18. "El arrepentimiento de una madre"

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El Sol aún no salía, pero su luz había comenzado a clarear el horizonte marino, perfectamente visible por el enorme ventanal de su habitación. Naruto despertó y sonrió dichoso; era una tortura levantarse cada día y dejar el blando lecho de sábanas blancas, que compartía con Sasuke. Éste dormía todavía, con sus labios entreabiertos y los mechones de cabello desparramados por todas partes. En tres meses que llevaban juntos, había crecido ya hasta sus hombros, increíblemente.

—Sunon está a punto de asomar, y mi hermosa Luna no quiere despedirse de la noche— murmuró en su oído y lo vió sonreír después de un gruñido bajo —¿No me mostrarás tus ojos?— preguntó cuando éste se giró para esconder el rostro en su pecho.

Naruto acarició su espalda desnuda, sus hombros y luego se alejó un poco para hacer lo mismo con su mejilla, utilizando ahora el dorso de sus dedos. Sasuke abrió apenas los ojos y luego los volvió a cerrar, negando con la cabeza.

—Todavía tengo sueño...— se quejó —Quiero quedarme aquí todo el día.

—Últimamente duermes mucho— mencionó el malthelor en tono divertido —Sabes que debo ir a la aldea para trabajar, ¿no tendré tu despedida?— preguntó.

—No, vete ya...— bufó y al notar que Naruto se quedó quieto, levantó la cabeza para ver su expresión triste —Era broma— añadió apresurado y se lanzó hacia él, quedando acostado encima de su pecho. Al incorporarse y apoyar las manos en el abdomen de Sunon, observó una sonrisa dulce en su rostro.

Bajo los primeros rayos, y con la suave brisa marina moviendo su cabello, Ithil parecía una visión mágica. Cada vez que se quedaba prendado de su belleza, llegaba a su mente el mismo pensamiento.

—Nací para amarte, tithen... para protegerte y proveerte, y lo haré por la eternidad. Siempre querré mirar el mar a tu lado, adoraré verte luciendo esas flores de lavanda que te gustan, disfrutaré de tu canto dulce y de fundirme contigo al anochecer...

—¿Quieres dejarme solo en casa, hecho lágrimas?— se quejó con ojos humedecidos y escondió el rostro en su cuello, aspirando aquel aroma de Naruto que le daba tanta seguridad, y percibiendo como éste comenzaba a deslizar las manos por sus muslos.

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Sasuke vió, aún con la respiración errática y mejillas enrojecidas, como Naruto dejaba la cama después de amarlo. Se lavó la cara en una pequeña fuente para la que él mismo había extraído un hilo de agua de manantial desde el fondo de la tierra, y comenzó a vestirse.

Después de colocarse las botas, esperó a que Ithil se cubriera con una túnica larga y lo acompañara hasta la puerta. El Mallen tomó su nuca y besó otra vez sus labios, antes de alejarse hasta el pequeño establo en busca de su caballo. Dió una vuelta con el corcel delante de la casa, sacándole una risita, y se fué a galope hasta Faen, donde había encontrado un trabajo como ayudante del herrero, que les ayudaba a comprar cosas que no podían obtener de la naturaleza que los rodeaba; ropa, zapatos, utensilios y herramientas para el hogar...

La casa era simple, pero hermosa. Tenía una sola y amplía habitación, una cocina con una mesa para dos y un enorme pórtico con vista al mar. A su lado estaba el establo donde descansaba el caballo de Naruto y un gnuo hembra, del cual obtenían leche. Con magia, ya el huerto de hortalizas estaba muy avanzado, y además de en la habitación, afuera también había agua borboteando en un pozo. Cada columna y arco de la construcción lucían finos tallados en la madera, algunos entrelazados hermosos los había creado Sasuke, otros los hizo Naruto, pero sin dudas aquel ya se sentía como un hogar al cual pertenecían.

A pesar de recibir atenciones en la mañana para un despertar animado, Sasuke seguía bostezando y con ganas de volver a dormir, pero no podía quedarse todo el día sin hacer nada cuando Naruto iba a trabajar. Así que se vistió con unas calzas oscuras, una camisa  blanca apretada en los puños, y fué a ordeñar al enorme bovino. Al inicio le daba miedo, pero el peludo animal de color café era realmente dócil, y con unas palabras cariñosas no se quejaba en todo el proceso. Dejó la leche reposar en el agua fría, sacó la grasa para hacer mantequilla y la demás la puso al fuego para hervirla ¿Quién diría que aprendería todo eso?

No quería ni recordar cuantos baldes arruinó, pero si la paciencia con la que Naruto le explicó cada cosa. Cuando estuvo la leche, salió otra vez, ahora con dirección al huerto mientras comía una manzana. Revisó los cultivos y luego extendió un manto de energía que los vitalizó. Se arrodilló en la tierra y comenzó a limpiar los surcos de la malas hierbas mientras entonaba melodiosas canciones, totalmente enajenado, hasta que sintió pasos acercarse.

Levantó la cabeza, pero no se sorprendió al ver a Kushina, con una una cesta tejida en una de sus manos y el ceño fruncido.

—¿De verdad prefieres estar en la tierra, haciendo el trabajo de un campesino?— preguntó, pero Sasuke solo se puso de pie, sacudió sus rodillas y sonrió.

—Atender a las plantas no es el trabajo de un campesino o de un sirviente. Usted es Noldor, conoce el vínculo que nos ata con la tierra— dijo y se cruzó de brazos —¿Quiere pasar?— señaló la casa y ella, después de apretar los labios, miró alrededor —Naruto no está.

—Solo un momento— dijo al fin y lo siguió al interior.

Sasuke vió como observaba todo con intereses, después de poner la cesta en la mesa, y sintió un poco de vergüenza al notar que había dejado la cama hecha un desastre de sábanas y almohadas, pero intentó no pensar en eso. En su lugar, sirvió un poco de leche fresca y se la ofreció.

—¿A qué se debe la visita?— preguntó, sentándose en la mesa, frente a ella.

La elfa miró el vaso después de beber, y comenzó a raspar el metal con las uñas, en un gesto nervioso.

—Es muy buena leche— halagó, iniciando una conversación.

—Sí, dice Naruto que es debido a que le canto al gnuo— rió y notó un leve tirón en las comisuras de Kushina.

—Él me debe odiar— sollozó de repente.

—No es así— aseguró.

—Lo separé de tí, de su destino...— apretó el vaso.

—Tenías tus razones.

—¿Cómo puedes ser amable conmigo, después de lo que hice?— preguntó, limpiando su mejilla.

—Porque eres su madre y al igual que yo, lo amas. Lo criaste para ser el malthelor increíble que es, y eso lo agradezco. Yo soy testigo de como la vida del palacio puede esculpir a los seres y hacerlos creer que son merecedores de todo; que Naruto haya tenido una crianza humilde, solo me hace amarlo más, si eso es posible— añadió —Él me ha enseñado tanto... ha iluminado todo a mi alrededor, y deseo verlo completamente felíz; así que, el hecho de que estés aquí buscando una reconciliación, me alegra muchísimo.

—Cualquier razón es solo una justificación egoísta, pero fué por amor que no lo quise dejar ir... Yo espero que él lo entienda.

—Lo hará— sonrió y apoyó el rostro en una de sus manos —Quédate hasta el atardecer, no te vayas sin verlo— Kushina suspiró y asintió con una sonrisa.

—Puedo ayudarte con las tareas.

—Te lo agradezco— admitió —La verdad es que últimamente estoy cansado todo el tiempo, y debo esforzarme más para terminarlas— se puso de pie y la elfa lo siguió.

—Tal vez estés esperando— señaló ella con tono dulce y Sasuke se giró para verla.

—¿Esperando qué...?— preguntó curioso.

—Pues un bebé, ¿qué otra cosa podría ser?— señaló divertida y sonrió al ver a Sasuke quedarse petrificado en el lugar.

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