¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
＃ 𝒜𝑛𝑖𝑚𝑒 ↬Shingeki no Kyojin ＃ 𝒜𝑑𝑣𝑒𝑟𝑡𝑒𝑛𝑐𝑖𝑎𝑠/𝒞𝑜𝑛𝑡𝑖𝑒𝑛𝑒 ↬sfw
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La luz del miércoles por la noche brillaba en los charcos de agua en el suelo de Tokio, los edificios de cristal que se elevaban hasta el cielo reflejaban la puesta de sol mientras cientos de personas acudían en masa a tiendas y hogares por igual.
Aquí era donde S/n Benihime amaba más, en todo Japón. Claro, los árboles de sakura estaban deslumbrantes en flor, claro, el campo parecía sacado directamente de un anime, pero él prefería la bulliciosa vida de la ciudad, especialmente durante el crepúsculo.
Siempre se le podía encontrar sentado en un banco o en el área de asientos al aire libre de una cafetería o restaurante, observando a cientos de personas que se escabullían ante su visión como polillas a una llama. Disfrutó saboreando el hecho de que todos tenían vidas separadas que él nunca entendería o experimentaría por sí mismo, el tipo de sentimiento que trae nostalgia a la propia vida.
Qué belleza en la autorreflexión, en medio de la trampa para turistas más grande de Tokio. Qué elegancia en retirarse a un hotel cuando el reloj da las nueve y no poder dormir. Qué firmeza despertar al día siguiente y volver a ese mismo café, a esa misma mesa, a ese mismo café con leche.
Para otros, esto puede haber sido considerado un ritual aburrido, pero para S/n, los rituales y las rutinas eran toda su vida. Hasta que, un singular pétalo de rosa destrozó sus fuertes barreras con su puro amor.
El nombre del hombre de cabello rubio era Armin Arlert. Él, como S/n, tenía veintitrés años, pero a diferencia de S/n, llamaba a Japón su hogar. Una mañana, justo cuando S/n estaba sentado en su café habitual, se dio cuenta de que esta vez, el asiento contiguo al suyo estaba ocupado nada menos que por Armin, que llevaba unas cuantas rosas, que, cuando se le preguntó más tarde, afirmó que eran para su jefe.
Al principio, los dos no hablaron mucho. Ambos ordenaron y obtuvieron sus bebidas, todo sin decir una palabra. Hasta que, justo cuando S/n terminó su café con leche, un pétalo de rosa cayó de una de las flores al suelo justo al lado de la silla del niño.
Como un gesto amable, S/n recogió la flor y se la devolvió al entonces extraño, quien inclinó la cabeza en señal de agradecimiento. Y luego, finalmente, las palabras comenzaron a fluir.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
