Capítulo treinta y uno: reencuentro

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Los viajeros caminaban lo más rápido que podían y de verdad su carrera era digna de compararse con las de la primera Edad. Pero a pie, por más que se apuraran, solo avanzaban pocas millas al día. Sin embargo, después de cruzar unas montañas muy abruptas se encontraron en un pequeño valle, donde para regocijo de todos, pastaba una numerosa manada de Mearas.
–¡Fantástico! –exclamó Endereth y avanzaron hacia ellos. Los corceles mágicos relinchaban y desafiaban a los que deseaban domarlos.
–Dejen que os haga este último favor–dijo Nienor, y con sus flechas purificadoras disparó a cada meara, los cuales quedaban como atontados, y una vez terminada la operación, la sacerdotisa se les acercó y curó la leve herida de su flecha y murmuraba palabras bajas e incomprensibles a los corceles. Tres horas después, los Mearas habían elegido cada uno a un jinete.
–¿Cómo lo has hecho? –preguntó Légolas–Domar a los mearas es muy difícil.
–No lo hice–respondió con sencillez Nienor–pero ellos, como la gente del Norte, anhelan cazar con el corazón indomable.
Légolas sonrió.

Kinalth hablaba con Kariah y Leifth y se aproximaron a Nienor. Entonces ella habló:
–Amigos, queridos amigos, es tiempo de que nos despidamos, las tierras cálidas nos invitan a visitarlas.
–Te echaremos mucho de menos, Nienor–dijo Endereth y los demás asintieron.
–Nosotros también nos vamos con ellos–dijo Kariah.
–¡Te acabo de encontrar y vuelves a irte! –le bromeó Mística a Leifth. Se dieron un fuerte abrazo. Kinalath estrechó a Elemmire, y Nienor dio un beso en la frente a Endereth, entregándole un paquetito misterioso. Después montaron en los Mearas.
–Hasta pronto–dijo ella–y mi corazón me dice que tendrán éxito.
Y volviendo su caballo al este, lo apremió a que corriera, los demás lo siguieron y entre una nube los vieron desaparecer en el horizonte.
–Bueno, nosotros hemos de seguir camino sin desaprovechar el regalo de nuestros amigos–dijo Ithlaiä montando en el hermoso Meara que le esperaba.
–¡Andando! Aún queda camino por recorrer y estas nubes no me gustan nada–dijo Aragorn comenzando la marcha junto a los demás.
Los Mearas condujeron a sus jinetes a paso ligero sin detenerse siquiera pues su velocidad era extremadamente rápida. En poco tiempo los campos del Pelennor estuvieron a su vista y todos ahogaron una exclamación al ver que algo raro pasaba en la ciudad de los reyes.
–No me gusta el aire de este lugar–dijo Endereth con un mal presentimiento rodeándolo. Sin esperar a que los demás decidieran cruzar los campos, Asphil guio al Meara hacia la ciudad a la mayor velocidad posible.
–¡Asphil! –Faramir fue tras ella sin pensarlo dos veces y todos le siguieron preocupados. La joven dama sólo pensaba en llegar a la ciudad de una vez por todas, sólo podía pensar en descubrir qué era lo que le provocaba aquella extraña sensación de vació y tristezas. Finalmente las puertas de Minas Tirith se encontraron frente a ella y las traspasó sin detenerse. Poco a poco, a medida que avanzaba entre los niveles comenzaba a comprender que no había nadie, que la ciudad estaba vacía y todo revuelto, algo había pasado sus presentimientos estaban en lo correcto.
–¿Disculpe, acaba de llegar? –le sorprendió una voz masculina desde la puerta de la ciudadela. Asphil se volteó sólo para toparse con un rostro ya conocido. Su pulso parecía detenerse en ese mismo momento...
–¡Asphil! –gritó Faramir detrás de ella. Luego se dio cuenta de quien estaba delante de ella... ¡Era su hermano! ¡Era Boromir! ¡Y estaba vivo delante suyo! Faramir creyó que estaba presenciando un milagro. Asphil abrazó a Boromir como un acto reflejo, lo abrazó como si se fuera a ir de nuevo. Boromir también la abrazó, hacía mucho tiempo que no veía a Asphil.
–¡Faramir! –dijo Boromir, se abrazaron los hermanos y Asphil los miró con amor, sin embargo pronto la invadió un temor que nunca antes había sentido. ¿A quién amaba más de ellos? Pensó que debería elegir pero no podía los amaba por igual, pero no los podía tener a los dos. Había pensado en ser egoísta e irse con Boromir sin pensar en su hermano porque había anhelado mucho tiempo que Boromir no estuviera muerto, pero se negó a esa idea a sí misma. No sabía qué haría, tenía que pensar.
Pronto llegaron los demás con los Mearas. Aragorn contempló como todos los demás el extraño suceso de que Boromir parecía haber vuelto de entre los muertos.
–¿Estoy soñando o es Boromir? –dijo Ithlaiä saltando de su Meara con una agilidad increíble. Corrió a abrazarlo.
–¡Esta sí que es una sorpresa!
–¿Conoces a Ithlaiä? –le preguntó Asphil.
–Sí, ella me enseñó algunas cosas de la vida y también técnicas de lucha, pero la creímos muerta en una batalla hace tiempo, dejó que todos sus hombres escaparan y se llevó a los enemigos tras ella lejos de la ciudad... Y ahora estamos los dos aquí ¡como si nos hubiéramos burlado de la muerte!
–¡Jajaja! Tienes razón. Ya te contaré cómo salí de aquella situación... –le dijo Ithlaiä animada y feliz con el reencuentro.
Aragorn y Légolas también lo abrazaron y mientras hablaban, Boromir vio a una persona tapada con una capa. La persona se quitó la capa y no pudo creer lo que veía, era la hechicera de cabello azul, Mística se llamaba. Pero Mística no corrió a abrazarlo como los demás porque no quería molestar en el reencuentro de todos, sobre todo en el de Asphil y Boromir. Sin decir ni una sola palabra se quedó observando desde detrás. Ithlaiä silbó fuertemente y un corcel bello y plateado apareció de repente, era Dol-Falas.
–¡Dol-Falas! Te he echado tanto de menos... Deberías haber venido con nosotros–le dijo cariñosamente la elfa. Pronto también apareció una mujer de cabellos largos color negro azabache y extraños ojos felinos. Tenía un brazo vendado.
–Siris, ¿eres tú? –le preguntó Ithlaiä–Casi no te había reconocido con el pelo suelto... –rió ella mientras la abrazaba. Siris miró hacia donde estaba Mística.
–Tú... –dijo ella con mirada feroz.
–¿Qué ocurre? ¿Os conocéis? –preguntó Ithlaiä.
–Somos rivales. En los duelos mágicos siempre hemos quedado empatadas–dijo Mística acercándose a ella. Se hicieron un extraño saludo mágico–Somos rivales pero también amigas. –dijo al fin Mística rompiendo la tensión. –Veo que tienes una herida fea... ¿Qué ha ocurrido?
–Mucho ha pasado–comenzó Siris atrayendo la atención de todos–jinetes venidos de las montañas, donde se esconde un nuevo rey, llegaron volando en dragones y se llevaron a todos sin dejar nada...
–¿Jinetes en dragones? –Mística arqueó una ceja.
–¿Pero a toda la gente? ¿Qué se proponen esos tipos? –Endereth estaba tan desorientado como todos los demás.
–No lo sé, sólo llegaron un día y arrasaron con la gente tomándola prisionera. No pude hacer casi nada por detenerlos ya que, a pesar de ser mortales, son poderosos–Siris bajó su mirada con resignación.
–Un nuevo Rey... –Ithlaiä pensaba en voz alta mientras Aragorn y los demás sólo podían observar la ciudad con nostalgia.
–¿Y Artamir? –de pronto Asphil recordó a su hijo quien había quedado al cuidado de Celebrían. Siris quedó en silencio muy impresionada intentando recordar a Artamir, era como si se hubiera olvidado de aquel niño.
–No lo sé...
Entonces aquella pregunta, que Faramir temió que surgiera, fue pronunciada por los labios de Boromir:
–¿Quién es Artamir?
Asphil le observó en silencio...

Tan rápido había ocurrido todo que aun quedaba mucho por hablar sobre el regreso de Boromir. Mientras los demás ingresaban a la torre de Ecthelion, Asphil y Boromir aprovecharon para hablar. Faramir tuvo que contener sus ganas de hablar con su hermano, pues pensó que lo mejor sería que Asphil tuviera el primer turno.
–Ha pasado mucho tiempo, ¿no crees? –comenzó Boromir casi sin saber qué decirle exactamente, adoraba perderse en el brillo de esos ojos miel... –Sólo deseaba volver a verte al igual que a mi hermano.
–Y yo... Casi me quito la vida... De no ser por tu hermano–Asphil desvió sus ojos humedecidos por lágrimas–te eché de menos...
–Y yo a ti... –el hombre de Gondor le abrazó con locura.
Asphil aun no podía creer que se encontrara precisamente entre esos brazos que tanto amaba y a los cuales había añorado... Pero nuevamente aquel sentimiento de incertidumbre le invadió.
–Parece un sueño...
–Entonces es un sueño hermoso–Boromir le besó con dulzura, pero en ese momento en la cabeza de Asphil se presentó la imagen de su hijo.
–¡Artamir!
–¿Qué sucede?, ¿Quién es ese Artamir? –Boromir le observó con preocupación y algo de duda.
–Él es... Nuestro hijo...

Magia y Amor en la Tierra Media: Memorias de La Cuarta EdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora