12. "Un lazo irrompible"

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Seguido de su madre, atravesó los corredores del palacio. Cada criado con el que se encontraba bajaba la cabeza y admiraba de reojo su aspecto, con leves comentarios favorecedores o suspiros.

Pronto sintió el murmullo del gran salón, el que se detuvo cuando la puerta principal se abrió, para que él entrara. Estar ahí solo le recordaba lo desdichado de su vida, comprometiéndose de manera forzada con alguien que no amaba, mientras que su corazón ya había elegido a otro elfo. Levantó la vista del suelo y recorrió la estancia al ver que nadie hablaba; todos estaban anonadados con su belleza, y en medio de la sala se encontraba Menma, con una enorme sonrisa como si no se hubiese portado como un idiota.

Aprovechó que las mangas de su túnica eran largas, para apretar los puños y clavar sus uñas en las palmas de las manos, en busca de dejar salir un poco el rencor que su rostro perfecto no expresaba. Pero mientras Sunon se acercaba para ofrecerle su mano, dejó ver a su espalda a Naruto. El Mallen tenía los ojos y labios abiertos de la impresión, en una expresión de perplejidad que le arrancó una casi imperceptible sonrisa avergonzada.

—No seas tan evidente— murmuró para sí mismo, en un tono dolido.

—Espero que no me odies por ésto— dijo Menma en voz baja, inclinándose para estar a su altura —Es mejor formalizar de una vez, así estaremos más tiempo juntos y... tendré más oportunidades de conquistarte, ¿no crees?

—Es un poco tarde para pedir mi opinión— raspó y apretó los labios antes de tomar la mano que le ofreció.

El aplauso de la multitud se escuchó, y después de un tedioso rato de saludar a muchos, una orquesta compuesta por flautas y arpas, comenzó a tocar. Era tradición que los dioses bailaran, pero Sasuke solo deseaba que todo terminara y salir de ahí, pues cada vez que se cruzaba con la mirada de Naruto mientras éste atendía a los invitados, quería que la tierra se abriera bajo sus pies y lo tragara.

Había practicado innumerables veces los pasos de esa danza, que ya sus manos y pies se movían solos, por inercia. Un baile que contaba la historia de dos seres que se sacrificaron para proteger Ennor; sus cuerpos unidos para siempre en el tronco del gran Eklipso, y sus almas persiguiéndose por el cielo, intentando alcanzarse.

—Yo te amo, Sasuke— murmuró Menma, con mirada arrepentida —A veces se cometen errores por amor, solo puedo pedir tu perdón y tratar de hacerte feliz, como te mereces— sujetó su cintura y se acercó, pero Ithil miró por reflejo a Naruto, quien tenía el ceño fruncido y permanecía al final del salón —Abre tu corazón para mí, Luna, después de todo, nacimos para estar juntos— susurró e inclinándose, dejó un suave beso sobre sus labios.

El bullicio de celebración lo aturdió, y mientras Menma recibía las felicitaciones con orgullo, él solo bajó la cabeza, sintiéndose mareado. Soltó la mano de Sunon y giró sobre su eje buscando a Naruto, no encontrándolo por ninguna parte. Mordió su labio para retener un sollozo, pero ya no resistió y comenzó a caminar hasta la salida.

—Ithil...— llamó Menma en tono severo, pero Sasuke lo ignoró, y también al regente cuando éste se atravesó en su camino.

—Alteza, es descortés marcharse así— señaló.

—Si no quieres que destruya todo éste lugar hasta los simientes, apártate de mi camino, Obito— siseó, mientras sus ropas ondearon con la energía que su cuerpo desprendía sin quererlo.

—¿A dónde irá?— preguntó cuando se apartó —Sus... sus padres también están aquí.

—Solo quiero descansar— mintió y dejó salón.

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Sus pasos firmes se tornaron más rápidos, hasta que terminó corriendo mientras buscaba al criado. Con todos en la fiesta, los pasillos oscuros y solitarios solo lo hacían desesperar más.

Buscó en las cocinas, en las habitaciones de la servidumbre, y solo cuando ya su respiración se tornó errática, decidió ir al establo. Sus rodillas temblaron cuando vió a Naruto dentro, ensillando el mismo corcel marrón oscuro con el que había salido a cazar aquella vez.

Ambos se miraron, y el Mallen ni siquiera se molestó en disimular que estaba llorando, solo bajó la cabeza y siguió apretando las correas.

—Ithil no debería estar aquí— raspó, mientras Sasuke se acercaba.

—¿Te vas? ¡Me prometiste que solo marcharías con la caravana...!— reclamó.

—Y le ruego me perdone el no corresponder a ese juramento, pero yo no puedo...— gruñó en su garganta, deteniendo su hacer —No puedo verlo besar a alguien más— terminó —Tampoco puedo reclamar un derecho que no tengo, pero la rabia y la envidia me consumen como la peor de las enfermedades; así que es mejor solo alejarme de una vez— dió un último tirón a una de las correas y acarició el morro del caballo, cuando éste se movió.

—¿Me obligarás a verte marchar?— lloró.

—Por eso, su alteza debería estar en el salón, con su prometido— tomó la brida del corcel y comenzó a caminar, pasando a su lado, solo rozando su brazo con la suave tela de las vestiduras oscuras del dios de la Luna.

Sasuke bramó de dolor, y rápidamente sujetó su muñeca y lo apretó con fuerza.

—Quisiera poner dos pesados grilletes en tus manos, y marcarte así como mío, pero yo tampoco puedo condenarte a una vida escondido bajo mi egoísmo— lloró —Entonces... no te vayas, mell nín... (mi amado) sin haber dejado un beso en mis labios.

Naruto jadeó conmocionado y se dió la vuelta; después de mirar su boca, cerró los ojos con fuerza provocando que cayeran más lágrimas ¿Besarlo antes de irse? Moría por hacerlo, abrazarlo, poseerlo, pero eso solo aumentaría su castigo. Aún así, como el mejor de los masoquistas, dió un paso hacia Ithil y sujetó su barbilla con delicadeza; miró sus ojos negros de pestañas mojadas, y se inclinó para besarlo.

En aquel establo del gran palacio se hizo un profundo silencio, y el murmullo de las hojas del Eklipso lo rompió, cuando una fuerte brisa sacudió sus ramas. Sasuke no supo lo que ocurría, solo veía inmensidad de entrellas en donde sus pensamientos solían estar, y un brillo dorado y más fuerte, el cual opacaba a todos los demás, delante de él, aunque sus ojos estaban cerrados. Movió suavemente sus labios buscando más contacto, y entonces sintió la mano de Naruto en su nuca, y la manera tan carnal en la que profundizó el beso.

Cuando por fin pudieron detenerse y alejarse un poco, Ithil, notando como todo su cuerpo temblaba, miró a Naruto.

—Tú eres mi Sol— jadeó sin aliento, solo soltando las palabras que ni siquiera pensó.

Naruto tragó duro y sujetó sus hombros, luego bajó la cabeza y negó, como si estuviera luchando consigo mismo.

—Que los cielos me condenen, pero... ven conmigo.

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