Capítulo uno: Encuentros

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Ithlaiä llevaba meses sin saber nada de Légolas, que se había marchado de vuelta al Bosque Negro, después de la guerra del anillo:
–Cómo me gustaría volver a verle y contarle mis penas...– se dijo. Légolas y ella eran amigos de la infancia y siempre se lo contaban todo –Quizá haya encontrado ya el amor de su vida... –volvió a decirse a sí misma–será mejor que vuelva a palacio porque Arwen me tenía que decir algo.
Ithlaiä se encaminó al palacio del rey de Gondor, el mismísimo Elessar que tan buen rey era que todos lo amaban. Ithlaiä vivía allí porque Arwen era su prima y quería tenerla cerca para hablar con ella como hermanas, como siempre habían vivido. La madre de Ithlaiä, la hermana de Elrond, había muerto en batalla junto con su padre en las afueras de Rivendel por Saruman que intentaba entrar en el Valle para atacar al pueblo elfo de Rivendel. Al llegar al palacio vio a Faramir que le dijo:
–El príncipe Athel ha preguntado por ti. No creo que se hubiera marchado sin hablar contigo si no fuera por su padre Imrahil el hermoso, que tenía una cena con el rey hoy mismo –. La elfa se sonrojó mientras su largo y liso cabello dorado ondeaba con el viento de Gondor. Tenía una mirada muy cálida y sus ojos eran de un castaño rojizo inusual que la hacían especial. Minas Tirith estaba preciosa aquella tarde.
–Lleva días intentando decirme algo, pero no consigo verlo, está ocupado pensando en el puesto que ocupará cuando su padre se vaya... –el príncipe Athel siempre había sido muy cariñoso con ella, siempre le regalaba cosas preciosas y le decía cosas bonitas que la hacían sonrojar. Ella soñaba con el día en que se decidiera a besarla.
–Luego te veo –le dijo a Faramir partiendo a ver a Arwen. ¿Qué era aquello tan urgente que le tenía que decir su prima?
–Hola Arwen, prima mía, ¿cómo estás? ¿Es algo grave? ¡Cuéntamelo! –dijo Ithlaiä sin poder contenerse.
–Si lo que te voy a contar, es mejor que no se lo cuentes a nadie aún, ¿vale? –ella asintió– Bien pues... ¡Estoy embarazada de Aragorn! –La expresión de Ithlaiä era de sorpresa y alegría.
–¡Eso es genial! ¿Has pensado ya en algún nombre?
–No, pensé que quizá me podrías ayudar a escoger uno... –dijo Arwen tímidamente.
–¡Cuenta conmigo!
–¡Gracias! –dijo Arwen agradecida y después añadió– ¿y tú? ¿Qué tal con... El principito... Athel...? –Ithlaiä se ruborizó ligeramente.
–Pues... Todavía nada... Pero hace tiempo que no tiene tiempo para verme. Está muy ocupado porque su padre le enseña cosas para su futuro, como rey. ¿Has visto a Légolas? Hace tiempo que no lo veo.
–No, yo tampoco. Pero Athel estará planeando una sorpresa para ti seguro... –rió.
–Bueno... Ya veremos –dijo la otra– ¿La cena del rey, cuándo acabará?
–No lo sé, pero estás invitada por supuesto.
–¡¿Qué?! ¡¿Yo invitada?! –¡Pero si va a empezar muy pronto y no estoy preparada!
–Bueno, no será para tanto. Vístete con el primer vestido que veas y péinate. Ya sabes que eres muy bella, incluso la cota de malla te queda genial...
–Pero.... Yo tardo horas en escoger vestido, encima con el príncipe allí...
–No hay peros que valgan, corre y vístete! –dijo Arwen con voz alta porque Ithlaiä ya se alejaba. Corrió a su habitación y empezó a mirar todos los vestidos para ver cómo le quedaban y al final escogió uno azul eléctrico con un escote precioso y unas cuerdas que se entrecruzaban en su espalda.
Se recogió el cabello en una larga trenza y dejó caer algunos mechones suavemente enmarcando su cara. Bajó a la sala y vio que la gente iba llegando. Era una cena amistosa entre enanos, hombres, elfos y medianos de cada lugar de la Tierra Media para celebrar el primer año desde que se destruyó el anillo único. La gente iba llegando y vio a muchos conocidos que le alegraron la noche... Una de ellas era Elemmire, una elfa de largos cabellos rojizos y grandes ojos verdes, gran amiga suya desde que eran niñas.
–¡Elemmire, qué alegría verte aquí! –dijo mientras se acercaba a ella.
–¡¡Ithlaiä!! ¡Cuánto tiempo sin vernos! –respondió Elemmire
–Te noto algo cambiada... ¿Eso que veo es un vestido? ¿Desde cuándo has cambiado las mallas y la casaca por los vestidos? –preguntó sorprendida.
–¡Ah! Mi madre se empeñó en que me lo pusiera, ya sabes lo pesada que se pone cuando se le mete algo en la cabeza. Pero dime, ¿sabes si vendrá a la cena tu gran amigo Légolas? –dijo algo ansiosa.
–Pues no lo sé, todo puede pasar. Pero, ¿a qué se debe tu ansiedad? ¿No será que la gran Elemmire, la que nunca se dejaba engatusar por un elfo se está enamorando? –dijo con una amplia sonrisa.
-Yo? No, para nada. Solo era simple curiosidad –respondió Elemmire disimulando.
–Ya... Será eso –dijo irónica. Venga, vamos a sentarnos a la mesa– dijo a la vez que tomaba a su amiga de la mano y se sentaban en el extremo de una de las grandes mesas y junto a Arwen.
–La gente iba llegando y vieron a Faramir junto a Éowyn, los cuatro medianos Frodo, Sam, Pippin y Merry acompañando a Gandalf el blanco, que relucía de blanco como siempre. Gimli el enano junto con Glóin, a Légolas...
–¡Mira ahí está! –exclamó Elemmire. Las dos lo saludaron desde la mesa. Después vieron como Imrahil, el hermoso junto con su hijo Athel entraban también por la puerta y saludaban a todos. Al saludar a Ithlaiä, el príncipe Athel le guiñó un ojo.
–Ithlaiä deseaba con todas sus fuerzas poder hablar con él.
–Todos se pusieron en pie y Aragorn, el rey, habló:
–Bienvenidos, viejos amigos, espero que disfrutéis esta cena como cuando el anillo fue destruido. Paz y libertad para todos. ¡Que aprovechen la cena!
Légolas no paraba de hacer señas a Ithlaiä: también él deseaba hablar con ella.
– '¡A la salida hablamos!' –le dijo ella haciendo señas. Elemmire la miraba un poco celosa e Ithaliä supo enseguida lo qué le ocurría a su amiga. Al acabar la cena, todos se dispusieron a escuchar a los músicos y a hablar entre ellos relajadamente. Merry y Pippin hablaban animadamente:
–¡Qué pena que Bárbol no pudiera venir, es demasiado grande incluso para este castillo!
–Sí y además desde que encontraron a las Ent-mujeres en las lejanas tierras de Rhûn no han tenido tiempo para nada más....
–No seáis groseros, que estáis en la casa real –dijo Gandalf con rotundidad.
–Señor Frodo,si me permite me comeré eso, es que veo que no se lo come usted y yo no paro de comer desde que hicimos el gran viaje –Frodo rio.
–Claro Sam, come todo lo que quieras, a Trancos.... Digo, a nuestra majestad no le importará. Tendrá grandes despensas llenas de comida... –a Sam se le hacía la boca agua mientras Frodo reía alegremente.
–¡Légolas! –gritó Ithlaiä mientras lo abrazaba –¿Dónde has estado todo este tiempo? Te he echado mucho de menos.
–He estado en los mares, navegando y en las costas escuchando a la gaviota graznar. Lo necesitaba, amo el mar y el océano. ¿Y tú cómo estás?
–Yo, bien o eso creo... –dijo un poco triste. Légolas le iba a preguntar por qué estaba triste, pero Elemmire vino a saludar a Légolas.
–Hola, ¿como estás Príncipe del Bosque Negro? –preguntó Elemmire mirándolo a los ojos con intensidad.
–Bien, acabo de llegar desde los mares y las vacaciones me han sentado muy bien. ¿Y tú?
–Ahora que sé que estás aquí muy bien -dijo Elemmire. Légolas se sonrojó ligeramente y luego se fue porque su gran amigo Gimli le llamaba.
–Mmmmhh, ya veo por qué camino vas amiga mía... –le insinuó Ithlaiä.
–¿Qué? –preguntó Elemmire con una sonrisa en los labios. Pero de repente alguien le susurró algo al oído a Ihlaiä.
–Hola Ithlaiä, estaba deseando verte –un elfo de largos cabellos dorados con unos ojos verde esmeralda se situó junto a ella y la miraba seductoramente.
–¿Cómo estás, príncipe Athel? –dijo ella poniéndose ligeramente roja, –últimamente has estado muy ocupado, ¿no?
–Sí, he estado con mi padre –dijo con un suspiro –cuando salgamos de esta reunión te contaré más cosas... –dijo yéndose otra vez junto a su padre que le hacía señas para que viniera.
–Vaya, eso suena muy interesante... –le dijo Elemmire.
–Me moría de ganas de verle y hablar con él –dijo Ithlaiä.
–Mmmm, creo que a él también le pasaba lo mismo. ¿Así que luego te contará más cosas? Creo que se muere por estar a solas contigo. Ojala Légolas también se muriera de ganas de estar conmigo– dijo Elemmire.
–¡Vaya, vaya! Así que ese es el motivo por el que has venido y te has puesto ese precioso vestido –dijo Ithlaiä con una sonrisa.
–No, ni siquiera sabía que él iba a venir... Está bien, me has descubierto. Légolas me gusta desde hace mucho tiempo, pero siempre he pensado que yo a él no, nunca me decía nada, ni me miraba siquiera, pensé que a lo mejor se debía a que siempre iba vestida con ropajes masculinos, así que pensé que probaría a ponerme uno de mis vestidos. Pero no sé, creo que no le intereso -comentó Elemmire un poco triste.
–No digas eso Elemmire, Légolas tiene muchos asuntos de los que ocuparse, piensa que desde que acabó la guerra del anillo, su padre le pasó sus asuntos, le respondió Ithlaiä posando su mano en el hombro de Elemmire. Se dieron un abrazo y luego se dieron cuenta de que los músicos habían dejado de tocar, y todos estaban en silencio. El rey iba a hablar de nuevo.
–Quería confirmaros una gran notícia: mi esposa Arwen, estrella de la tarde, ¡va a tener un hijo dentro de unos meses! -dijo alegremente. Todos aplaudieron y le dieron la enhorabuena a ambos. Elemmire e Ithlaiä hicieron una reverencia e Ithlaiä dijo:
–Ay prima mía, vas a ser muy feliz... –y luego añadió en voz baja –Será niño...
–No lo puedes saber, Ithlaiä...
–Últimamente sueño cosas que se hacen realidad...-repuso Ithlaiä. Elemmire hizo otra reverencia y dijo:
–Paz y salud para el hijo de reyes.
La cena acabó y todos empezaron a salir y despedirse calurosamente.
–No te irás ya, ¿no? –le preguntó Ithlaiä a Légolas –¡Acabas de llegar y tengo mucho que contarte!
–No te preocupes, me quedo y no sé cuánto tiempo –al decir eso, Elemmire se alegró.
–Légolas, te presento a mi amiga y princesa Elemmire. Quería conocerte.
–Encantado–dijo Légolas besándole la mano. Elemmire se sonrojó.
–Le podrás conocer mejor estos días... –dijo Ithlaiä guiñándole un ojo.
Al salir, vio que el príncipe Athel estaba mirando al cielo estrellado y sus largos cabellos dorados ondeaban con una fresca brisa de la noche.
–Dime una cosa, ¿te tienes que ir ya? –le preguntó.
–No... –dijo Athel– Me quedo un tiempo, mi padre tiene planes para compartir con Aragorn –hubo un silencio inexplicable.
–Qué bonita noche... –dijo Ithlaiä.
–Sí... –dijo el príncipe que la miró directamente a los ojos. Lentamente se fueron acercando, pero una voz interrumpió toda esa pasión. Era un sirviente.
–Príncipe Athel, su padre le espera para comunicarle algo.
–Enseguida voy –dijo este con voz entrecortada –Lo siento... Yo...
–Sí... No importa. ¿Mañana te veré?
–Claro. Adiós Ithaliä, –dijo tomando sus manos –entra en el castillo, hace frío.
–Adiós –dijo ella, y lo besó en una mejilla. El príncipe se fue.

Magia y Amor en la Tierra Media: Memorias de La Cuarta EdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora