2. Noche tormentosa

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[Reglas]

1. No se admiten invitados.

2. Nunca dejes sólo a Brahms.

3. Guardar las sobras en el refrigerador.

4. Nunca cubrir el rostro de Brahms.

5. Leerle una historia antes de dormir.

6. Reproducir música en volumen alto.

7. Limpiar las trampas.

8. Sólo ̶M̶a̶l̶c̶o̶m̶ trae los comestibles.

9. Brahms no puede irse de la casa.

10. Beso de las buenas noches.

Varios puntos en esa lista de reglas no le agradaban por el simple hecho de que eran demaciadas reglas para cuidar de un simple para un muñeco. En lo personal esperaba que fueran reglas con respecto al cuidado del muñeco, como mantener su limpieza o mantenerlo alejado de los niños pequeños y demás, pero que fueran reglas como para el cuidado de un niño lo sorprendió bastante. El nombre de una persona habia sido tachado de esa lista y se havia énfasis en la palabra beso, como si fuera algo primordial. ¿Que onda con este muñeco? Ni que fuera la reina Isabel como para exigir tanto. Y reproducir música en volumen alto era la unica de las reglas que estaba dispuesto a seguir, pero aunque disfrute de una buena pieza de Vivaldi no se pondría a escuchar todos los días sus canciones, ademas de que sólo conocía la de las cuatro estaciones y la de invierno era la que las le gustaba de todas. Lo suyo era más el pop, rock y rock and roll, gustos musicales que le compartió a su hija, lo cual agradecía, de no ser así le gustaría el reggaetón y trap como a su madre, la verdad que no tenía nada de malo, sólo le gustaban unas canciones, las otras en su opinión eran un asco.

Volviendo a lo anterior, básicamente debía de cuidar del muñeco como si se tratará de su propio hijo, y digo que debía hacerlo él ya que su hija mañana mismo comenzaría ir a clases y él se quedará sólo en la mansión junto a ese muñeco sacado de una película de terror.

Hablando de la escuela, aún tenía que ir a comprar el unifirme de su niñita, pero a juzgar por las nubes grises que adornaban el cielo, debía de apresurarse en ir y volver de la ciudad antes que comience la tormenta. Detrás de los muros, aquel hombre los observaba irse, se alegro momentáneamente de que por fin se fueran, pero eso no duró mucho, por que en el fondo a pesar de que crea que se alegraba de que se fueran de su casa, la verdad era que se sentía sólo, había estado tantos años sólo desde que Greta se fue de la mansión, y lo abandonó cuando le había prometido que nunca lo haría, lo lastimó cuando él tan solo quizo protegerla de ese desgraciado que la lastimó, pero ustedes ya se saben esa historia. Y sentado al final de las escaleras, oculto tras el barandal no le quitaba la mirada de encima a la puerta, no lo negaría, tenía la esperanza de que tanro padre como la hija regresen, a pesar de que nunca le dirigieron la palabra o se han visto de frente, era lindo esa sensación de calidez en su pecho por que por primera vez en seis añosno estaría sólo en la mansión.

Afuera de la mansión una gran tormenta se había apoderado del lugar, las gotas de lluvia caían con ferocidad, y tanto como el frío como la humedad comenzaba a sentirse en el interior de su hogar, cosa que no hacía mas que preocuparlo, ellos estaban allá afuera con este clima tormentoso, ¿Estarán bien? ¿Las tormenta los pilló? Esas y mas preguntas surgían en su mente, en lo que el tiempo transcurría y la noche pronto llegó, aunque poco se notó el cambió.

— ¡Maldita lluvia!

¿Será lo que crees que es? La esperanza había regresado a él, había reconocido esa voz, no podía ser otro que...—No insultes, papá—se queja la niña, el enmascarado aprovecha que están distraídos para regresar a su escondite entre las paredes, y sin ser conciente, una gran sonrisa se hallaba dibujada en sus labios desde el intante en el que oyo la voz del pecoso—Oye, tengo hambre.

—Uhg—musita nervioso—, creo puedo preparar algo de arroz para cenar si quieres, y hacer algunos salchipulpo para ti y Brahmsy.

De no ser por su padre la niña no su hubiera acordado del muñeco, a lo que inmediatamente salió en su búsqueda encontrandolo en la cocina, siendo que si no mal recordaba lo había dejado en su habitación, pero, prefirió ignorarlo—Mhm, ¿Brahms a ti te gustan los salchipulpo...? ¡Papi! Brahms nunca a comido un salchipulpo.

[...]

La noche anterior había escuchado como el pecoso discutía con alguien al teléfono, no lograba entender que era lo que decía, pero se notaba furioso, lanzando cada barbaridad al aire, pateaba de vez en cuando una de las patas de la cama, siendo aquel alboroto el que lo despertó en un inició, y no solo a él, sino también que a la pequeña niña, quien con lágrimas en los ojos, temblorosa se acerco a la puerta de la habitación de su padre, asomando la mirada, viendo el interior...—No es de tu incumbencia en donde me encuentro... ¡¿Estas loca?! ... ¡Uy si, como yo tuviera dinero como para conseguir a una puta! ¡No digas boludeces, Rebeca! ... ¡¿Y tu crees que a mi me importa lo que diga tu madre?!... ¡Yo no secuestre a nadie! Llámalo unas vacaciones sorpresas con papá lejos de la arpía de su madre!... ¡No te vengas hacer la víctima aquí, maldita zorra!... Que no... No, disculpeme señora Ramos, no le decía zorra a usted... ¡¿A LA ZORRA DE SU HIJA, A QUIÉN MÁS LLAMARÉ ASÍ?! .... ¡Callese señora, váyase a la mierda! —ladro furioso el pecoso, a la vez que cortaba la llamada y arrojaba su teléfono contra la pared, rompiendolo en miles de pedazos, asustando todavía más a los que se hallaban cerca suyo, percatandose de la presencia de la menor en la habitación—Nila—dice apenas, acercándose a la pequeña, abrazando su pequeño cuerpo—lo lamento tanto mi niña... Desearia que no estuviéramos pasando por esta situación.

Señor Smith ᴮʳᵃʰᵐˢ ᴴᵉᵉˡˢʰⁱʳᵉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora