El enorme árbol de Eklipso, era el puente de la energía mágica en Ennor. La historia cuenta que hace milenios, dos elfos enamorados unieron su ser y así nació el gran protector. La hermosa ciudad de Síla se construyó a su alrededor; una urbe pacífica donde todos los viajeros se detenían a rezar al gran árbol. Con torres altas de piedra blanca, callejuelas adoquinadas en un esquema piramidal, y viviendas elaboradas con ornamentos tallados en oro y plata, era la ciudad más rica y magníficamente que había existido jamás.
Dos razas convivían allí; los fuertes Mallen y los mágicos elfos de Noldor. Sin embargo, aunque todavía habían diferencias entre sí, la gran cantidad de matrimonios mestizos borró la línea que los dividía; pues algunos de los primeros resaltaban por ser malthelor (dorados), varones más capaces y dominantes que los demás, y en los Noldor, los donceles eran la pareja perfecta para ellos.
Así sucedía también cada quinientos años, al ser Síla bendecida con el arribo de dos dioses. Sunon e Ithil, llegaban a Ennor desde la inmensidad del cielo, tomando cuerpos físicos. Cuando ésto ocurría, la abundancia y la luz era mucho mayor. Atados por un vínculo indestructible, estaban destinados a enamorarse y amarse hasta el fin de sus vidas mortales, y los habitantes se ocupaban de que así sucediera, para poder preservar el bienestar de la tierra.
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Kushina acariciaba la espalda de su pequeño de tres años, dormido en su regazo aunque el carruaje en el que venían se movía mucho por las piedras del camino. Había pedido a un campesino de las afueras de la ciudad que le hiciera el favor de acercarla, pues llevaba muchos días de viaje desde el pueblo de Faen, muy al Norte de Ennor, y ambos estaban agotados.
No era la primera vez que iba a la gran capital, había nacido allí, fruto de una relación de dos elfos Noldor. Sin embargo, cuando cumplió la mayoría de edad se encontró con un viajero Mallen, un hermoso guerrero del Sol que viajaba en una caravana por toda la tierra, junto a otros. Se dedicaban a cazar y el comercio de pieles. No pudo evitar enamorarse, y fruto de ese amor era su pequeño Naruto; un bebé de hermosos ojos celestes y cabello rubio, amado por sus conocidos por poseer las características del dios que más adoraban, el resplandeciente Sunon.
Pero la felicidad de Kushina no duró, su esposo murió fatídicamente y ya no pudo seguir viajando. Lo único que poseía ahora era a su pequeño, al cual protegería de todo.
Su cuñada, una hermosa Mallen también de cabellos dorados, se había asentado en Síla cuando se casó. Al morir Minato, ella le rogó mediante una carta que viniera a la ciudad y viviera con su familia. Kushina estaba renuente a aceptar, pero también comprendía que Naruto no podía ser alejado de todo. Así que después de mucho tiempo regresó a la capital.
Ese año estaba marcado para la reencarnación de Ithil y Sunon, y a causa de ello la ciudad fué adornada y vibraba en algarabía. A la carreta le costaba mucho avanzar por las calles atestadas de gente, entonces optó por descender y después de tomar sus aljabas y agradecerle al cochero, continuó su camino a pie.
Era una casa de dos niveles, amplia y hermosa como todas las demás. Su cuñada la recibió con un amoroso abrazo y besó a Naruto, quien recién acababa de abrir sus ojitos.
—Se bienvenida, muinthel... (hermana)— dijo la mujer rubia con mirada triste y Kushina asintió en agradecimiento —Estoy muy feliz de tenerte aquí. Te aseguro que estarás más tranquila, además, el pequeño Naruto podrá jugar con Menma, será mejor para su crecimiento.
—Estoy segura que sí. Gracias Mina, confieso que me estaba sintiendo muy sola, allá en las llanuras— admitió y dejó bajar a su hijo, el que de inmediato entró corriendo a la casa a observarlo todo con atención.
Antes de cerrar la puerta, ambas elfas miraron a la copa del gran Eklipso que cubría el cielo sobre sus cabezas, y entraron.
—Vienes en un gran día— aseguró su cuñada —Menma, Menma, cariño...— llamó, y entonces un bebé de dos años e igual de rubio, entró al recibidor corriendo a tropezones. Cayó de bruses sobre el suelo de madera y empezó a llorar.
Naruto soltó una carcajada burlona, siendo corregido por su madre.
—No te rías, ayúdalo— regañó.
Él se agachó junto a Menma y le acarició la cabeza.
—Ya, ya... no duele, ¿ves?— dijo con voz dulce y el niño lo miró con un puchero.
—Es tu primo, Menma, salúdalo— instó Mina.
—¿Quieres jugar?— preguntó Naruto el ver que el más pequeño no decía nada —No volverás a caer, yo voy a cuidarte. Soy un malthelor, como mi papá— sonrió amplio y ambas mujeres se miraron un momento.
—Yo también, ¡feo!— gritó Menma y salió corriendo.
—Naneth! (¡Mamá!)— se quejó Naruto.
—Trata de llevarte bien con tu primo, ¿sí?
—Discúlpalo, Naruto, es muy pequeño aún— pidió su tía, pillizcando su mejilla con cariño —Ven, te daré un bocadillo de nuez que te encantará...
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Las dos elfas pasaron la tarde acomodando una habitación y conversando. Mina le ofreció a su cuñada un trabajo junto a las tejedoras y aceptó sin dudar. No quería ser una carga para la familia y tanto Naruto como ella, necesitaban ropas más decentes si iban a convivir con los ciudadanos de la capital.
Después de una copiosa cena, y ya cuando Ithil iluminó el cielo nocturno, Kushina subió al segundo nivel para buscar a su hijo y acostarlo a dormir. Ambos chicos al fin habían logrado jugar juntos, y ahora estaban rendidos en la habitación de Menma, sobre una alfombra muy cómoda llena de juguetes de madera.
Pensaba que tal vez había tomado la decisión correcta, y entonces sonrió; pero justo antes de tomar a su hijo, éste fué iluminado con un resplandor dorado que atravesó el tejado de la vivienda y cayó justo sobre su cuerpecito. Kushina, al entender lo que ocurría, tembló aterrada, y entonces se sobresaltó al escuchar las grandes campanas del palacio de los dioses.
—No, no a mi hijo...— lloró desesperada.
No pensó, solo reaccionó tomándolo en brazos rápidamente y colocándo a Menma en su lugar, justo antes de que Mina y su esposo entraran a la habitación.
—No lo puedo creer— sollozó su cuñada con una sonrisa de felicidad, mientras Kushina se quedaba inmóvil en una esquina de la estancia —Nuestro hijo es la reencarnación de Sunon...
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RENACER
FanfictionBajo el árbol mágico de Eklipso, la ciudad de Síla era una urbe élfica llena de magia. Bendecida cada quinientos años con la llegada de dos dioses que protegían la tierra de Ennor, unidos por eternidad con un lazo de amor ¿Pero que pasaría si éstos...