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—Vamos.— Dijo Emilio una vez llegaron a su casa.

Joaquín se sorprendió de lo cerca que vivían, así como lo elegante que era esta, demasiado agradable a la vista.

Salieron del coche, y Joaquín no podía pensar en nada más que liberar la incomodidad en sus pantalones.

Durante todo el trayecto Emilio había puesto su mano sobre el muslo del rubio, dando apretones de vez en cuando.

Joaquín había estado pensando acerca de lo que estaba haciendo, pues había evitado al chico y odiaba como siempre terminaba junto a él. En realidad, no odiaba a el alfa, sino, a su escasa fuerza de voluntad.

El rubio se había dicho a si mismo que lo olvidaría y buscaría a alguien más, pero justo ayer pudo darse cuenta que a pesar de haber sido demasiado bueno el sexo con Taemin y Alejandro, no se comparaba en absoluto a la actitud que Emilio empleaba sobre él.

Había estado jodidamente duro solamente por una marca de olor, y por ver el bulto en la entrepierna del peli negro. Solo eso había bastado.

Se sentía patético.

Pero no podía seguir pensando mucho debido a la boca demandante de Emilio sobre la suya, lo había puesto contra la pared apenas entraron a la casa, cómo si fueran tantas las ansías que no podían esperar un segundo más.

Joaquín gimió cuando Emilio succionó su lengua y después siguió a morderle los labios con tanta intensidad.

La mano del peli negro estaba acariciando si cuello con fuerza, y la otra se había metido debajo de su camisa mientras acariciaba la piel de su cintura.

Sus erecciones estaban una contra la otra, sin espacio alguno.

Joaquín llevó sus manos al cuello del alfa, queriendo acariciarlo y pegarlo más hacia si.

Ambos jadearon cuando sintieron el sabor metálico de la sangre de Emilio, pues el labio había comenzado a gotear.

Entonces Emilio puso poca distancia entre sus rostros, pero las manos nose movieron.

—¿Estás bien? ¿Fue mucho?

El corazón de Joaquín había comenzado a latir desenfrenadamente ante la mirada de preocupación que le dio Emilio. La mano que antes estaba en sus hebras rubias ahora acariciaban el belfo.

—Está bien...— Murmuró con su voz algo ronca.— Me gusta que muerdan mis labios.— Confesó.

Emilio le sonrió antes de besarlo, esta vez solo eran sus lenguas, no había dientes.

Joaquín estaba meneando sus caderas para conseguir un poco de alivio en su erección, Emilio había gemido ante la repentina sensación.

—Ah, Joaquín. Me vuelves loco.— Le dijo a escasos centímetros de su boca.

El rubio esta vez llevó sus labios al cuello de Emilio, y su nariz también se hundió justo en la glándula de olor. Olía demasiado a café, era tan abrumador como encantador, y cuando menos se dio cuenta ya estaba dejando su olor en él.

—¿Entonces tú olerás a mi y yo a ti?— Le preguntó.

Joaquín ronroneó en respuesta, muy ocupado en su labor, y después su boca subió por todo el cuello, besando el mentón y finalmente nuevamente encontrándose con los labios del peli negro.

—Estás muy duro.— Habló Joaquín, entre besos.

—Es por ti. ¿Eso te gusta?.— Dijo sugerente.

—Me gusta mucho.

—¿Quieres que te folle? No lo haré si no me lo pides. Estoy jodidamente enojado de que alguien más te haya follado.

Alfa Dominio/OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora