Reina de Invierno.
El primer copo de nieve cayó sobre la palma de su mano, por honor a la verdad, podía confesar que ese en realidad no había sido el primero, y de seguro tampoco parte de la primera ventisca.
Pero era un buen augurio pensar que era el primero en su día de cumpleaños número diecinueve, y Feryal lo tomó como prueba de que los Dioses le estaban dando su bendición.
──Tu padre te convoca en el salón real.
Ella sonrió complacida ante la mención de lo que ya había dado por sentado, como hija de alguien tan ocupado como el gran líder de Orden, no eran muchas las ocasiones en las que él lograba un tiempo para verla.
Incluso desde que se había mudado desde el templo de Aella hasta el palacio blanco, las ocasiones en donde podía verlo eran pocas al mes.
Aun así, Feryal ponía valor en cada una.Ella le realizó una venia a la señora Eleonor, su guardiana e institutriz, una viuda que había perdido a su marido en la guerra de las Dos Coronas, y desde entonces había puesto su servicio a cuidar de la nueva heredera.
No era una figura maternal, y carecía de calidez en sus maneras, pero tenía ambición y una mente sagaz, cosas que Feryal valoraba en un buen consejero.
Luego del aviso, fue escoltada por los guardias a través de los largos pasillos blancos.
Cada visitante resaltaba el aspecto lúgubre y solitario del gran palacio de invierno, con más de mil quinientas habitaciones, la mayoría de ellas deshabitadas.
Pero para Feryal ese era su hogar y el asentamiento más cercano al corazón del reino que una vez gobernaría.
Lo haría cuando al fin se desposara con Lysander Sinester, a los veintiún años de edad, tal como lo había decidido el Consejo Ancestral cuando aprobaron al Alto Karsten como su tutor regente.
Mientras tanto, Feryal hacía lo que podía para absorber la mayor cantidad de información que podía, no solo de su corte, sino de los países que formarían parte del imperio del que un día ella sería gobernante.
También hacía lo mejor que podía para establecer relaciones y llevarse bien con sus cortesanos, tal como le había instruido la señora Eleonor.
Los guardias quedaron apostados a los lados de la habitación, pero Feryal ingresó para dirigirse hacia su padre.
Él esperaba sentado en el trono de invierno, una maravilla creada por artesanos antiguos de Val Velika y la cual, como el resto de la habitación, daba la impresión de ser tallada en hielo.