Todos estaban un poco nerviosos, aunque cada quien por diferentes motivos, más de uno se preguntaba si es que podrían confiar plenamente en Nienor, y ahora con esto, solo ella había podido entrar.
Faramir y Asphil conversaban tranquilamente con Arwen y Aragorn, aunque el tema era el mismo, todos deseaban saber qué era lo que estaba pasando ahí dentro, y no había pasado desapercibido para ellos que no había toda la armonía en la comunidad que ellos hubieran deseado.
Itlaiä tenía cara de disgusto, pues hubiera preferido ser ella quien estuviera ahí dentro, no por tratar de ser más, sino por los celos que sentía por Nienor. Sin embargo, trató de distraerse iniciando una charla con Merenwen y Endereth, quien siempre estaba de buen humor, parecía que todo lo disfrutaba, incluyendo los pequeños estallidos de celos de su amada.
Légolas observaba a Kinalath, quien permanecía separado del resto de la comunidad, como tratando de evitar que alguien le hiciera conversación, y Elemmire, sentada junto a él muy pensativa, entonces él empezó a hablarle.
–Elemmire, te pasa algo, te noto un poco triste.
–No amor, solo pensaba en todo esto.
–¿Te preocupa el hecho de que solo Nienor haya podido entrar?
–No mucho, si siento que me desespero un poco, y quisiera estar ahí dentro y ver qué está pasando, pero me tranquiliza pensar que pronto lo sabremos.
–Elemmire, ¿me amas? –Ella lo miró extrañada:
–¿Porque preguntas eso, Légolas? Claro que te amo.
–Ven, necesito sentirte cerca de mi, últimamente te he sentido un poco distante.
Elemmire se acercó a él y se acurrucó en sus brazos.
–Légolas, mi amor, sabes que te amo demasiado, no sé si he estado un poco distante, si es así, ha sido sin querer, es que mi cabeza está llena de oráculos, torres, varas, y todo esto que estamos pasando, tal vez ha sido porque trato de concentrarme en lo que hacemos, pero aunque yo esté pensando en otras mil cosas, ni un solo instante sales de mi mente o mi corazón–. Légolas la abrazó fuertemente contra su pecho y la beso en la nuca, no quería sentir eso, no le gustaba el dolor que sentía cuando la veía con Kinalath, pero tampoco le decía nada porque él mismo pensaba que era exagerado.
Unos momentos después, Ithlaiä se levantó y dijo:
–No lo soporto más, iré a caminar un poco para calmar un poco la desesperación que siento.
Légolas se puso de pie y le dijo:
–Espera, no vayas sola, puede ser peligroso, Elemmire, vayamos con ella.
–Ve tú amor, yo me quedaré aquí descansando un poco–. Légolas se alejó en compañía de Ithlaiä.
–Légolas, amigo, estoy harta de esa Nienor, ya quisiera que todo esto terminara para dejar de verla, además, tu hermanito se pasa todo el tiempo que puede con ella.
–Ithlaiä, estás celosa... Vaya, déjame decirte que entonces los dos padecemos del mismo mal, no me gusta para nada cómo se tratan Elemmire y Kinalath. Dios, me hacía tanta falta hablar así contigo.
–Vaya, pues tienes razón en estar celoso de Kinalath, realmente es muy guapo, y tiene una personalidad muy interesante, si estuviera soltera...
–¡¡Ithlaiäaa!! Gracias, me estas dando muchos ánimos...
–Jaja, lo siento, pero en realidad yo pienso que Elemmire te ama, tal vez ha de sentir un poco de lástima por él, es que siempre está apartado de todos.
–Tal vez tengas razón, pero no puedo dejar de sentir eso, y si te vuelves a burlar de mí le diré a Nienor que Endereth desea recibir muuuuchos consejos de ella a solas.
–Eres un... –y diciendo eso se puso a perseguirlo para vengarse. Siguieron caminando un buen rato platicando de mil cosas sin importancia, hasta que al fin decidieron reunirse con los demás.
Iban caminando en dirección a donde estaban todos, pero un tramo antes Légolas volteó a un lado y se quedó petrificado.
–¿Qué te pasa? Parece que viste un fantasma, –le dijo Ithlaiä y volteó hacia donde miraba él. Enseguida entendió porque estaba asi su amigo, Elemmire y Kinalath estaban tan solo a unos metros de ellos, unidos en un fuerte abrazo, y Kinalath posaba sus labios en la mejilla de ella, muy cerca de la boca, tan ensimismados estaban el uno con el otro que no se dieron cuenta que los estaban observando. Ithaiä no podía creer lo que veía, estaba muda, y solo reaccionó cuando volteó a ver a Légolas, su cara reflejaba un gran dolor, así que empezó a decirle:
–Tranquilo, todo tiene una explicación, tal vez... –pero él no la escuchó, se alejó velozmente de ahí. Cuando él se marchó ella caminó furiosa a donde estaban ellos.
–¡Elemmire! ¿Qué diablos está sucediendo aquí? –Al instante se separó de Kinalath y le dijo:
–Ithlaiä, yo... No estoy haciendo nada malo, solo estábamos...
–No me importa que me expliques qué es lo que estaban haciendo, eso ya lo vimos Légolas y yo, lo único que me importa es que has lastimado a mi amigo, nunca pensé que fueras capaz de hacer algo semejante, no creo que quieras saber la opinión que ahora tengo de ti. Y en cuanto a tí Kinalath, ya estarás contento, ¿ese es tu maldito precio por ayudarnos? ¿Venir a destruir nuestras vidas? Ojalá nunca te hubiéramos conocido –diciendo esto se dió la vuelta y se alejó.
Elemmire no pudo decir palabra, se quedó ahí paralizada, y una lágrima corrió por su mejilla.
Ithlaiä se dio la vuelta y fué en busca de Légolas. No podía creerse que Elemmire le hubiera hecho algo así, al fin y al cabo Elemmire sabía cómo se podía sentir Légolas ya que a ella también le ocurrió algo parecido tiempo atrás. Ithlaiä anduvo durante un buen rato y encontró a Légolas acurrucado al lado de una piedra, sentado en la nieve con la cabeza gacha y la mirada más triste que Ithlaiä había visto jamás.
–Légolas... –dijo ella en voz baja. Él levantó la cabeza y la miró con aquella mirada tan triste, casi hizo llorar a Ithlaiä. Ella lo abrazó fuertemente y empezó a llorar silenciosamente por su amigo.
–Por favor no llores por mí, las nobles guerreras no lloran –dijo Légolas en voz baja.
–No lo puedo evitar... Nunca te había visto así y parece como si todo me hubiera pasado a mi... –dijo ella con un hilo de voz.
–No digas tonterías–Légolas le limpió las pocas lágrimas que ya habían empezado a congelarse con el frío–. Tú no deberías llorar, yo debería llorar, pero los elfos del bosque negro no lloran con tanta facilidad.
–Nunca hubiera pensado que Elemmire... –ella no acabó la frase cuando un estruendo la hizo callar, Morhair había aparecido.
–¡¡Corre, a las estatuas, como dijo Nienor!! –gritó Légolas.
–¿Deseas entrar? –le preguntó el guardián el elfo oscuro.
–Por supuesto–respondió este, echando una mirada despectiva a los elfos y humanos que lo veían a prudente distancia.
Y cuando la estatua avanzó y le descargó un mandoble con su terrible espada flameante, Morhair apenas pudo brincar a un lado.
–¿¡Pero qué significa esto?!
–Si deseas entrar al mundo de los muertos debes pertenecer a él–respondió la otra estatua avanzando hacia él –¡Muere y pasa!
–¡Están locos! –un miedo súbito y terrible se reflejó en los ojos de Morhair. Endereth lo notó y rio; conocía muy bien el miedo a la muerte que tienen los malvados.
–¡Yo no quiero morir! –gritó el elfo malo. Los guardias mantuvieron las espadas en alto.
–Entonces, no pasarás–respondieron y se encaminaron a sus pedestales.
–Pasaré–murmuró con maldad el elfo, y murmurando un conjuro que sonaba a miedo y desesperación preparó una ataque mágico,; una gran esfera más oscura que la que lo protegía, que crecía conforme él seguía conjurando.
–¡Debemos hacer algo! –exclamó Ithaliä– ¡o Morhair pasará!
–¡No! –respondió Endereth–Nienor dijo...
–¡No me importa lo que haya dicho Nienor! ¡Ella no es nuestra líder!
–No–dijo Endereth apenado–pero es quizá la más vieja y sabia.
–¡¿Una humana Enderth?! –le preguntó Ithlaiä con desdén.
–Una que se ha levantado de la tumba para caminar.
No pudieron seguir hablando, porque Morhair lanzó su ataque contra el portal.los guardianes, cruzando las espadas frente al portal lo protegieron y la esfera se desvaneció en un estruendo.
–¡Jamás podrás dañarnos! –dijo la voz de una estatua.
–Lo sé, tontos–Morhair estaba, para asombro de todos, parado junto a la cerradura de la puerta, detrás de los guardianes; el ataque con la esfera solo había sido una distracción. Introdujo una llave en la cerradura y esta se abrió. Ithaliä, Elemmire y los demás soltaron una exclamación y corrieron hacia la puerta. Los guardianes también se volvieron para atacar, pero la puerta se abrió y la luz encegueció a todos.
–¡¡Al suelo!! –gritó Endereth y obedecieron.
Luego de lo que les pareció una eternidad la puerta se cerró, guardando aquella luz en su interior. Se levantaron y vieron que los guardias habían vuelto a su pedestal y que ahí, en el suelo, estaba tirado el cuerpo de Morhair. Sayah , Merenwen y Kinalath se acercaron sigilosamente, listos para atacar, pero verdaderamente Morhair parecía muerto. Sayah se acercó a tomarle el pulso.
–Su corazón late muy débilmente.
–¿Lo matamos? –preguntó Kinalath.
–¡No! –exclamó Merenwen–Quizá lo necesitemos pero yo digo que lo atemos.
–Atadlo con las cuerdas de mi madre–dijo Asphil, ofreciendo los mágicos cordeles de Galadriel, con los cuales ataron al malvado, y montando guardia a su alrededor, esperaron toda la noche.
Poco después del amanecer el portal volvió a abrirse, y en su deslumbradora claridad se recortó la menuda figura de Nienor, y otra alta y desconocida. Cuando la puerta se cerró, Nienor se acomodó el cabello moviendo la cabeza, y avanzó sin cuidarse del hermoso joven que la seguía, llegó junto a la comunidad y les dijo:
–Les presento a Uiniendil, hijo del agua y oráculo.
El joven avanzó: aparentaba trener menos edad que Endereth, pero era alto, de pelo dorado como oro bruñido y ojos amarillos de mirada calida. Saludó con una graciosa inclinación de cabeza a la comunidad boquiabierta. Nienor los miro a todos:
–Ya sé que no lo parece, pero es uno de los elfos que no nacieron, de los que despertaron en Cuivenen. Ulmo, Valar de las aguas le concedió el don de la clarividencia y recibió la juventud eterna como don de Uinien, Maiar del mar, y se oculta para no utilizar su poder, el cual no debería deciros que es enorme, porque ama la paz y luego de sepultar al final de la primera edad a Beleriand en el fondo del mar con uno de sus ataques juró no volver a atacar a nadie –se volvió al elfo– ¿Se me olvidó algo?
–Decirles a tus amigos que yo deseo compartir su amistad, y ayudaros, sin violencia, a derrotar a ese tal Morhair y a recuperar la Vara de Morgoth.
Merenwen encabezó la bienvenida del último hijo de los elementos, y le mostró a Nienor a Morhair, le explicó lo que había ocurrido. La mujer lo examinó detenidamente, y lo miró largamente , luego se paró y dijo:
–Lo salvó de la claridad de la muerte su esfera protectora.
Uiniendil se acercó a verlo, lo revisó:
–Está malherido–dijo.
–¿Puedes sanarlo? –preguntó Nienor y Merenwen la miró estupefacta.
–Sí, eso creo... –dijo Uiniendil.
–Qué bien, porque voy a matar a este maldito cuando pueda defenderse, en igualdad de condiciones. Uiniendil encabezó el coro de protestas, tratando de convencer a Nienor de desistir en sus asesinos planes:
–Voy a matarlo yo. Ya lo he decidido.
–Eso sólo alimentará el odio que no deja tranquila a tu alma, Nienor –le dijo Uiniendil –¡¿no decías que deseabas alcanzar la paz y la tranquilidad eternas?!
–Sí, pero primero he de matarlo, porque jamás le perdonaré lo que hizo. y luego pasaré el resto de mi vida tratando de obtener la pureza.
Y no dijo nada más, y no hubo modo de convencerla, y ella se quedó velando por el herido, sin apartar los ojos de él, cuidándolo con tanta atención que hubiera podido pasar por amor. Pero no había amor en el helado corazón de Nienor, y Uiniendil lo sabía, y medito en ello mientras , sentado y silencioso a su lado, la acompañó toda la noche.
Ya había amanecido y Molhair aún no volvía en sí cuando Aragorn se acercó a ver como estaba.
–¿Aún no ha despertado de ese sueño?
–No–contestó Uiniendil–pero es normal, el golpe asestado fue duro, desafió la ira de los guardianes, sin embargo ahora es ya todo aturdimiento, muy pronto lo hará.
–Entonces esperemos un poco más para decidir cómo actuaremos, ¿deseas descansar un poco? Nosotros acompañaremos a Nienor.
–No es necesario, y me gustaría estar aquí cuando él reaccione, te lo agradezco.
Mientras en el campamento, todos se ocupaban en algo, sabían que debían esperar.
Ithlaiä le contaba a Endereth lo que había ocurrido la noche anterior, sabía que Légolas estaba muy mal y confiaba en que entre los dos podrían ayudarlo, así es que ambos se encaminaron al bosque. Un poco alejado, encontraron a Légolas, con la mirada perdida, tal vez más triste que la noche anterior, ambos se acercaron y empezaron a hablar con él.
Elemmire permanecía sola en el campamento cuando se acercó Kinalath.
–Dime, ¿qué puedo hacer?
Ella le contestó distraída:
–¿Cómo? No entiendo.
–Todo esto ha sido culpa mía, déjame al menos tratar de aclarar las cosas, déjame hablar con él.
–No Kinalath, soy yo la que tiene que hacerlo, tú no intervengas–y diciendo esto se dirigió en busca de Légolas. Lo encontró en compañía de Ithlaiä y Endereth, charlando los tres en voz baja.
–Légolas, necesito hablar contigo.
Pero la que contestó fue Ithlaiä:
–Déjalo en paz, ¿no has hecho ya suficiente daño?
–Basta Ithlaiä, hablaré con ella.
Se dieron media vuelta y se dispusieron a alejarse de ahí, pero al pasar junto a Elemmire, Endereth le dijo brevemente antes de alejarse:
–Elemmire, tú y yo nos conocemos muy poco, y yo se tal vez muy poco de sentimientos, pero lo que si entiendo bien es que estás lastimando a mi hermano, y me estas haciendo conocer lo que es el odio.
Elemmire miró a Légolas y empezó a hablar:
–Légolas, déjame explicarte lo que sucedió anoche, se trata de...
–¡No! No quiero que me expliques nada, es obvio que tú y Kinalath os entendéis a la perfección, no desde ayer, fue desde que él llegó. Pues bien, ahora pueden seguir haciéndolo sin tener que esconderse, porque entre tú y yo ya no hay nada.
–Légolas tienes que escucharme...
–¡No! Lo único que quiero que quede bien claro es eso, todo terminó entre nosotros, no cruzaremos siquiera una palabra de amistad, no quiero que estés cerca de mi.
–Por favor...
–Basta Elemmire, no quiero seguir hablando de algo que no tiene vuelta, lo que vi anoche fue suficientemente más claro que mil palabras, no me importa ya nada que tuvieras que decirme, solo aléjate de mí.
–Légolas...
–No me importa ya lo que pienses o lo que sientas, vete.
Elemmire no podía creer todo lo que le había dicho Légolas, y con cuánto rencor le había hablado, en un instante había perdido no solo su amor, sino también la amistad de Ithlaiä y de Endereth. Se sentía vacía, caminaba sin mirar al frente mientras se alejaba de ahí.
Al llegar al campamento parecía otra persona, y Kinalath se acercó rápidamente a ella.
–¿Qué ha pasado? ¿Hablaste ya con Légolas?
Ella no contestó, se quedó mirando al vacío y ni una sola lágrima salió de sus ojos, solo había en su rostro una palidez que asustaba. Asphil observó lo que pasaba y se acercó de inmediato.
–Elemmire, ¿qué te sucede? ¿Te sientes mal? ¿Qué le pasa, Kinalath?
–Discutió con Légolas.
–Vamos Elemmire, no tienes porque ponerte así, lo que sea que haya sucedido lo solucionarán.
Pero ella seguía sin contestar, y Asphil tratando de hacerla reaccionar. Asphil estaba acostándose en verdad, y a punto de llamar a Faramir para que los ayudara cuando Elemmire por fin habló.
–No me pasa nada, lo siento, no debí asustarlos, estaré bien, tengo que estarlo.
–Elemmire, tranquila, todo pasará, iré a traerte un poco de agua. En cuanto Asphil se alejó Kinalath volvió a preguntar:
-Fue peor, ¿verdad?
–Él me odia, ni siquiera me dejó hablar, no he podido explicarle nada, lo he perdido.
–No te odia y te juro que yo haré que todo se solucione, no he venido aquí más que a hacer daño, quisiera que esto acabara lo más pronto posible para poder alejarme, pero antes de eso, voy a arreglar las cosas.
–No, no quiero que intervengas, ya te lo pedí antes, esto ya no tiene solución, tal vez tenía que pasar.
Kinalath sintió mucha tristeza cuando ella dijo esto, y el sentimiento de culpa aumentaba, pero ya no le insistiría, y pensaría en una forma de actuar, él no se marcharía de allí habiendo dañado a alguien más.
De repente empezó a escuchar voces que lo hicieron voltear, eran Nienor y Uiniendil, el trataba de calmarla, pues Molhrair estaba despertando.
–Te voy a matar.
Estas fueron las palabras con que Nienor saludó a Morahir, y éste, creyendo que del dicho pasaría al hecho pego un grito y empezó a chillar y a retorcerse.
–Ten un mínimo de dignidad y cállate –le dijo ella.
–¡No me mates, por favor! ¡Yo no quería matarte, yo...!
–¡Silencio! –ordenó Nienor.
–Estás a salvo por ahora, elfo –le dijo con un tono neutral Uiniendil.
–Hasta que seas capaz de defenderte estarás a salvo. Cuando te recuperes nos batiremos en duelo.
Morhair echó una rápida, astuta y calculadora mirada a su alrededor. Se acercó a Uiniendil, pues la apariencia cándida del elfo debía inspirarle confianza.
–Puedo deciros muchas cosas, puedo entregarles la vara–dijo Morhair–pero debéis prometerme mi vida y llevarme a mi palacio.
–No estás en condiciones de pedir nada–dijo Nienor, y rápida como un rayo sacó su daga y acarició el cuello de Morhair con ella. Uiniendil, creyendo que lo degollaba pego el grito que hizo a Asphil y a Elemmire acercarse.
–Nada ¿entendiste? La Vara la tomaremos nosotros y tú morirás en mis manos.
–Nienor, la violencia solo engendra violencia... –le dijo Uiniendil. Nienor se encogió de hombros y se volvió a Elemmire y Asphil.
–La única que debe odiar aquí soy yo, y según Uiniendil, ni yo. Así que explicadme por qué siento tanto odio en el ambiente.
Elemmire dudó, molesta. Nunca había platicado íntimamente con Nienor y ahora ella le pedía que le contara su vida privada.
–Elemmire y Légolas se han peleado... –dijo bajito Asphil, sin mirar a Elemmire.
–Estos jóvenes... –dijo Nienor–... Nunca aprenden... ¿Y cuál es el motivo, si es que lo hay?
Asphil miró a Elemmire.
–Discúlpame–le dijo–pero siento que puedes confiar en ella.
–Perro que ladra, no muerde–sonrió Nienor.
–Bien... Es que Kinalath... Él, bueno, él... Creo que le gusto... Y mientras charlabamos él intentó robarme un beso y Légolas lo vió... Y...
–A ese elfo le gustan todas.
–¡¿Cómo?! No te entiendo, ¿qué sabes de él?
Elemmire se calló, porque Nienor ya estaba alejándose.
–Ese tipo necesita unas lecciones de humildad–dijo.
–Kinalath estaba bebiendo algo cuando Nienor llegó, dándole un puñetazo.
–¡¿Qué te pasa?!
–Me pasa que no me parece tu maldita actitud pretenciosa de conquistador.
–Pues a mi no me agrada tus helados aires de sabihondez.
– Tienes una de las auras más sucias que he visto en mi vida.
–Eres una de las mujeres más desagradables que he conocido.
–A mi tampoco me ha gustado volver a encontrarme contigo.
Ithalia, Endereth, Arwen y los demás se habían acercado al ver que Nienor golpeaba a Kinalath.
–¿Que significa eso de volver a encontrarlo? –preguntó intrigado Endereth.
–Hace algunos años, cuando pasaba por Esgaroth sobre el Lago Largo–dijo Nienor–en una posada conocí a un chocante individuo, quien creyéndose irresistible, se le insinuaba a todas las jóvenes.
Endereth se echó a reír.
–Me imagino que se te insinuó–dijo Endereth y estalló en carcajadas.
–Sí.
Légolas escuchaba todo aquello boquiabierto.
–Bueno, eso me ocurrió por no ser selectivo: desde entonces, Nienor, solo les hablo a las jóvenes bellas.
–Eres asqueroso. No se como puedes ser el hijo del rayo.
–¿Yo asqueroso? Eres un cadáver ambulante, por favor.
–¡Basta! –exclamó Uiniendil. –Kinalath, las desgracias que has sufrido no justifican tu comportamiento.
–¡¿Qué sabes tú de mi vida? –le dijo él desafiante.
–Aparte de grosero, idiota: él es el oráculo–dijo Nienor.
–Así es y nosotros somos la comunidad de la Vara, y la paz y la armonía deben reinar entre nosotros para derrotar al mal. ¿No han visto como sonreía Morahir al vernos pelear? Nuestras peleas solo ayudarán al enemigo.
–Sí–dijo Aragorn–es la vieja máxima de la guerra : divide y vencerás.
–Deberíamos ser nosotros quienes dividamos al enemigo, no dividirnos nosotros.
–Bien: estoy dispuesta a contribuir a la paz–dijo Nienor–, pero que cada cual haga su esfuerzo por dejar sus defectos.
Entonces por sorpresa de todos, Sayah habló con una voz muy dulce que encandiló a todos:
–La paz debería reinar en esta comunidad, por muy pocos instantes buenos encontremos... –dijo ella. Se hizo silencio y Sayah cerró los ojos y cantó una canción en una lengua extraña que ninguno entendió. La voz calmaba a todos los presentes, incluso Morhair se sintió a gusto. Cuando dejó de cantar todos parecían haber despertado de un largo sueño y estaban más animados. Légolas se acercó lentamente a Elemmire y la miró a los ojos.
–Légolas, oye yo...
–Si lo que dice Nienor de Kinalath es verdad, significa que te puedo perdonar porque tú no tenías la culpa de que él te quisiera robar un beso...
–Légolas... –dijo Elemmire con lágrimas en los ojos– Eres demasiado bueno conmigo... Quiero confesarte algo... Hubo un instante en que lo amé... Pero fue un instante pequeño... ¿Igualmente me podrías perdonar...?
–¿Lo amaste? No lo entiendo.
–No sé, estoy muy confundida, no fue amor, pero no sé explicarlo.
–Lo mejor será que hablemos más tarde.
Légolas se alejó de ahí con mil pensamientos encontrados, no sabía qué sucedía, pero él seguía sintiendo rencor.
Kinalath se acercó a Uiniendil para hablar con él, ahora que los demás estaban un poco apartados.
–Uiniendil, lo siento, no debí haberme comportado de ese modo contigo, pero perdí el control.
–Pero ¿qué es lo que sucede contigo Kinalath? ¿Realmente es cierto lo que sucedió con Elemmire? Porque entonces estás tratando de crear problemas.
–Es como siempre, no se que sucede que todo se vuelve en mi contra. En cuanto a Nienor, no está diciendo la verdad y no se porque me ataca. Más bien acostumbra a atacar a todo mundo por lo que veo, empiezo a sospechar que Molhrair no es tan malo como dice ella. Tú más que nadie debes saber que ella nos oculta cosas, y eso me preocupa no por mi, sino porque está poniendo en peligro la misión que nos trae aquí.
–Todo eso que me dices es cierto, pero tú tienes gran culpa, porque no abres tu corazón a los demás, ahora muchos te consideran en realidad un ser sin sentimientos. Ahora dime, ¿qué sucedió con Elemmire?
–Lo mismo, ella sabe la verdad de mi vida, todo lo que sucedió después fue un malentendido, y aunque ella no me ha dejado aclarar nada con Légolas, lo haré. Se que perderé la amistad que comenzaba con ella, pero prefiero eso a verlos así a ambos, ellos se aman.
–No te preocupes Kinalath, las cosas se solucionarán, lo importante es que tienes intención de aclarar las cosas. Es lo importante, así es que hazlo, que yo te deseo suerte, y por cierto, disculpo tu actitud de hace un rato, yo se que tu no eres así, solo que tendrás que aprender a controlarte.
–Gracias, solo quisiera decirte que no eches en saco roto lo que te he dicho de Nienor, mi corazón me dice que ella no está aquí solo con la intención de ayudar, hay que tener cuidado con ella.
–Lo haré, y ahora, tú ve a hacer lo que tienes que hacer.
Mientras tanto, Aragorn llamaba a todos para tratar de calmar los ánimos.
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Magia y Amor en la Tierra Media: Memorias de La Cuarta Edad
FanfictionAño 2004-2005, alguien crea un pequeño grupo de Msn para fans de "El Señor de los Anillos" y de la escritura. Un buen día se les ocurre hacer un fanfic en el que cada una escribirá un trocito cuando se conecte a internet. Los días transcurren emocio...