10. "Sentimientos compartidos"

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—Yo sigo pensando que te dejaste ganar— bufó Suigetsu, mientras empacaba algunas de sus pertenencias.

Naruto no dijo nada, se quedó cómodamente acostado, con las manos en su nuca y solo llevando sus calzas. Su amigo rodó los ojos y luego se colocó la aljaba en la espalda.

—Espero que descanses— deseó.

—¿Con mi mujer?— preguntó sarcástico —Descanso más en el trabajo,— rió —pero sí la extraño. Vendré dentro de unos días, espero que sigas aquí.

—No lo sé— admitió y le dió una mano antes de que se fuera.

A partir de la pelea con Sunon, por alguna razón le era asignado más trabajo; desde limpiar los establos hasta cosas insignificantes como recoger las hojas secas de los jardines, o barrer el polvo. No le molestaban los quehaceres, sinó el hecho de que ya no podía ni siquiera ver a Ithil sin sentirse dolido, pero aunque estaba planteando irse antes de lo que había planeado, le costaba dar el paso.

Esa mañana volvió a mirar hacia arriba, a Eklipso, recordando la hoja que había atrapado hacía par de días. No se atrevió a hacerle el comentario a nadie, pues por lo que sabía, el gran árbol mágico no dejaba caer ninguna, a pesar de las estaciones. Si alguien lo interpretaba como un mal presagio, sería un problema. Por suerte no había vuelto a suceder, así que siguió su camino hasta el ala Este del palacio.

—Naruto...— llamó Tenten, llevando una escoba grande en la mano y viéndose realmente atareada —¿A dónde vas?

—Iba a darle agua y alimento a los caballos— respondió serio y la vió mirar a una larga escalera que rodeaba parte del tronco de Eklipso, y de la cual no se veía el final por esa causa —¿Ocurre algo?

—Debo limpiar en la cima, pero Sunon me ha solicitado para ordenar su habitación. Ha estado tirando todo al suelo y es un desastre— protestó —Si no voy rápido, se enojará ¿Crees que puedas...?— le extendió la escoba.

—Está bien— sonrió levemente ante la expresión de alivio de la elfa.

—Gracias, te lo recompensaré, lo prometo...— exclamó alejándose, casi corriendo.

El joven suspiró y comenzó a subir la larga escalinata. Arriba del todo había una especie de glorieta muy ornamentada, con el tejado cóncavo; en su interior estaba llena de instrumentos de todo tipo. No necesitó pensar mucho para darse cuenta de que era el lugar donde Ithil solía cantar. Debía de verse hermoso con todas esas flores de lavanda a su alrededor, mientras dejaba salir su voz.

El suelo estaba empolvado, pero solo pudo barrer un poco antes de no resistir la tentación de acercarse a un laúd que estaba apoyado en su soporte. Dejó la escoba a un lado y aprovechando la lejanía y soledad en la que se encontraba, se sentó en un banco y rasgó las cuerdas, descubriéndolo perfectamente afinado.

Fué su madre la que le enseñó a tocar, tratando de amenizar sus días en lo apartado de su granja. Y aunque al inicio no le dedicaba mucho tiempo, según fué creciendo, melodías nuevas y que le parecían conocidas de alguna forma, emergieron en su mente.

Tocó con suavidad las cuerdas intentando calentar sus dedos y haciendo una mueca ante una mala nota, pero después logró terminar una melodía casi entera, hasta que una ligera presión lo hizo mirar a un lado. Ithil estaba allí, de pie, en silencio y ataviado con una magnífica túnica color gris oscuro, con detalles en plata.

—Lo lamento, alteza... No debí...— murmuró apenado, levantándose con rapidez y colocándo el instrumento de vuelta.

—No, siéntate— le ordenó con un gesto de su mano, y él ocupó otro banco, alcanzando su flauta favorita —Me gustó mucho esa melodía, creo que quedará muy bien con unos versos que leí... en alguna parte— murmuró lo último —¿Puedes repetirla?

—Yo, no...— murmuró nervioso.

—¿No deseas pasar un rato conmigo?— preguntó Ithil, mirándolo directamente a los ojos —Tal vez tengas cosas más importantes que hacer— se encongió de hombros. Naruto mordió suavemente el interior de su labio y volvió a sentarse, tomando de vuelta el laúd —Intenta con un tono más bajo— indicó.

Comenzó a tocar las cuerdas con la melodiosa canción, pero cuando escuchó el sonido de la flauta, sus ojos se perdieron en aquel rostro tan perfecto y los labios de Ithil, mientras tocaban muy suavemente el metal. Entonces, bajando el instrumento hasta su regazo, empezó a cantar.

—Escucha el susurro de las montañas
Te llevaré a un lugar encantado
Adéntrate en él, no tengas temor
Yo te guiaré hasta su corazón

En sus bosques, te perderás
Hechizado por la magia
Y la brisa del mar que acariciará
Tu rostro al caminar, al caminar~.

Sasuke había cerrado sus ojos, entonando las letras con un sentimiento, que no se dió cuenta de que Naruto se había detenido hasta que terminó y lo miró. El Mallen tenía sus mejillas rojas y expresión tan dolida que le apretó el corazón; y cuando lo vió ponerse de pie, con la intención de irse, Sasuke se apresuró hacia él y sujetó su mano.

—¿Por qué te vas?— preguntó, sin importarle su tono desesperado.

—Ithil...— gruñó en voz baja, y él se movió, intentado un contacto visual con el esquivo sirviente.

—¿Por qué me evitas? Naruto...— insistió.

—Mejor me voy, lo lamento, pero tengo mucho por que hacer— respondió y soltándose de su agarre, comenzó a bajar los escalones.

—Yo también te quiero, ¿sabes?— exclamó Sasuke, logrando que se detuviera en el acto —Solo comencé a sentirme completo cuando tú llegaste, no me alejes...— pidió y lo vió tensar la espalda, sin embargo, Naruto después siguió descendiendo, dejándolo sin una respuesta —Uchand! (¡Estúpido!)— gritó colérico.

^°^°^°^

Había aprovechado que Suigetsu no estaba para darse un largo baño, metido en la tina de madera que solían prestarle a los sirvientes. El agua caliente aún humeaba a media noche, cuando se encontró mirando hacia la ventana, en espera de escuchar esa hermosa voz otra vez. Y aunque no le extrañó que Ithil no cantara, se sentía muy afortunado de haberlo visto en persona.

Sonrió inconsciente recordando esas palabras que le había dicho. Ahora sí su mente era un caos, se sentía como un verdadero castigo.

—¿Qué expresión tenías cuando lo dijistes?— preguntó al aire —¿Siquiera sabes lo que me hace sufrir el saberlo?

Salió del agua y después de secarse, se colocó un pantalón de tela suave y se arrojó bocabajo en la cama, abrazando la almohada con posesividad y apagando un gruñido en ella. Tras ésto bajó una de sus manos y después de acariciar un poco su abdomen, apretó su miembro, sintiéndolo duro y volviendo a maldecir.

Comenzó a tocarse presionando levemente, recordando la ocasión en la que había caído encima de él; su cabello largo y desparramado sobre el suelo, sus mejillas rojas y avergonzadas. Luego jadeó con la imagen de su boca muy cerca de la flauta, cuando lamió sus labios para humedecerlos al soplar... Pero al sentir ya su humedad, escuchó el sonido de las bisagras de la pesada puerta de madera y se detuvo asustado, sentándose rápidamente en el colchón.

Apretó las sábanas con sus puños cuando vió a Ithil entrar, vistiendo su túnica blanca de dormir y llevando el cabello totalmente suelto. Lo miró con firmeza, a pesar de que su rostro estaba escarlata, y a Naruto el nudo de su garganta no le permitió decir nada.

—Aquí no puedes huir de mí— habló Sasuke con convicción, cerrando la puerta a sus espaldas.

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