Capítulo diecinueve: amor

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Merenwen iba en cabeza, bajaron unas escaleras en espiral de piedra que parecían estar poco cuidadas y tenían algunas telarañas y polvo. Eran oscuras así que Sayah encendió una llama en su mano. Al poco rato de descender encontraron una gran puerta de hierro que estaba cerrada y tenía una cerradura bastante grande. Merenwen miró por el agujero de la cerradura pero tan solo vio oscuridad. Olisqueó el aire que salía de la cerradura.
–Creo que esto es la despensa, huele a alimentos. ¿Alguien de vosotros sabe de abrir cerrojos? –preguntó la elfa mirando hacia arriba. Solo Ithlaiä bajó hasta ella.
–Esto me lo enseñaron hace un tiempo, cuando era pequeña... –dijo con una sonrisa. Sacó de una bolsita, tres trozos de alambre e hizo algunos movimientos. Los demás escucharon como se abría el cerrojo. Todos entraron en la despensa.
–Deberíamos hacer luz de alguna manera... –dijo Aragorn intentando mirar a través de la penumbra. Sayah alzó los brazos y pronunció unas palabras que flotaron en el aire:
–Maegovannen Lumus... –cuatro llamas blancas iluminaron cada esquina de la despensa y pudieron contemplar las maravillas que había allí.
–Gracias Sayah por la luz pero no deberías gastar tantas energías. –dijo Aragorn.
–Este pequeño hechizo requiere muy poca magia y concentración, en teoría lo puedo hacer siempre que quiera, pero gracias por preocuparte. –sonrió ella.
–Veo que Morhair no se conformaba con lo simple...–dijo Uiniendil mirando un barril de cerveza de la Comarca.
–Habrá matado a mucha gente inocente por esto... –dijo Nienor con furia.
–Esto me recuerda a Saruman y la Isengard caída... –dijo Aragorn echando un vistazo al tabaco.
–Estaban eligiendo lo que se iban a llevar para el camino y lo que iban a consumir un poco más tarde cuando Merenwen les dijo:
–Mirad, aquí hay otra puerta, ¿dónde nos llevará?
–¡Cuidado! No pienses que va a ser otra despensa, no sabemos qué vamos a encontrar, lo mejor es que tengamos cautela, yo iré al frente–dijo Aragorn. Entraron a un pasillo, no se veía tan tétrico, más bien se podría decir que lo mantenían en mejores condiciones que otros por los que habían pasado. Los tres caminaban muy lentamente, tratando de estar muy alertas por si surgía alguna trampa, pero no encontraron nada así, y llegaron a una puerta más, en una madera finamente tallada, todo indicaba que se trataba de una habitación importante. Aragorn la abrió con gran cuidado, pensando que tal vez se tratase de lo que habían sido las habitaciones privadas de Morhair, pero al entrar, los tres se quedaron boquiabiertos con lo que vieron. Era una habitación con mucha luz, que entraba por unos grandes ventanales estratégicamente colocados, la decoración era perfecta, el contraste entre esa habitación y el resto del castillo era enorme, esta estaba cuidada hasta en el más mínimo detalle, era realmente preciosa, pero lo que mas les llamo la atención fueron los enormes retratos colgados en la pared eran perfectos, y pertenecían nada menos que a... Nienor.
Llamaron a los demás para que vieran lo que habían descubierto, y cuando ellos entraron se quedaron igualmente sorprendidos. Nienor no decía una sola palabra, solo miraba completamente sorprendida, tratando de entender qué significaba todo esto. Pero no eran las habitaciones de Morhair, había también un enorme vestidor lleno con cualquier cosa que pudiera desear una mujer, exquisitos vestidos confeccionados en las mas finas telas, un sinfín de zapatillas de todos colores y tipos, accesorios, joyas, tiaras, finos pañuelos bordados con una "N", detalle que habían notado en varios accesorios mas de la habitación, etc. Y mientras tanto Nienor seguía observando las pinturas que adornaban las paredes, en todas había sido retratada a la perfección. Fue Kinalath quien habló primero:
–¡¿Es que no lo entendéis?! Esto es un Santuario en honor de Nienor, cada detalle creado en esta habitación está pensado para ella. Todo esto es para ella o al menos pensado para que algún día tomase posesión. Por eso los retratos, por eso todas estas cosas bordadas con su inicial, Morhair debió haberte amado mucho, para lograr esto necesita haberse inspirado en su amor.
Y justamente cuando todos pensaban que ella iba a explotar contestando a esto con algún sarcasmo, ella rompió a llorar, agachó la cabeza dejando escapar leves sollozos. Kinalath se acercó a ella y le pasó el brazo por los hombros.
–No debes llorar, tienes suerte de haber inspirado un amor tan grande, debes estar orgullosa.

Magia y Amor en la Tierra Media: Memorias de La Cuarta EdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora