Capítulo 4: No se como te soporto.

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Me desperté con el olor a gofres inundando mi nariz, supe enseguida lo que me tocaba cuando me levantara de la cama.

En un intento de desperezar me, sentí un tirón fuerte en mis brazos, subí las mangas para revisar y me encontré con notables moretones en cada uno de ellos, conforme baje la vista observe las heridas con unas costras recientes y otros moretones en ambas muñecas.

Me sentí triste al recordar los sucesos de anoche, eso solo provocaba que el miedo creciera en mí, ese sentimiento de que un día no se controlara lo suficiente o que a lo mejor podría ser peor que la anterior vez.

Lo que yo llamaba "hogar" había dejado de serlo hace mucho.
Abrí los ojos encontrándome el techo blanco algo manchado, luego escaneé el resto de mi habitación buscando algún tipo de desorden que no encontré, la mochila seguía intacta sobre la silla, la mesa negra con un par de materiales encima, el armario de madera aún cerrado.

Me levanté con pesadez de mi cama caminando en dirección al baño, después de lavarme la cara me detuve a observarme en el espejo.

Unos ojos avellanas se reflejaban en él, cubiertos por unas notables ojeras oscuras, me fui encontrando unas pecas cubriendo una fina nariz y a su vez las mejillas, bajando la vista observe los labios heridos y resecos, luego pude ver el delgado cuello con unas manchas moradas en ambos extremos que adornaban la piel pálida, a sus lados el pelo liso, azabache que sobrepasaba los hombros.

Intente cubrir los hematomas con el pelo. El resto de mi cuerpo eran huesos bastantes acentuados, no tenía un cuerpo sano ni bonito, a cualquiera le daría vergüenza mostrarse así.

Seguí observando la tez blanca llena de cicatrices, o marcas de anteriores incidentes. Volví a mirar cualquier otra cosa que no fuera mi reflejo, me daba asco a mi misma, detestaba esas marcas en mi cuerpo, no me gustaban las ojeras que nunca desaparecen,odiaba la forma de mi cuerpo, me odiaba a mi y saber como el resto me veía: así de patética. Echa un desastre decidí ir a enfrentar el problema.

Mi padre estaba sacando un gofre de la gofrera cuando entré en la cocina, se percató de que me encontraba allí y se devolvió con una sonrisa entre labios.

- Buenos días, tesoro. ¿Cómo dormiste? - Mi mandíbula se tensó por inercia. Odiaba que actuará como si nada a la mañana siguiente.

Busqué alguna señal de desorden provocada por la noche anterior, pero estaba todo perfectamente recogido y limpiado.

- Bien.

- Bueno, eso está genial... mira te hice tu desayuno favorito. - Dijo enseñándome los gofres con chocolate.

- Gracias. - Me limité a decir mientras cogía asiento en la mesa.

Él se acercó despacio como si tuviera miedo de espantarme y se arrodilló quedando a mi altura.

- Siento lo de ayer, no recuerdo casi nada solo que estaba bebido, mis intenciones nunca fueron lastimarte, tesoro. - Claro tus intenciones no eran solo lastimarme, sino violarme de paso. Soltó un suspiro antes de seguir. - Espero que me perdones.

Me tenía más que memorizada esta disculpa, tanto que podría hasta escribir con los ojos cerrados. Tanto que odiaba escuchar sus palabras vacías, solo eran para tener su conciencia limpia pensando que con un "perdón" se arregla el daño hecho.

Antes de que te vayasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora