8. Canción de cuna

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—Es mi hija, Noah, y tengo derecho de hablar con ella—espeta con severidad la mujer.

—Ella no quiere hablar contigo—informa ya cansado—, y no se si sepas, pero te informó que nuestra hija está mucho mejor aquí conmigo que cuando lo estaba contigo, va a la escuela, a hecho muchos amigos y a vuelto a ir a clases de baile, las mismas clases de las que tu la privaste, es feliz.

—Permíteme hablar con ella aunque sea un momento—ruega.

Suspirando con pesadez, agrega—Voy a ver si quiere hablar contigo, pero no te prometo nada, Rebeca.

No fue sorpresa que cuando se lo sugirió la pequeña se negó rotundamente en hablar con su madre, de los dos, ella era la que había salido más afectada por todo lo que paso, por suerte, ahora las cosas habían cambiado para bien, su niña estaba más feliz que nunca, y aunque quizás lo niegue, desde que Brahms llego, la había notado más feliz y él también lo parecía, aquel hombre de descomunal tamaño sorprendentemente era buena persona y lo ayudaba con la casa, la verdad es que se esperaba más que se tratará de algún tipo loco propenso a la ira, o de algún psicópata como los que te muestran en las películas.

Eso sí, al principio la convivencia con aquel hombre desconocido había sido bastante incómoda, pero con el paso de los días se volvió hasta normal convivir con él, aunque seguía siendo un poco incómodo, había algo en el que no le cuadraba pero, ¿Y eso que? Lo importante era que se trataba de un hombre bastante agradable que en ocasiones tenía algunas actitudes o gestos que le recordaba a los de un niño pequeño, y es que Nila se comportaba del mismo modo caprichoso en ocasiones, y la verdad, es actitud en el mayor no le causaba más que ternura, pero en ocasiones le llega hasta irritar, y cuando se lo hace saber es sorprendente su cambio repentino de actitud, se comportaban cómo todo un caballero, eso desde su punto de vista, según su hija ese hombre le está coqueteando, mas no le toma importancia a esto, su niña ve demasiadas comedias románticas.

Después de todo, duda que ese gran y fornido hombre fuera gay, y si lo es, duda que se fije en alguien como lo es él, un padre divorciado que tiene todavía demasiados problemas con su ex esposa.

Era preferible no pensar en ello, le resultaba bastante molesto en ocasiones, porque si comenzaba a pensar en la múltiples razones por las que no era un buen partido, los recuerdos del porque se terminó divorciando de su esposa aparecían, la infidelidad es algo no muy bien visto, la cosa se vuelve peor si la infidelidad viene a ser de ambas partes, si, había engañado a su esposa y ella a él, y es que el matrimonio de ellos no venía funcionando desde hace varios años, y la única razón por la que seguían juntos era por Nila, su hija, pero luego de aquello decidieron terminar de una buena vez todo ese matrimonio.

Su única equivocación de la que está arrepentido de aquel tiempo, fue que no lucho lo suficiente por la custodia de su hija, que fuese compartida no hizo más que empeorar las cosas, y termino pasando lo peor.

Solto un pesado suspiro antes de salir de su oficina, se la había pasado divagando demaciado acerca del pasado, de él, su ex esposa y acerca de ese fornido y atractivo hombre que vivía ahora con él y su hija, tenían una convivencia bastante peculiar, aquél sujeto cuidaba de la casa y preparaba la comida cuando ellos no estaban, era como un sirviente no pagado, pero más bien era como una especie de amo de casa, ahora mismo este hombre se encontraba en la biblioteca leyendo quien sabe qué, lo único que si sabía era que fue escrito por Oscar Wilde.

— ¿Sabes dónde está Nila? —pregunta.

Vio como el contrario sobresalto del susto, que no se había percatado de su presencia hasta ahora, observo como intentaba ocultar aquel libro, ¿De que tratará cómo para querer ocultarlo con tanto desespero?

No le tomo importancia y repitió la pregunta, recibiendo está vez si su pregunta.

—Creo que dijo que estaría ensayando en su cuarto—informa, pudiendo estar ahora más tranquilo—Nila me dijo que quería cenar pizza.

—No está tan mal la idea—musita algo pensativo— ¿Te gusta la pizza con hongos?

—No la eh probado—confiesa.

—Te va a encantar—exclama sonriente, ¿Acaso nunca deja de sonreír? No sé queja, más bien le encanta este detalle de él.

En realidad la Nila no había dicho eso, Brahms quería comer pizza y tal parece su plan había funcionado, ahora el pecoso iba a ordenar algo de pizza para la cena, sin dudas este era el mejor plan que había tenido hasta ahora, tampoco es como si sus planes siempre fueran muy bien planeados y tampoco que salieran exitosos, pero estaba feliz de que esté haya funcionado. Por ahora dejaría de leer por un momento, ya más a la noche continuaría leyendo Teleny sin que nadie lo interrumpa, además tampoco le gustaría que alguno de los dos descubriera acerca de sus gustos por ese tipo de literatura algo subida de tono. La guardo en su sección personal, la cual se encontraba algo elevada, lejos del alcance de tanto padre como hija, era preferible que no se enterasen.

—Señor Heelshire.

Sobresalto al escuchar la repentina voz de la pequeña, intento disimular la instante su intento de ocultar aquel libro, por suerte la niña no pareció notarlo, más que nada porque estaba distraída viendo el piano.

— ¿Usted sabe tocar el piano? —inquiere la pequeña, levantando al fin la mirada.

—Mi padre me enseñó cuando era pequeño—explico con simpleza, no queriendo divagar más sobre el tema—. Si tú quieres te puedo enseñar también.

Los ojos de la pequeña parecieron brillar al decir aquello, emocionada sin lugar a dudas.

— ¡Dios mío, eso sería perfecto! —exclama saltando de la emoción.

Pensativo se acercó al piano, sentándose a un lado de la pequeña—Creo que la Canción de cuna de Brahms te gustará.

— ¿La escribiste tu? —pregunta con ilusión.

—No, es de Johannes Brahms—explica brevementefel autor la escribió en ocasión del nacimiento del segundo hijo de una joven cantante Bertha Faber.

La pequeña tan solo asintió con lentitud formando una O con sus labios, como comprendiendo de lo que hablaba, aunque lo duda, no le tomo importancia al asunto y prosiguió por buscar la partitura para proceder a enseñar a la pequeña a leer la misma. Sus manos se desplazaban con suavidad y destreza por las teclas del piano, dejando atonita a la pequeña niña, quien aún en estando shock tuvo que disponerse a intentar tocar de igual modo las teclas, y tras mucho esfuerzo, logro tocar aquella bella pieza musical, dejando sorprendido a más de uno en al habitación—Eso fue fantástico, Nila—dijeron ambos adultos al unisono, asustando al mayor y a la menor por la presencia del pecoso.

—No sabía que supiera tocar el piano señor Heelshire&comenta rompiendo el incómodo silencio.

—Ya le eh dicho que me puede decir Brahms—pide entre titubeos, a lo que agrega—. De niño mí padre me obligó a practicar tocar está y otras canciones.

— ¿Y sabe tocar otro instrumento? —inquiere.

Para ese momento, el pecoso ya se encontraba sentado a un lado del Heelshire, escuchando atento cada palabra que le diría este, ambos Smith se hayan sentados a cada lado del mayor.

—El violín y violonchelo—explica—aunque en este último aún debo mejorar.

—Wow—exclama sorprendida la pequeña, y un brillo único aparecía en sus grandes ojos color esmeralda—eso es increíble, ¿Verdad, papi?

Su mirada al fin se clavo en la del pecoso, observando esos ojos color café, sintiendo como el color se apoderaba de su rostro al conectar con ellos, surgiendo nuevamente este sentimiento en su pecho, un sentimiento que aún no sabía descifrar—Sin dudas que es increíble—murmulla. Y si se trata de Noah, no le molesta en lo más mínimo seguir experimentando este sentimiento tan complicado como lo es el amor.






Señor Smith ᴮʳᵃʰᵐˢ ᴴᵉᵉˡˢʰⁱʳᵉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora