Capítulo veintitrés: el trocito de poder

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Mientras en el campamento, todo mundo se preparaba para lo que se suponía sería la batalla final, pero Aragorn estaba preocupado y antes de que partiesen, tenía un asunto muy importante que resolver.
–Arwen, ha llegado el momento que regreses a Gondor, esto se ha prolongado más de lo que suponíamos y no quiero que el bebé y tú sigáis corriendo peligro. Cuando Ingolemo te tomó como rehén, sentí que se me paralizaba el corazón, allí estarán seguros y a salvo.
Arwen sonrió dulcemente mientras le acariciaba el rostro:
–No te preocupes amor, lo entiendo perfectamente y lo acepto, me dolerá retirarme sin poder ayudaros a llegar hasta el final, pero sé que tienes razón. No solo se trata de pensar en mí, también en nuestro hijo y me iré en cuanto dispongas. Solo una pregunta, ¿Quién me acompañará en el camino de regreso?
–Yo he pensado en Légolas, confío en él ciegamente. Sé que él ante pondrá todo por cuidar de ti y el bebé y no solo es un excelente guerrero, también un excelente amigo, solo me preocupa algo: Elemmire.
–Yo también había pensado en Légolas y para serte sincera, también en Elemmire, una necesita llevar la compañía de alguien del sexo femenino en estos casos, ahora solo tenemos que ver si ellos aceptarán.
–Hablaremos con ellos ahora mismo, no quiero que corras peligro por un segundo más.
–No corro peligro teniendo a mi hermoso rey a mi lado–le dijo mientras lo besaba.
–Arwen, Aragorn–los llamó Nienor–, tengo una idea.
–Tus ideas siempre resultan buenas–le sonrió Aragorn.
–Pues tal vez no lo sea. Sabes que vivo por el fragmento de Vara en mi cuello, pero ahora que vamos con todo contra Angmar quizá necesitemos toda la potencia de la Vara.
–No lo creo y jamás te sacrificaremos.
–Nadie me sacrifica, yo hago lo que quiero–dijo con voz severa, luego, más amable–pero no me gusta vivir encadenada a este fragmento y hablando largas veladas con Endereth, creemos que con un hechizo muy especial podría volver a vivir normalmente.
–¿Cómo sería eso?
–Tendría que hacerse en casa de Uiniendil, en el equinoccio de primavera, mientras nace un niño.
Arwen comprendió que su bebe nacería en aquella próxima fecha.
–Sé que os pido algo muy especial, pero os aseguro que el bebe no correrá peligro. A lo sumo, su vida sería más larga y lo peor que podría pasar es que yo muriera.
–Pero esperamos que no sea así–dijo Endereth que había llegado con Uiniendil–yo sé el hechizo y Uiniendil tiene el poder, así que si aceptan...
–Por mi está bien–dijo Arwen– ¿Aragorn? –el rey asintió.
–Bien, nunca os lo agradecere bastante–dijo Nienor, y sacando un cordoncito de su bolsa se lo dio a Aragorn diciendo–Esto era de mi padre y sirve para evitar que los vampiros te muerdan.
Aragorn se lo agradeció.
–Bien, entonces yo, Endereth Arwen y Nienor partiremos de inmediato para mi casa–dijo Uiniendil.
–¿¡Y yo!? –pregunto Kinalath.
–Tú eres necesario aquí –le dijo Nienor.
–No, yo voy contigo, eres malvada, ¿cuando pensabas contarme tus planes?
–Después–Nienor sonrió– y no vociferes, no te sienta bien.
–¡¿A mí?! ¡¿Cómo crees que te ves tú cuando... Estás seria?!
Sonriendo y meneando la cabeza, sus amigos los dejaron pelear mientras alistaban su rápido viaje.

En la más alta de las cuatro torres de Angmar en el momento que Ingolemo moría, una pequeña figura que movía un muñeco de trapo atravesado con alfileres, se echó a vociferar y despotricar:
–¡Inútil! –gritó la figurita– Todos sois unos inútiles, jamás hacéis nada bien, os odio, ¡¡¡ahahaha!!!
–Calma Morinethar, por favor, cálmate–le suplicó una pálida mujer.
–¿¡Cómo me voy a calmar si esos elfos y seres extraños acaban con mis planes!? Pero yo les ganaré a todos, ¡ahahaha!
–No hagas berrinche mi pequeño señor–dijo la mujer.
–No soy pequeño, soy el mago azul más poderoso que hay en la Tierra Media.
"Sí, desde que se murió Alatar–pensó la mujer–y fue él quien le puso este hechizo a Pallando "Morinethar"."
–Sí, mi señor. ¿Un vasito de leche antes de dormir?
–Sí y mi lobito de peluche.
–Aquí está mi señor. ¿Vais a ocupar a otro de vuestros siervos mediante el arte vudú?
–Tal vez, tal vez no, que mañana venga el hombre lobo Gayala, tal vez la fuerza bruta sea mejor que la astucia.
Y el pequeño mago abrazó su lobito de peluche y durmió pensando en sus malvados planes de conquistar el mundo.
Al día siguiente Gayala se presentó ante el Terrible Morinethar, el señor oscuro ante el cual todo el norte temblaba y que era tan orgulloso que solo podía verlo Winee, su única criada.
–Gayala–dijo una voz tenebrosa y gutural–, ataca a esos viajeros, tráeme la Vara de Morgoth y tu recompensa será grande.
–Sí, mi señor–dijo el lobo temblando.
Y alistando a todos sus hombres lobo, partió a atacar a la comunidad.

Nienor, Endereth, Arwen y Uiniendil, partieron al amanecer rumbo al hogar de este último para cumplir así con el hechizo:
–Nos veremos pronto mi adorada Ithlaiä,–le decía Endereth mientras le besaba la frente–trataré de completar el hechizo lo más rápido posible para volver a estar a tu lado.
–Y yo anhelaré estar entre tus brazos–le dijo la elfa algo triste–hasta pronto amor mío.
–Hasta pronto Estrella del Amanecer–y le besó dulcemente.
–Arwen, cuídate, y regresa a Minas Tirith donde estés a salvo con nuestro hijo–le decía Aragorn.
–Así lo haré, ten cuidado.
–Estamos juntos aun cuando grandes distancias nos separan–y dicho el rey de Gondor le abrazó con locura, le dolía despedirse de su amada reina.
–Ya, estamos listos–dijo Nienor.
–Tú como siempre tan fría y distante para no despedirte de mí–le dijo Kinalath acercándose con reproche.
–Odio las despedidas.
–Y yo odio más que no me digas un hasta pronto.
Ambos se observaron, a Nienor le daba vergüenza que todos la vieran besarse o despedirse emotivamente de Kinalath.
–De acuerdo, tú ganas, hasta pronto Kinalath–pero él la tomó entre sus brazos y la besó sin previo aviso dejando a Nienor sorprendida–¡¿Qué haces?!
–El haberte besado será mi premio, el que vuelvas pronto será mi mayor anhelo. No olvides que te espero y que deseo que vuelvas a mi lado... Con vida.
–Así espero encontrarte a ti cuando regrese. Nos vemos.
Así los cuatro miembros de la comunidad se separaron del resto viajando con buenos augurios y todas las bendiciones de sus compañeros.
–¿Qué camino se toma? –preguntó Asphil colocándose su capa y colgándose el carcaj en la espalda.
–Vamos al norte, siempre al norte, a llegar más cerca de la torre mientras esperamos el retorno de nuestros compañeros–le respondió Aragorn, se le veía deprimido y nostálgico–debemos proteger la vara mientras Nienor y los demás regresan.
–Me parece buen plan pero, ¿es necesario que la lleve yo? –preguntó Faramir aun dudando de sus responsabilidades.
–Tú eres su portador –le recordó Légolas–recuerda que Frodo fue el portador del anillo y no tuvo más opción que cargarlo por todos nosotros.
–Y yo porto una vara, qué original, magia, hechizos y dragones, ¿no hay algo más divertido que hacer en la Tierra Media? –Faramir colocó una mueca mientras sus compañeros comenzaban a caminar sin prestarle mucha atención–veo hasta qué punto han llegado conmigo, ya ni me escuchan.
–Deberías relajarte Fas–le dijo Asphil sujetándolo de un brazo.
–¿Fas?
–Ya me estoy cansando de escuchar tus quejas sobre lo mismo. Me preocupas y no quiero que te sientas tan desanimado o...
–Dices que no sirvo para nada sólo para dar pensamientos pesimistas.
–No dije eso.
–Pero lo piensas. Mira Asphil no sé qué te pasa, pensé que... Que no te arrepientes de lo que hicimos, pero me demuestras lo contrario.
–¡¿De qué hablas?!
–Estás cada vez más rara conmigo.
–¡Inventas cosas, jamás dije todo lo que tú acabas de decir!
–Chicos ¿Qué os pasa? –les detuvo Elemmire–¿Por qué discutís? Vosotros nunca lo habéis hecho...
–¡Es un acomplejado! –gritó Asphil dando media vuelta y apresurando su marcha.
–Y ella... ¡Lo es también! –agregó Faramir algo molesto, pero dudoso de que si lo que acaba de hacer traería problemas o no...
Mientras Sayah hablaba con Kazim.
–Los acompañaré a acabar esta misión ya que también es parte mía. Necesitan el elemento del fuego, su energía, que fluye en mi interior.
–Te entiendo, pero ¿Qué harás después? Dime, ¿te vendrás conmigo o los seguirás a ellos hasta la muerte?
–Estaré siempre junto a ti Kazim, porque no hago más que pensar en ti y no sabría vivir sin ti... –dijo ella mirándolo a los ojos con ternura.
–Yo tampoco podría estar sin ti.
Se besaron en la oscuridad de la cueva.
–Pero tendrás que aguantar unos días sin mi porque no puedes caminar bajo la luz del día, sigue escondiéndote en esta cueva y al anochecer vuelve con tu gente.
–Así lo haré mi amada, por favor cuídate porque quisiera volver a verte sana y salva después de todo esto.
–Adiós Kazim.
Y así partió Sayah junto con la comunidad. La gente parecía un poco negativa. Faramir y Asphil habían discutido y Kinalath, Ithlaiä, Merenwen y Aragorn estaban un poco tristes ante la partida de Nienor, Endereth Uiniendil y Arwen. Sólo Ringëril parecía tan contenta como siempre y corría de aquí a allá oliendo las flores con simpatía. Elemmire trataba de poner orden entre Asphil y Farmir, pero no consiguió nada porque Asphil se había adelantado enojada dejando a Faramir atrás. Ithlaiä se acercó a Faramir:
–Cuanto más te enojes y más problemas haya entre nosotros, más nos distanciaremos todos y acabaremos muy mal así que por favor, acaba lo que acabas de empezar con Asphil–dijo la elfa con aire feroz. Faramir sabía que ella tenía razón, pero ahora debía dejar que Asphil se calmara un poco de su enfado. De repente Ringëril dejó de oler las flores y su rostro cambió por completo. Empezó a oler el aire con cuidado:
–¿Qué ocurre? –dijo Aragorn preocupado por la cara de la joven.
–¡Subid a los árboles lo más rápido que podáis... ¡Hay hombres lobo que nos buscan!

Gayala, el líder de los últimos hombres lobo del Norte de la Tierra Media era un ser cruel para quien lo más importante de la vida era la violencia. La ira y el odio eran los únicos sentimientos que conocía, y sentía un placer bestial en la venganza y en la destrucción. Por ello, no era de extrañar que fuera uno de los "juguetes" preferidos de Morinethar, el grande y orgulloso. Gayal había preparado muy bien su expedición; él y todos sus lobos habían afilado sus garras y colmillos, Gayala, quería llevarle esa Vara al gran Morinethar, porque aquel gran señor se había dignado a hablarle, y si lo complacía, tal vez lo dejara devorar y destruir aldeas cuando hubiera dominado el mundo. Dentro de su estrecha, malvada y salvaje mente, a Gayala lo hacía inmensamente feliz atacar gente y la perspectiva de poder atacar a mucha gente le parecía alentadora. Y en cuanto estuvo listo, se lanzó sobre la comunidad de la Vara; su plan era violento y sencillo: caer con estrépito y violencia, matar a todos y llevar todas las ropas y accesorios al Gran Morinethar, porque la verdad es que Gayala ni siquiera sabía qué diablos era la Vara de Morgoth.

Magia y Amor en la Tierra Media: Memorias de La Cuarta EdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora