Capítulo once: Endereth

4 1 0
                                    

En la sala contigua se escuchaba el ruido de una gran fiesta. "Qué extraño– pensó Ophala–lo cerca que pueden estar la alegría de la desdicha". Entró a la sala. En aquel momento, Ophala y Nevrast pedían silencio en la cabecera de la mesa.
–Amigos, hermanos de armas y de paz–decía Nevrast–Ophala, la elfa más hermosa de la Tierra Media, acaba de aceptar ser mi esposa. ¡Soy el elfo más feliz que ha existido jamás!
Un coro de ¡vivas!, y un brindis siguió al suceso. Allí se encontraban charlando muy felices, Faramir y Asphil. Cuando Éowyn y Elrohir se acercaron, Faramir se puso de pie, tomado a Asphil del brazo.
–Vengo a pedirte una disculpa, Faramir–dijo Éowyn–por las cosas horrendas que te dije la última vez que nos vimos. Lo siento mucho, me encontraba muy desesperada y deprimida.
–Lo sé, –respondió él– yo también me sentí mal entonces... Pero ya no más. No hay nada que disculpar, Éowyn, amiga mía, si me permites serlo.
–¡Por supuesto! –lo abrazó–No me atreví a decirte amigo por... Vergüenza. Me alegra mucho que estes feliz, –se dirigió a Asphil– Y tú, hija de Galadriel, cuida bien a este hombre, porque vale su peso en oro.
–Por supuesto –rio Asphil– ya sé que Faramir es invaluable.
–En cuanto a mí –dijo Elrohir– nadie tiene que decirme que guarde mi tesoro –dijo y beso a Éowyn.
La fiesta crecía en bullicio y risas, y solo Mithrandir contemplaba, pensativo , la copa con que había brindado por la felicidad de Ophala y Nevrast. Mientras Légolas hablaba con Endereth.
–Dime Endereth, ¿Cómo te sientes? ¿Qué está significando este cambio tan radical en tu vida? ¿Qué pasa por tu mente saber que tienes tanta gente que te quiere?
–No se, aún no me hago a la idea. Estoy tratando de asimilar lo que sucede, sé que eres mi hermano, pero apenas si te he conocido no puedo sentir nada ahora por ti. Y en cuanto a la gente que dices que me quiere, como puede hacerlo si no me conocen, o cómo podrán hacerlo después de que se enteren de todo lo que he hecho... Dime tú, ¿crees que soy el hermano ideal después de saber todo lo que ha pasado, piensas que llegarás a quererme aún así?
–Has cometido actos de mucha maldad, soy consciente, pero hay muchos aspectos que analizar en todo esto. Cuán consciente eras de que era malo lo que hacías, qué te motivaba a hacerlo, bajo efecto de qué. Endereth, hasta hace unas horas no sabías que tenías una familia, pero yo puedo decirte que esta es maravillosa, por tus venas corre la sangre de nuestros padres y ellos son buenos, eso es mucho que decir, por que esa misma sangre corre por tus venas y a pesar de estar hechizado por tantos años, nadie pudo quitarte eso, que a fin de cuentas se sobrepondrá a todo.
–Pero no sabes que para mí eso no significa nada. Légolas, por miles de años he vivido diferente a tí, y para mi, ese es mi mundo.
–Lo sé, y no pretendo decir que en un par de horas todo cambie. Todo lo que tienes que hacer es conocer el mundo, que tú puedas decidir qué es bueno y que es malo. Eso es algo que no te permitieron hacer en todos estos años, para ti Alatar era como un padre y piensas que no estaba equivocado porque era lo único que conocías. Ahora vas a tener el poder de aprender a decidir por ti mismo. No queremos controlarte, solo que empieces a vivir. Y ten por seguro que hasta el punto que lo desees yo estaré contigo. Respecto a la pregunta que me hiciste hace un rato, sí. Pienso que si llegaré a quererte así, cuando mis padres me hablaban del hermano mayor que había desaparecido, soñaba con que algún día regresaría y estaríamos juntos, ¿me entiendes? Ese sueño se ha vuelto realidad. Ya te quería antes de conocerte, y ruego a Eru, que ese amor fraternal crezca más cada día y que sea mutuo –Endereth estaba muy pensativo cuando vio que alguien llegó a donde estaban ellos.
–Légolas, te estaba buscando desde hace un buen rato.
–Elemmire, te presento a Endereth, mi hermano mayor.
–¿Endereth? ¿Tu hermano desaparecido hace tanto tiempo? Pero... ¿Cómo?
–Es una historia muy larga, pero él está por fin con nosotros.
–¡Endereth! –dijo Elemmire al mismo tiempo que se lanzaba a darle un gran abrazo –No se cuales sean las circunstancias, pero me da gusto que estés aquí, ¿cuándo llegaste? ¿Te vas a quedar un tiempo ? ¿Saben los demás que llegaste?
–Calma, lo vas a asustar con tanta pregunta... Ella es Elemmire, otro de mis sueños hechos realidad, el amor de mi vida –Pero Endereth no contestaba nada... Estaba sorprendido con ese abrazo, él no sabía lo que era sentirlo y le gustaba la forma en que Légolas y Elemmire se miraban, quizás no era tan malo estar allí. Nunca nadie antes se había importado en enseñarle lo que es amor, ni siquiera Alatar. Por eso aquella muestra de cariño le sentó de maravilla y anheló estar enamorado como Légolas. Estaba tan sumido en sus pensamientos que solo el sonido de las risas de Légolas y Elemmire lo despertaron. La alegría también era un sentimiento para él ya que hasta ahora no había sentido nada. De repente se acordó de lo triste que estaba Ithlaiä cuando salió de la habitación mientras discutían. Entonces fue en su busca y la vió sentada fuera mirando a las estrellas en solitario. Donde ella estaba no se oía ni un alma. Todo era silencio, tan solo los susurros del viento que rozaban su piel con suavidad eran audibles.
–Hola –dijo él. Ithlaiä lo miró y luego no dijo nada –Oye... Siento lo que te dije antes, lo hice sin pensar... Tengo la cabeza hecha un lío con tantos sucesos.
–Parece que estás empezando a madurar... Se nota en tus palabras. Gracias por disculparte, Endereth –Ithlaiä lo abrazó –Endereth notó una cálida sensación que lo llenó por completo y el muro que estaba alrededor de su corazón que detenía los sentimientos, se derrumbó por completo. Ahora era el nuevo Endereth. Ithalaiä dejó de abrazarlo.
–Espero que ahora tengamos tiempo de conocernos mejor... –dijo ella mientras le daba un suave beso en la mejilla. Después ella se levantó y se fue dentro del castillo. Endereth se quedó un minuto sentado y se acarició la mejilla en la que le había dado el beso. Sus labios eran tan suaves y calientes...

Al despertar la noche siguiente Endereth se maldijo por tener que correr hacia al palacio de Minas Tirith. Dos horas después llegó resoplando al sitio donde Ithaiä lo había besado. Sentía mariposas en el estómago por tantas cosas que experimentaba a la vez: alegría, ganas de ver a Ithaiä, hambre...
–¡¿De verdad será bueno sentir?! ¡Esto es demasiado!
–Nunca es demasiado –se volvió para contemplar a Ithlaiä; se veía tan hermosa, alta y delgada en su delicado vestido rojo, como sus ojos, esos ojos en los que vio un reflejo de su alma. Y de pronto se echó un vistazo a sí mismo: ropa antigua, manchada y rota por el trayecto corrido. Cuando ella se paró junto a él, comprobó con decepción que apenas llegaba a la nariz de Ithlaiä. Se llevó la mano a la mejilla y el pequeño granito se había convertido en uno grande.
–Tener sentimientos es lo mejor de este mundo... Aunque pueden resultar dolorosos.
–¿Has sufrido mucho? –preguntó Endereth preguntándose a sí mismo si él estaría sufriendo por la suerte de Alatar.
–No, no lo sé... –la elfa miraba a lo lejos–Pero me gustaría recordar mi pasado, mi vida antes de ser petrificada.
–¿No recuerdas nada anterior a eso?
–No.
–¡¿No recuerdas que navegamos juntos por el mar de Rhun?!
–¡No! ¿Estuve contigo?
–Bueno, con Alatar, él te estaba enamorando o hechizando, o lo que fuera, mientras durante el día yo era carga y de noche hacía pequeños trucos para entretenerte. Esta flor –volvió a aparecer una flor azul– era tu favorita.
–Esta flor –Ithlaiä la olió–la inventaste tú. Para que te perdonara haberme echado la sopa encima.
–Si–Endereth rio.
–¿Quieres comer?
–¡Claro! –Juntos se fueron a cenar, e Ithlaiä veía al jovenzuelo comer con los codos en la mesa, masticando con la boca abierta, eructando sonoramente y haciendo gárgaras con el vino. "Que inmaduro es" pensaba, "aunque es divertido verlo, no sé si podría soportarlo todos los días... ¿Todos los días? ¿piensas pasar con él todos los días, Ithlaiä?" –El elfo comió como nunca.
–Bueno, Endereth, creo que sería mejor que te compráramos nuevas ropas... Las tuyas ya están muy mal y también les diré que preparen una habitación para ti. ¿Te gustaría vivir en este palacio?
–¡Claro que sí! Pero no sé si me admitirán... –dijo él cabizbajo.
–El rey es bondadoso y sabiendo quién eres te acogerá con mucho gusto. Ven conmigo, iremos al sastre a que te hagan ropa a tu medida–Juntos pasaron la tarde en casa de diferentes sastres.
–Gracias por tu muestra de simpatía y tu cariño, Ithlaiä. Hoy me lo he pasado muy bien –dijo Endereth.
–De nada, ahora deberías ir a dormir que se está haciendo tarde. Buenas noches... –le dijo Ithlaiä y le volvió a dar un beso esta vez en la otra mejilla. Endereth solo pudo sonreír. Se fue a su cama contento y con mariposas en su barriga.

A la mañana siguiente se volvió a encontrar con Ithlaiä en aquel bonito lugar e Ithlaiä se dio cuenta enseguida.
–¡Has crecido muchísimo! –ella estaba en lo cierto. Endereth ahora se erguía alto y bello, incluso dos o tres centímetros más alto que Ithaliä. –¡Ahora hasta me superas! –él solo rio.
Gandalf apareció como de la nada.
–Ya veo lo mucho que has crecido, eso se debe a que tu cuerpo necesitaba comer y madurar como cualquier ser en este mundo. No era normal que alguien de tu edad tuviera cuerpo de niño. Ahora en adelante te harás fuerte. Me alegro por ti –dijo el mago.
–Gracias –se limitó a decir él.
–Gandalf, ¿sabes dónde está Siris?
–Sí ha tenido que salir a una misión muy importante, no nos ha querido decir que era aquella misión, pero se marchó por la noche.
–Qué pena, me dijo que me ayudaría.
–A mí me dijo que le guardáramos un poco de comida de la fiesta porque volvería muy pronto –dijo Gandalf. –Hoy vamos a celebrar una fiesta en honor a Ophala y Nevrast, me han pedido que les ayude con los preparativos, ¿te vienes? –dijo ella después de despedirse de Gandalf.
–¡Claro! –dijo él entusiasmado. Ithlaiä empezaba a sentirse muy a gusto con Endereth, incluso pensaba que se estaba poniendo igual de bello que su hermano, se sorprendió a sí misma al darse cuenta en lo que estaba pensando, pero lo dejo pasar, dedujo que era por lo mucho que apreciaba a Légolas.
–Vamos Endereth, ahora te vas a enterar de lo que es una gran celebración. Endereth caminaba deprisa a su lado, sin dejar de observar a todas partes, viendo como iban y venían personas, cargando una u otra cosa, pero todas se veían contentas.
–Dime Ithlaiä, ¿siempre son todos así?
–Ella le sonrió, -Bueno, siempre que hay fiesta sí, verás, cuando hay tiempos difíciles estamos muy unidos, tal vez no notes las mismas sonrisas en sus caras, por las preocupaciones, pero todos juntos tratamos de salir adelante.
–Vaya, obviamente todo eso que me dices es nuevo para mí, yo siempre he estado solo.
–Bien, pues de ahora en adelante todo eso va a cambiar, ya empezaste a conocer a los de aquí, lo más seguro es que esta misma noche te conozcan todos, les vas a caer bien. –Y en efecto, aquella noche Endereth se divirtió como nunca en su vida: nunca había estado en una fiesta. Se estaba convirtiendo en un joven elfo normal.
– "¡Vaya si ha hecho efecto la poción nutritiva que le di" –pensaba Gandalf–Si tan solo dejara de convertirse en piedra esa maldita hora al mediodía, ¡sería un muchacho normal!" –En efecto, a excepción de que Endereth, lo desease o no, seguía convirtiéndose en piedra una hora al mediodía, yendo a dar hasta el claro del bosque con gran descontento de su parte. Era un jovencito normal. Algo inmaduro y travieso , como lo probaba el haber bailado sobre el pastel de compromiso de Ophala y Nevrast para luego arrojarse en el barril de vino, de donde lo sacaron bastante achispado, y luego de besar a Ithlaiä en plena boca había caído profundamente dormido.
Unos días más tarde, Siris regresó con una enorme maleta, y no dijo a nadie que traía allí ni a donde había ido. Solo Mithrandir lo sabía, y pidió a Sayah, Ithlaiä y Endereth que se encontraran con él una hora antes de la media noche, en la torre más alta del palacio.
–¿Para que nos has llamado,Mithrandir?- preguntó Ithlaiä.

-Para liberar completamente a Endereth del hechizo de Alatar. 

Magia y Amor en la Tierra Media: Memorias de La Cuarta EdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora