pasó por la cabeza para besarse con un alfa? Peor aún, ese alfa era Emilio Osorio.

Ahora estaba duro y con un lío mental, uno muy grande. Y definitivamente el sentir el aroma de Emilio en su ropa, más su sabor en su boca no ayudaba en lo absoluto.

Mientras tanto, Emilio conducía a su casa totalmente desconcertado.

Aún podía sentir la lengua de Joaquín tallando la propia. Podía sentir su sabor. Incluso podía sentir su aroma impregnado.

Se sentía totalmente confundido por el hecho de que no le había causado repulsión tener la lengua de Joaquin casi en su garganta, por el contrario, lo había excitado de una manera increíble.

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Alfa Dominio/OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora