Capítulo catorce: Elementos

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La Comunidad de la vara siguió hacia el norte, y cuatro días después Aragorn vio llegar a Nienor en medio de una ventisca de nieve.
–¡Nienor! ¿A dónde fuiste?
–A la fortaleza de Morhair –respondió con calma y se puso a prepararse una bebida. Aragorn se quedó pasmado. Finalmente, despertó a los demás y formaron un círculo alrededor de la mujer.
–Nienor –le dijo acariciando la empuñadura de su espada–¿estás con nosotros o en nuestra contra?
–Con ustedes, qué pregunta...
–¿Entonces, por qué fuiste a la fortaleza de Morhair?
Nienor los miró como considerándolos.
–Para darle los conjuros del libro maldito a Morhair–apenas dijo esas palabras y un clamor se extendió , las elfas protestaban y Endereth se acercó a tomarle las heladas manos, y abriendo mucho los ojos, le preguntó:
–¿Por qué?
–Era necesario.
–Tienes que explicarnos lo que haces, mujer –le dijo con enfado Ithlaiä.
–Esos conjuros solo llamaran a las sombras si quien conjura posee la Vara, y la fuerza para dominarlas. Morahir no tiene la fuerza, y pretendo que esas sombras lo lleven con ellas, a donde debe estar, y mientras no recupere el fragmento de mi cuello, no le funcionaran.
–Te arriesgas demasiado–le dijo Endereth.
–Lo suficiente: Morahir no me hará daño, mientras me ame. Y olvidas que yo anhelo la muerte.
–Yo te creo Nienor, pero, ¿estás segura de que no necesitamos también al hijo del rayo, aire y agua? –preguntó Endereth.
–De lo único que estoy segura es de ser un cadáver condenado a vagar por este mundo. Según la magia antigua Eru solo mezcló fuego y hielo para crear el universo, pero las distintas magias, la arcana, la élfica, la de Rhun, consideran muchos más elementos. Yo me guío por lo que sé.
–No te enfades–dijo Endereth.
–No estoy enfadada, pero yo creía que Sayah y yo seríamos lo bastante poderosas para lograrlo, aunque de los aquí presentes solo uno posee un aura lo bastante limpia para poder coger la Vara, y ese es Faramir.
–¡¿Yo?! –preguntó incrédulo Faramir–¡No!, tiene que haber un error... Debe ser Ithlaiä, a ella la perseguía Alatar y es quien siempre nos ha sorprendido por sus poderes...
–Veo que Ithaliä es poseedora de una magia muy especial, la de los Unicornios, pero yo no sé apenas nada sobre ella –dijo Nienor– Mirad, por lo que yo sé, los "opuestos" como fuego y hielo, vida y muerte, son las fuerzas más poderosas, las creadoras, y suponía que Sayah, quien posee el don del fuego y la vitalidad, y yo, que me entiendo con el hielo y estoy muerta, podríamos intentar derrotar a Morhair con ayuda de las criaturas tenebrosas venidas del más allá de las estrellas: pensaba en ir con Sayah a enfrentarlo cuando las invocara, para que en estando presente la Vara de Morgoth completa, los conjuros funcionasen, y nosotras herir a Morahir para que las criaturas se lo llevaran.
–¿Y porque Faramir sería el único que podría tomar la Vara ahora? –preguntó Aragorn.
–Ya lo dije, porque su alma es muy pura, su esencia está llena de bondad–Faramir enrojeció en los brazos de su Asphil –él podría tomar la Vara y esta no lo tentará. verán, la Vara contiene la esencia de Morgoth, su sangre, atrapada en tierra, que es la cápsula perfecta de cualquier esencia, la única capaz de contener hielo y fuego por ser mezcla perfecta de ambas. La Vara, cuando se la arrebatemos a Morahir estará llena de maldad y si una persona que no sea totalmente pura la toma la Vara, la dañará.
–Pero, Ithaliä...
–Es muy joven, y en su corazón reinan los turbulentos sentimientos de la juventud, y no se que podría ocurrir si su magia y la de Morgoth se mezclarán, y a sus amigas les ocurre lo mismo, tu Aragorn, cometiste actos de los que no estas orgulloso y yo estoy llena de odio hacia Morhair...
–Está bien–dijo luego de una pausa Aragorn–Pero ya que estás de nuestro lado, deberás contarnos tus planes antes de ponerlos en práctica, ¿no pensaste lo peligroso que sería que Morahir pudiera controlar a esas criaturas de oscuridad?
–Claro, pero el destino de esta extraña época es mucho arriesgar, para ganarlo o perderlo todo.
–Me parece increíble que sea Faramir quien posea el alma más pura, aunque, para mí, era de esperarse y debería saberlo –dijo Asphil mientras sonreía.
–Te entiendo–dijo Nienor–y veo que los sentimientos no nublan tu mente, esa es una cualidad muy importante. Faramir es el único que tiene un aura lo suficientemente limpia, su alma no está cargada con ninguna especie de rencor, mientras todos los demás aquí presentes, tenemos asuntos pendientes que no hemos podido subsanar, o que no hemos querido olvidar, mientras eso suceda, no tendremos la fuerza necesaria, al menos no en esta vida.
–Nienor tiene razón–dijo Aragorn–Faramir siempre ha tenido una gran fuerza para enfrentar la adversidad, he visto con las tragedias que ha tenido que enfrentarse, y siempre sale con la cabeza en alto.
Elemmire intervino:
–Me gusta la idea de saber que serás tú quien porte la vara, ellos tienen razón, aunque a decir verdad, en cualquiera de los aquí presentes yo hubiera puesto mi confianza.
–No voy a defraudaros, –dijo Faramir–si he de ser yo quien porte la vara, pondré todo lo que esté de mi parte para que todo salga exactamente como lo deseamos.
Nienor aclaró:
–No quiero que penséis que intento imponeros algo, solo os estoy transmitiendo mis conocimientos, todos vosotros tenéis vuestros propios puntos, y creo que hemos coincidido.
En esos momentos Arwen habló:
–De eso se trata, de conjuntar los conocimientos de todos para aclarar algo de lo que solo teníamos una idea, cada quien ha puesto su granito de arena, y todos han sido muy valiosos, yo estoy completamente de acuerdo en lo que hemos logrado hasta ahora, y no creo que nadie tenga alguna objeción. Yo en lo personal creo que efectivamente Faramir es el correcto, además de ser una persona muy querida por todos nosotros.
–Él está cerca –dijo de pronto Nienor–. Suponía que me seguiría, pero no tan pronto, ¡rápido, tomad posiciones de combate y no caigáis vivos en sus manos!
Instantes después, en una especie de esfera oscura, llegó un sombrío individuo. Vestía de negro de pues a cabeza, era guapo, tenia los cabellos oscuros y los ojos eran dos pozos negros que se asomaban al vacío. Era Morhair, el único elfo malvado.
–¿Ahora viajas en grupo, Nienor? ¿Acaso ya no confías en tus poderes espirituales? –dijo el recién llegado, y sacando una espada negra la blandió ante la comunidad y era como si una sombra de viento se abalanzase sobre ellos. Sayah la rechazó con una bola de fuego.
–Vaya, al menos no son pura basura como tu pueblo.
Nienor conservaba la calma. Sayah lanzó otra bola de fuego, pero la esfera obscura volvió a proteger a Morhair.
–Supongo que buscáis esto –dijo sacando la Vara, un cetro de cristal negro, en cuyo centro parecía arder una siniestra llama rojiza.
–Ese objeto no te pertenece–exclamó Ithlaiä.
–No: Alatar decía que te pertenecía a ti, lo quería para ti, para entregarlo a su hijo y dominar Eâ. Afortunadamente murió, y no tengo la menor intención de entregar este maravilloso objeto a nadie. Pero si quieres ser mi esclava, quizá te permitiría portarlo.
–¡Jamás! –gritó Ithlaiä, y vehemente, se lanzó con la espada desenvainada hacia Morhair, pero la esfera la detuvo.
–¡Ithlaiä, aléjate! –gritó Nienor.
–Bien, querida, vengo a ver si en verdad estos conjuros que me regalaste funcionan.
Ithlaiä salió rebotada y cayó de espaldas dos metros más lejos de Morhair. Este rió y empezó a conjurar los hechizos que le había dado Nienor. Unas extrañas nebulosas salieron de la nada y cobraron forma de humanos de repente Ithlaiä empezó a oír lamentos de personas muertas y llantos y gritos, parecían estar dentro de su cabeza se tapó los oídos y gritó, nadie entendió qué le ocurría pero cerraba los ojos con dolor y de ellos brotaron lágrimas.
–Ithlaiä, ¡¿qué ocurre?! –gritaron varios. Ella no respondió.
–Es obvio que ella puede oír los lamentos del odio y el dolor de las almas que están en pena y no han podido morir en paz. Además la sangre de varios unicornios se utilizó para fines maléficos con la vara –dijo Morhair. Muchas almas flotaban alrededor de ellos y Morhair reía a carcajadas malvadas.
Dejó de hacerlo cuando una de las flechas de Nienor le atravesó el pecho. Se retorció, visiblemente adolorido. A Ithlaiä le asombró que la flecha de Nienor pudiera traspasar el campo esférico de energía que rodeaba a Morhair.
–Nienor, querida–dijo mirándola intensamente y tomando con fuerza la vara en la mano–mantente al margen de la situación, ¿quieres?
Y apretando con fuerza la Vara todos vieron cómo emitía una luz oscura y rojiza, y Nienor cayó al suelo agarrándose con fuerza la nuca, Ithlaiä pudo ver que la lucecita que creía percibir en la nuca de la mujer, casi siempre rosada y clara, se oscurecía.
–¡Sayah! –gritó la elfa, y la hechicera lanzó una de sus bolas, que distrajo al elfo malvado y Nienor se quedó muy quieta en el suelo.
-¡Malvado! –le gritó Ithlaiä, y el otro se rió. Sayah se había acercado a Nienor.
–¡¿Estás bien?
–Sí, –dijo y sacó otra flecha– vamos, antes que pierda la calma, y pierda mis poderes espirituales debemos atacarlo al mismo tiempo; tu lánzale la mayor bola que puedas, y yo le dispararé.
–De acuerdo–y volviéndose a Ithlaiä le gritó que se apartara.
Sayah y Nienor atacaron al mismo tiempo, y la flecha de la muerta andante se introdujo en la de la mujer llena de vida, e Ithlaiä se encegueció con el resplandor tan poderoso de aquel ataque, y cuando el brillo se disipó no vieron nada de Morhair.
–¿Habremos acabado con él? -preguntó Ithlaiä.
–No lo creo, pero ahora sabemos que unidos somos más fuertes –respondió Nienor–y que él no es lo bastante poderoso para invocar a las sombras, así que la próxima vez, Ithlaiä, invocarás junto a él, ¿te parece?
–¿¡Qué quieres decir con "invocarás junto a él"!?
–Que si queremos que las almas se lo lleven tendremos que necesitar más poder y quizá tú puedas conseguirlo.
–Pero, ¿Qué quieres que haga? ¿hacerme su amiga o que?
–No mujer, no creo que pudieras, digo que desde un lugar un poco lejos y un poco cerca de él cuando vuelva a por nosotros tendrás que concentrarte y mirarle fijamente a los ojos sin pestañear y pronunciar unas palabras que te deberá enseñar Endereth. Los demás formaremos una barrera protegiéndote con nuestros cuerpos.
–Pero... Eso será demasiado peligroso... Además, ¿Qué le pasará a el trozo que está en tu cuello? He visto lo que le ocurría, estaba apunto de ceder...
–Sí... Mi fragmento... –Nienor suspiró–Ocurre desde que Morhair fortaleció la Vara con sangre de unicornio, para poder ensuciar el fragmento de mi cuello a la distancia, y controlarme de esa forma.
–¿Sangre de unicornio? –preguntó muy interesado Endereth.
–Sí, la de la criatura más mágica que existe, mató a trece–Ithlaiä soltó un grito ahogado, sabía que la peor acción que podía cometerse era matar un unicornio.
–¿¡Trece?! –dijo– ¡¿por qué tantos?!
–Porque trece eran las esencias que habían disminuido los poderes de la vara, las de los trece hechiceros que la habían sellado.
–Pero, el trece es un número de mala suerte... –dijo Endereth.
–Sí –respondió Nienor –y catorce el más afortunado, así que reuniendo catorce esencias es como mejor se puede manipular la Vara: por ello quien quiera realizar algo con ella debe llevar trece esencias, y con la de la Vara misma, son catorce.
–¡Claro! –exclamó Endereth–brillante... Pero, ¿y si Morhair te controla?
–Si eso llega a ocurrir–dijo Nienor con mucha calma–deben extraerme el fragmento. Me gustaría que si es necesario extraerlo, lo hicieras tu, querido Endereth.
–Pero... –dijo él, pálido–eso... ¡Sería matarte Nienor!
–Sería cumplir la ambición de los resucitados.
–¡No puedes tener ganas de morirte! –gritó el elfo.
–Puedo y las tengo. Tanto que por eso os ayudo cuanto puedo. Sabrán que es necesario devolverme al mundo al que pertenezco si veis, sobre todo tú Ithlaiä, que mi fragmento se vuelve del color del resto de la Vara.
Ithlaiä asintió, un poco consternada. No le caía muy bien Nienor, sobre todo a causa de los celos por Endereth, pero de ahí a esperar que se muriese... Sin embargo, la bella elfa no pudo evitar fulminarla con la mirada cuando , abrazando a Endereth, dijo:
–Pero no creo que pierda el control de mi misma como para que deban hacerlo.

–Bien–dijo Nienor cuando llegaron a la encrucijada del camino del Norte, un par de días más tarde–. Aquí debemos decidir cómo actuaremos.
–Sí, –dijo Aragorn–sorpréndenos con tu nuevo plan, Nienor.
–No tengo ninguno–dijo, y la vieron sonreír levemente.
–Entonces debemos realizar uno. La Vara es un objeto muy poderoso y peligroso, yo sugiero que hagamos con ella como con el anillo, que sea destruida.
–Yo desearía que fuera conservada y purificada, ya que su naturaleza solo es mitad maligna, y la persona indicada–a Ithaliä le pareció que la miraba de reojo–podría hacer muchas cosas buenas con ella.
–Analizemos ambas opciones...
–Espera–dijo Nienor–. Cualquier cosa que deseemos realizar con la Vara, la lograremos mejor si somos trece: ahora solo somos Légolas Elemmire, Asphil, Faramir, Arwen, Sayah, Ithlaiä, Endereth , tú y yo : diez. Nos faltan tres. Y Endereth dijo algo sobre el hijo del rayo, aire y agua. Pensadlo. Tres hijos de los elementos que faltan, según la filosofía de Endereth. Tres que nos faltan según mi filosofía. ¿Os parece que sea casualidad?
–No... –dijo Ithlaiä, mirándola fijamente.
–A mí tampoco. Quizá debamos buscar a los tres, para que todas las cuentas según todas las filosofías, cuadren. Si elegimos hacer esto, siguiendo el camino central de la encrucijada que sigue al norte, encontraremos según una vieja leyenda de mi pueblo, al oráculo, a aquel que lo sabe todo–hizo una pausa–. El camino de la derecha lleva al océano, y el de la izquierda al castillo de Morhair. ¿Cuál es el camino que hemos de seguir?
–Yo pienso que debemos ir en dirección al castillo–intervino Légolas.
–Pero por ahí corremos peligro de que Morhair nos ataque nuevamente–le contestó Arwen.
–Bueno, el peligro de que el nos ataque es en cualquier momento y en cualquier lugar, más ahora que ya sabe lo que deseamos, pero lo más importante por el momento es conseguir la vara. Además, no sabemos si en el camino o incluso en el castillo mismo encontraremos a los tres elementos que nos faltan.
–Creo que es buena tu idea, Légolas–dijo Aragorn, –no tenemos ni idea de dónde encontrar a los otros tres elementos, y mientras más vayamos acercándonos a nuestro objetivo, más fácil será.
–Y claro, él ya sabe que no va a tomarnos desprevenidos, no debemos menospreciar sus poderes. La última vez que lo vimos, no fue casualidad, vino a probarnos. Yo pienso que sabe exactamente lo que pretendemos, y lo que quería saber es qué tan fuertes somos o qué tipo de poder usamos para ello –dijo Légolas. Aragorn y Faramir, iban al frente de la comunidad, atentos a cualquier clase de peligro que pudiera tomarlos por sorpresa, ya era de día, y la noche anterior todos habían estado de acuerdo con Légolas en tomar el camino al castillo. De pronto, caminando hacia ellos, venía un elfo, muy alto, tenía la piel blanca y unos ojos de un color gris profundo, era muy bello, y con una elegancia que casi caía en arrogancia. Inmediatamente todos sacaron sus armas y apuntaron hacia él. El elfo ni se inmutó, pero sí dijo:
–Sé quiénes sois y a quién buscáis. Pues bueno, estáis de suerte –dijo el elfo con gran arrogancia. Extendió una mano a ellos y una pequeña bola de rayos apareció en su mano chisporroteando.
–¿Tú eres... El hijo del rayo?
–Así es. Supongo que me estabais buscando ya que la conciencia me impedía hacer otra cosa que no fuera venir hasta aquí. Una especie de magia me trajo hasta aquí –dijo el elfo de ojos grises–. Tú tienes que ser la hija del hielo, ¿no? –dijo dirigiéndose a Nienor.
–Sí, exactamente–dijo ella–estamos en medio de la misión que supongo que tú ya conoces.
–¿Cómo sabemos que no es una trampa de Morhair? –dijo Endereth.
–Es fácil, lo someteremos a una pequeña prueba de poder –dijo Sayah. Nienor la miró estupefacta.
–¿¿Cómo piensas hacerlo??
–Así que tú eres la hija del fuego... He oído hablar de tu intensa vida.
–Sí, mi vida ha sido muy intensa y aún lo será quizá más intensa aún, pero no creas que estoy orgullosa de ella –dijo Sayah mirándolo directamente a los grises y profundos ojos del elfo. Un mechón de su largo y liso pelo negro y brillante caía en su cara suavemente. Era una extraña belleza élfica–. La prueba en la que he pensado es la de juntar nuestros poderes en uno. El hijo del rayo sostendrá una cantidad de energía eléctrica en el aire mientras yo y Nienor hacemos lo mismo. Si las energías se funden, es el auténtico hijo del rayo–Nienor estuvo de acuerdo y así lo hicieron, formaron una extraña fusión del rayo, el fuego y el hielo.
–Está claro que eres el hijo del rayo. Mi nombre es Sayah y ellos son Nienor, Endereth, Légolas, Faramir, Asphil, Elemmire, Arwen, Aragorn e Ithlaiä.
–Mi nombre es Kinalath–el elfo hizo una reverencia.
–¿Sabes dónde pueden estar los hijos del agua y el aire? –preguntó Légolas.
–Pues no, lo siento. Pero sólo sé que la última vez que me encontré con el hijo del agua, no quedamos muy bien.
–Bueno, ¿y conoces al hijo del aire? –dijo Aragorn.
–Solo sé que es una mujer pero jamás la he visto, tan solo he oído hablar de ella. Dicen que su belleza es la de los ángeles y su nombre es Merenwen –dijo Kinalath.
–Así que es una mujer. Bueno no nos queda más remedio que seguir adelante –dijo Aragorn–. Supongo que ellos ya nos encontrarán al igual que Kinalath.

El castillo de Morhair ya se divisaba desde lo alto de la nevada colina. Ithlaiä deseaba encontrar pronto a los hijos de los elementos faltantes, para poder empezar una vida normal al lado de Endereth. Lo amaba, y ya no tenía más celos de Nienor. Se le habían quitado, cuando, la noche anterior, mientras todos dormían y Nienor hacía la guardia la había despertado la voz triste de la mujer cantando muy bajo:
–"De mis soledades voy, a mis soledades vengo, porque para estar conmigo, me bastan mis pensamientos... No sé qué tiene mi aldea, donde vivo y donde muero, que con venir de mi misma , no puedo venir de más lejos".
–Lo que nunca comprendí–le dijo, interrumpiendo–es el por qué eres mujer, si Sayah lo era, según tu filosofía, ¿no deberías tú ser hombre?
–Claro... –Nienor la miró, sonriendo–pero la virilidad no se lleva en el cuerpo, sino en el corazón... Cuando nací, una vidente dijo que yo había nacido con el don del odio. Una gran ironía del destino, brindar el don del odio a una sacerdotisa que debe evitarlo...
–¿Tú odias Nienor?
–Solo a Morhair... ¿Sabes? Sayah debería poseer el don del amor, pero me pregunto...
–¡¿Qué?!
–Nada... Divagaciones de vieja... El sol empieza a salir. Ese es el castillo de Morhair.
Despertaron a todos los demás, y decidieron atacar a Morhair así, incompletos, por sorpresa. Nienor meneó la cabeza , pero los siguió. Acordaron que Nienor lo llamaría, y cuando apareciese, los hijos de los elementos atacarán. Nienor llamó a la puerta del tenebroso castillo.
–¡Morhair! –gritó–Sal de ahí, cobarde.
–Nienor, querida, ¿qué regalo me traes ahora?
–Este–dijo disparándole una flecha que se le clavó hasta el verde penacho en el pecho.
–Te creía lo bastante lista para comprender que así, jamás me acabarás matando. Yo podría acabar contigo cuando quisiera.
Nienor se mantuvo impasible, y ocultos, Ithlaiä, Sayah, Kinalath y Endereth empezaron a convocar a las sombras.
–Eres mía, Nienor. solo tengo que oscurecer el fragmento de tu nuca y volverás a ser mía, como aquel invierno, ¿recuerdas aquel invierno luego que te devolviera la vida? Eres mi esclava, mi...
–Tu no me devolviste nada. Fue aquel mago azul. Eres incapaz de darme nada, ni siquiera la muerte. Eres un cobarde que siempre mandas a otros a realizar el trabajo sucio. ¡Eres incapaz de hacerme nada!
Morhair se quedó sin palabras y los elfos ya iban a mitad del conjuro. Nienor los miró y supo que debía darles más tiempo.
–¿Te digo cómo me mató tu amo, el brujo de Angmar? Lentamente, muy lentamente, sometiendo mi cuerpo a torturas que ni tú puedes imaginar.
–Nienor–dijo Morhair con los ojos húmedos y su esfera de energía desapareció–yo no quería matarte amor mío, él te encontró y no pude...
–¡Silencio! Pudiste, pero eras un cobarde, tardó siete días en matarme, siete días en los que yo solo anhelaba morir.
–¡Yo solo le pedí que te amenazara, para que me aceptaras!
–¡Y me amenazó! –Ithaliä vio que Nienor estaba furiosa, y vio que le rodeaba un extraño halo azulado– ¡Y luego cumplió todas sus amenazas! A diferencia de ti, yo jamás temí a la muerte, siempre supe que solo era un trámite, ¡¡pero jamás te perdonaré lo que me hiciste hacer, a mí y a los míos!! ¡Muere maldito! –dijo, y en vez de lanzarle una flecha, lo atacó con cientos de punzantes astillas de hielo que lo hirieron y capturaron. Sayah dejó de invocar , para ayudar a Nienor a terminar con Morhair, pero Kinalath la detuvo:
–Espera: hielo, fuego y rayo serán mejores –dijo, y lanzándole sus ataques juntos, destruyeron todo el portal del castillo. Sin embargo, no fue suficiente, ya que vieron surgir a Morhair de las ruinas, en su esfera. Volvieron a atacar pero la esfera detuvo el ataque, y luego se desvaneció. En aquel momento, sombras gimientes llegadas de confines remotos aparecieron al terminar el conjuro los elfos y los rodearon, en vez de ir por Morhair.
–¿Qué sucede, de dónde han salido estas sombras? –fue Aragorn el que habló. Sin embargo todos se pusieron en alerta, esperaban a que estas se acercaran más, para ver contra quien tendrían que luchar.
Al tiempo que estas aparecían, todo se cubría de una espesa niebla y ellos no podían dar cuenta exacta de los movimientos que las sombras hacían, hasta que estuvieron demasiado cerca y empezaron a atacar. Lanzaban unas pequeñas esquirlas de hielo sobre los miembros de la comunidad, tan afiladas como el mejor acero, y una de ellas le rozó un brazo a Elemmire, causándole una pequeña herida. Sayah y Kinalath reaccionaron inmediatamente, arrojando fuego y rayos sobre sus atacantes, mientras los demás trataban en vano de usar arcos, dagas y flechas contra ellos, pues no les hacían ningún daño.
Nienor se irguió delante de todos y empezó a recitar unas frases en élfico antiguo, cada vez en voz más alta. Dentro de toda la confusión que había ahí, nadie la escuchaba, pero de repente, las sombras se materializaron, tan horribles como ellas mismas, y entonces ya podían ser atacadas con la armas comunes, cosa que resintieron de inmediato, pues empezaron a caer unos sobre otros gracias a la destreza de todos como guerreros. Al ver que estaban mermando rápidamente, los demás huyeron velozmente hacia el bosque.
–Elemmire, deja que te vea esa herida, necesitas que te la atiendan –le dijo Kinalath y empezó a revisarle el brazo, la herida era seria, pero no peligrosa, y él la limpió con cuidado. Después puso su mano sobre la herida y dijo unas palabras que nadie de los presentes pudo reconocer.
–Ya no me duele–le dijo Elemmire– ¿Qué has hecho? No pudiste haberme sanado una herida tan rápido–Kinalath solo esbozó una sonrisa muy seductora y no dijo una palabra. En ese momento se acercó Légolas.
–Amor, ¿estás bien? –te dije que no te apartaras de mi lado, déjame ver.
–Estoy bien Légolas, ¿viste eso? Es increíble, en solo unos segundos me quitó el dolor y parece que ha cauterizado la herida.
–Lo he visto. Gracias Kinalath, por haberla curado–pero él nuevamente sonreía y seguía sin decir nada.
–Por Dios, ¿Qué fue eso que nos atacó? –preguntó Arwen. Nienor contestó:
–No os preocupéis por ellos, en realidad no son muy peligrosos. Los domina el miedo por Morhair, son espectros que él tiene entre un mundo y otro, los usa como esclavos, no están muertos totalmente, pero saben que si desobedecen el sufrimiento será terrible. Por eso atacan en grupos grandes y huyen siempre muy rápido, pues se asustan fácilmente.
Arwen prosiguió:
–No creo que Morhair esté interesado en acabar con nosotros por ahora, de ser así no nos hubiera mandado un ataque tan débil, más bien pienso que solo lo hizo para distraernos mientras él desaparecía.
–Así es, lo conozco bien. Él no nos considera un peligro por ahora, tal vez está tratando de encontrar a los otros elementos antes que nosotros, por eso solo ha aparecido en un par de ocasiones. Pero no podrá hacerlo, porque ya que estamos aquí los otros tres, ellos nos sentirán y tarde o temprano se reunirán con nosotros. Lo único que debemos hacer es tener más cuidado, Morhair seguirá haciéndonos más visitas, nos quiere tener en la mira, por hoy ya no nos molestará.
Todos estuvieron de acuerdo con Nienor, y comentando lo sucedido, se fueron caminando para buscar un lugar en donde pasar la noche.

Encontraron una cueva no muy honda en la que cabían todos así que allí hicieron su campamento y empezaron a hacer guardias en parejas. La primera guardia la hicieron Arwen y Aragorn. La segunda, Elemmire y Légolas, la tercera Faramir y Asphil, la cuarta Endereth e Ithlaiä junto con Nienor y la última la hicieron Kinalath y Sayah. Ella miraba el suelo sin encontrar ningún indicio de vida. Aquello la ponía un poco nerviosa. "Cálmate" se dijo. Y sin saber por qué empezó a cantar una canción. Cantaba muy bajo, las palabras acababan en susurros. Kinalath le miró extrañado, pero con admiración. Se puso una mano en la barbilla pensativo y solo entonces fue cuando Sayah recordó que no estaba sola en aquel desolado lugar. Ella dejó de cantar y él empezó a hablarle.
–¿Qué tal? –dijo con suavidad.
–Bien, al menos eso creo.
–Yo creo que no–se levantó y se sentó muy cerca de ella–, ya he oído esa canción una vez, pero no recuerdo donde. Sí... Espera, la oí una noche mientras vagaba cerca del Río Grande. Recuerdo una casa de madera al lado del río...
–Sí, allí vivía antes–dijo ella y lo miró directamente a los profundos ojos grises.
–Creo que tú y yo no somos tan diferentes... –dijo Kinalath. Puso su mano encima de la de Sayah. Los dos se miraron con seducción pero un estallido en el aire los interrumpió. El viento empezó a soplar con mucha fuerza, los ojos se les cerraban con la arena y el polvo les entraba en los ojos. Varios de los que dormían despertaron y vieron una extraña luz en la oscuridad de la noche y el viento dejó de soplar. Una mujer elfa caminó hacia ellos con paso seguro.
–Perdonad el retraso y el viento, soy Merenwen, la hija del aire–la elfa tenía largos cabellos dorados al estilo de Galadriel, sus ojos eran castaños y su piel estaba tostada por el sol. Sus facciones parecían en verdad a las de un ángel caído del cielo. Una extraña luz brillaba en sus ojos y su llegada había traído una extraña sensación de paz. La elfa llevaba un traje ceñido al cuerpo del color del cielo con algunas líneas blancas alrededor del escote. Un extraño y brillante collar de brillantes cristales adornaba su cuello.
Sayah y Kinalath se acercaron a darle la bienvenida, y uno tras otro Faramir, Asphil, Elemmire, etc. la abrazaron y la pusieron al corriente de cuanto aconteció. Solo Nienor continuaba construyendo con mucha paciencia y concentración un castillo de escarcha. Cuando lo terminó se levantó y para asombro de todos lanzó una ataque de esquirlas de hielo a Merenwen, quien lo disolvió con un vendaval.
–Es la verdadera hija del aire–dijo Nienor volviéndose a sentar–¿sabes algo del hijo del agua?
–¿De Uiniendil? –Merenwen parecía hacer memoria–Nunca lo he visto, pero dicen que se ocultó, que se retiró al lugar más aislado, inhóspito y secreto del mundo para no ser molestado ni capturado por el enemigo. Porque, es el más indefenso de nosotros.
–¿Ah sí? ¿Por qué? –preguntó Nienor.
–No lo sé... Ni que fuera el oráculo–. Un silencio pesado flotaba por la atmósfera.
–Sí.... Quizás... –dijo Nienor.
–¿Qué...? –preguntó Sayah.
–Quizá deberíamos visitar al oráculo. Tenemos muchas preguntas sin respuesta, y mientras no seamos Los Trece, incluidos los cinco hijos de los elementos, no podremos arrebatarle la Vara a Morhair.
–Tienes razón–le dijo Endereth–, pero... ¿No será peligroso dirigirnos tan al norte?
–Todo es peligroso–Nienor hizo una pausa–, pero el Polo Norte es el lugar más oculto e inhóspito de la Tierra Media, quizá allí se oculte Uiniendil... En todo caso, podríamos preguntarle al oráculo, donde está el hijo del agua, como vencer a Morhair, como purificar la Vara...
–Si, ese oráculo podría ayudarnos con su sabiduría–dijo Endereth–, ¿vamos? Porque nuestra otra opción es que ese hijo escondido se entere de nosotros y se nos una, pero no creo que las noticias lleguen rápido a donde quiera que esté oculto.
–Nuestras opciones son ir donde el oráculo o esperar sentados aquí, siendo un blanco perfecto para Morahir–dijo Nienor.
–Votemos, entonces, –dijo Aragorn–que alcen la mano quienes deseen ir donde el oráculo... ¡Todos! ¡No cabe duda que sois valientes!
–Me alegra esta decisión, –dijo Arwen– porque ahora en verdad seré de utilidad a esta comunidad, pues en los días que vivía con mi padre, aprendí todos los lugares de la Tierra Media. Su ubicación y cómo llegar y si la ciencia de los libros de Elrond no era equivocada, yo sé donde se halla el Sitial del oráculo del Norte.
La noticia de Arwen alegró a todos: incluso Nienor esbozó su pálida sonrisa.
Todos se dispusieron a prepararse para la marcha, estaban un poco más animados, pues sentían que poco a poco se iban acercando a su objetivo.
Elemmire se acercó a Kinalath y le preguntó:
–¿Por qué te apartas de todos nosotros? ¿Es que acaso no te agrada el hecho de estar en esta comunidad?
–No es eso, la vida me ha enseñado a confiar solo en mí mismo, he pasado por tantas cosas que me he acostumbrado a estar solo la mayoría del tiempo, así es que me cuesta un poco relacionarme con alguien más.
–Vamos, me imagino que tus razones tendrás, pero realmente yo te puedo decir que todos los que nos acompañan son buenos, incluyendo a Nienor y Sayah, que realmente tengo poco de conocer, pero hasta el momento se han mostrado leales.
–Bien, pero de momento estoy observándolos. He notado lo diferentes que son todas sus personalidades, y sin embargo todos se acoplan a la perfección, también he visto que hay varias parejas de enamorados, ¿o no te brillan a ti los ojos cuando ves a Légolas?
–Jajaja, ¿tan transparente soy? Así es, amo a Légolas y soy feliz en cuanto su mirada se posa en mí.
–Pues temo decirte que a mi no me sucede lo mismo, en este momento me mira como si quisiera atravesarme con una flecha.
–Jajaja, estás equivocado, él no es agresivo, solo que no te conoce y tal vez siente la misma curiosidad que tú. Por eso te observa, ya habrás observado que aquí nos protegemos unos a otros.
–Ya lo he notado, y empieza gustarme esa sensación.
Elemmire y Kinalath siguieron charlando de muchas tonterías, básicamente, ella le hablaba de cómo eran cada uno de ellos, y entre comentario y comentario, reían de cualquier cosa mientras Légolas los observaba con el ceño fruncido, muy pensativo.
Mientras eso sucedía, Asphil había ido a buscar agua con Faramir, iban caminando por una senda tomados de la mano en armonioso silencio.
–Te amo, le dijo Faramir en voz muy baja.
–¿Cómo? –contestó ella– No te escuché...
–Te amo –repitió él– y todo esto me parece como un sueño. Estar contigo, poder caminar a tu lado, no sabes lo que eso significa para mi, es como si el más grande de todos los sueños que he tenido se convirtiera en realidad.
–Sé exactamente lo que sientes, porque yo también te amo. Hubo momentos en mi vida en que pensé que no sería capaz de volver a sonreír, que todo había acabado para mi, pero agradezco a los Valar haber estado equivocada, ellos pusieron un ángel en mi camino para demostrármelo.
–Entiendo. Me hablas de cuando murió Boromir, sé lo importante que era para ti, ¿aun lo amas?
–Boromir va a tener siempre un sitio en mi corazón, pero ahora es diferente. A ti te conocí por medio de él, siempre me hablaba de ti, te quería muchísimo, así es que cuando te ví por primera vez. No me eras un desconocido. Al principio pensé que ese cariño que te había tomado, era por lo mismo, pero no, porque encontré a un hombre que no solo era todo lo que decía su hermano, era mucho más. Hubo momentos en que estaba muy confundida, yo misma creía que era otra clase de amor, pero cuando estaba en las casas de curación, me di cuenta que si moría no volvería a verte, que te amaba más que a mi propia vida, y que tenía que sanar porque solo quería estar contigo, te amo Faramir.
–Te amo–Asphil, le contestó Faramir con lágrimas en los ojos, y ambos juntaron sus labios en un largo y dulce beso. Faramir y Asphil se quedaron un buen rato alejados del resto de la comunidad, disfrutando de su amor.
Cuando por fin Elemmire regresó al lado de Légolas, vió que estaba muy callado y le preguntó:
–¿Te sucede algo amor? Te ves preocupado.
–No, estoy bien, ¿por qué preguntas?
–No sé, te noto muy pensativo, espero que no estés preocupado por todo este asunto de la vara, porque vamos muy bien. Poco a poco se han ido solucionando las dudas que tenemos.
–Lo sé, no estoy preocupado, solo estaba pensando, un poco de todo, pero me da gusto que te interese, dime, ¿que te cuenta Kinalath?
–Mmmhhh, de todo un poco, espero que esa costumbre que tiene de aislarse de los demás se le pase pronto, para que se integre con nosotros.
–Sí, te cae muy bien, ¿verdad?
–No lo sé, lo poco que conozco de él parece que es agradable, pero no te podría decir al 100% como es, ¿sientes curiosidad por él? ¿Por qué no te acercaste ahora que estábamos charlando?
–Se veía que estábais muy a gusto, no quise interrumpir.
–No seas tonto, tú no interrumpes nada. Me hubiera gustado que estuvieras ahí, para que también lo empieces a conocer.
–Tal vez en otra ocasión–. Empezaron a alejarse de la cueva caminando con paso firme pero no muy rápidos. Sayah se paró en medio del camino quedando la última. Miró hacia atrás como si se hubiera dejado algo o hubiera visto algo.
–¿Qué ocurre? –le preguntó Ithlaiä.
–Creí que alguien me llamaba desde allí –Sayah señaló la vasta espesura.
–Qué extraño... Lo más seguro es que te lo hayas imaginado... Por curiosidad, ¿cómo era esa voz? –preguntó la elfa.
–Era la voz de un joven... Lo extraño es que me resultó familiar cuando la oí–dijo la mujer.
–Deberíamos seguir hacia el oráculo–dijo Ithaliä.
–Tienes razón –dijo Sayah. Las dos siguieron caminando hasta volver a alcanzar al grupo y Endereth tomó a Ithlaiä por detrás.
–¿Cómo estás? –le preguntó al oído.
–Ahora que te tengo tan cerca de mí, muy bien–dijo ella. Él la besó en la mejilla.
–Deberías dejarte el pelo suelto–le dijo él mientras le deshacía la larga trenza.
–¿Por qué dices eso?
–Me encanta tu pelo, es tan suave, tan liso–mientras decía eso, acariciaba su pelo con suavidad. Una racha de viento sopló y su pelo voló por los aires dejando a Endereth con la cara cubierta de cabello. Ithlaiä se dio la vuelta y empezó a reírse.
–¡Eh! ¡No tiene gracia! –pero los dos se reían. Cuando Ithlaiä menos se lo esperó la tomó por la cintura como si estuvieran bailando y la miró con seducción, una mirada que a Ithlaiä le recordaba a Légolas ya que eran hermanos. Después le plantó un beso en los labios y ella le devolvió el beso. Despues de un largo trecho caminado:
–Queda muy poco para llegar al oráculo, pero no recuerdo por donde quedaba... Tiene que estar muy cerca–dijo Nienor.
–Esta doblando a la derecha aquel risco, tendremos que pasar por él. –dijo Arwen, y los humanos de la compañía miraron con duda (y un poco de miedo) el estrecho camino que serpenteaba por el risco.
–Arwen, amor, vosotros los elfos pasaréis sin problemas, pero nosotros... –dijo Aragorn, y Arwen rio.
–Creo que tendremos que cargar a nuestros amados –dijo sonriente Asphil.
–¡Pero tú no eres elfa! –le dijo Faramir.
–Es como si lo fuera, en Lorien aprendí muchísimas cosas con mi madre Galadriel.
–Con que esa era la extraña magia que notaba en ti –dijo Nienor–bien... Atémonos todos por la cintura para pasar el risco en fila de a uno, será más fácil y los humanos no nos sentiremos abochornados.
Así lo hicieron y luego de pasar el risco vieron a lo lejos una gran fachada, como de palacio, bellamente labrada en mármol negro, que se dibujaba en contraste contra la blanca nieve del paisaje. Al llegar al portón vieron que a sus lados dos estatuas eran pétreos guardianes y el centro tenía una inscripción en lengua antigua que Endereth leyó así:
– "A un lado el mundo de los vivos, al otro el de los no vivos; que cada cual permanezca en donde pertenece" –y al terminar de leer trató de abrir el portón, pero no pudo. Aragorn , Légolas, Faramir, Kinalath trataron todos juntos de abrirlo, pero permanecía herméticamente cerrado.
–¿Estás segura que este es el hogar del oráculo Arwen? –le preguntó Ithlaiä.
–Segurísima.... Pero, ¿cómo vamos a entrar si no podemos abrirlo?
–¿Deseas pasar? –dijo una voz profunda, que parecía venir de otro mundo y que salía de los labios de una de las esculturas de piedra.
–Sí... –dijo Arwen y la estatua se movió desenvainando una espada flameante y atacó a Arwen. La reina saltó y se protegió uniéndose al resto de la comunidad, que ya se preparaban para atacar. Solo Nienor se había sentado en un montículo de nieve y los observaba con aire cansado.
–¿Vosotros también deseáis pasar? –les preguntó la estatua.
–¡Sí! –gritó Ithlaiä - ¡y no serás tú quien nos lo impida!
La estatua llamó a su compañero y juntos atacaron a la Conumidad de la Vara. Los golpes de las espadas flameantes eran tan fuertes que donde caían, derretían la nieve y abrían el suelo. Sayah se defendió lanzando fuego, Kinalath rayos y Merenwen ventiscas, y los demás como pudieron. Nienor seguía sentada, mirándolos. Ithalia la vio y le gritó con cólera:
–¡¿Es que no piensas hacer nada?!
–Claro, solo espero que terminéis de jugar.
–¡Explícate! –le gritó Ithlaiä sin dejar de atacar a las estatuas. Nienor negó con la cabeza y luego, avanzando como si flotara por un camino de hielo que la precedía llegó , y usando el hielo separó a sus amigos de las estatuas y gritó:
–¡Basta! ¡Nos se muevan! –dijo a sus amigos y volviéndose a las estatuas–Solo yo pasaré por ese portal –Nienor quitó el hielo que contenían las estatuas y avanzó hacia ellas. Para sorpresa de la comunidad , las estatuas envainaron sus espadas e hincaron rodilla en tierra.
–Pasa, mi señora–dijeron a la vez–porque vos en verdad pertenecéis al mundo de los no vivos.
–Lo sé–respondió Nienor –, ¿Dónde está el oráculo?
–En el interior de este palacio, que es el límite terreno entre ambos mundos.
–Bien... Custodiad la puerta–se volvió a sus amigos–vosotros pertenecéis a este mundo, así que no podréis pasar, a menos que muráis a manos de los guardianes... Esperadme aquí, no me demoraré... Si llega Morhair... Dejad que los guardias hagan lo suyo. No interfiráis–. Aragorn asintió y Nienor, echándose atrás la capucha cruzó el portal que se abrió a su paso, y se perdió en la luz enceguecedora que salía de dentro. Luego, la puerta se cerró, las estatuas volvieron a su puesto y la comunidad de la Vara se acomodó para descansar.

Magia y Amor en la Tierra Media: Memorias de La Cuarta EdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora