11. La flor de la reina.

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Capítulo 11:
La flor de la reina.

Permanecí despierta en el silencio precedente al amanecer, acaricié mis labios con las yemas de los dedos, apenas un roce, intenté parar la inquietud de las horas calmas

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Permanecí despierta en el silencio precedente al amanecer, acaricié mis labios con las yemas de los dedos, apenas un roce, intenté parar la inquietud de las horas calmas.
Recordé la mirada de Levi Vatory sobre la mía, tendida entre nosotros como una fusta de la que ninguno de los dos podía perder el mando.

Su ojo dorado y el blanco que había perdido en batalla agregaban más temeridad a una mirada ya severa.

Exhalé en el aire frío de la mañana, el calor convulsionando contra mi piel me hizo sentir escalofríos.

Sabía que era del todo indecoroso ocupar mis pensamientos de esa forma en otro que no fuera mi marido, pero la noche anterior estuve abrumada por lo exótico de la velada, el príncipe Vatory había estado ahí y mi marido detrás de la esclava.

El frío de la madera mordió mis pies al deslizarme fuera de la cama, el agua del jarrón, helada, fue lo que necesitaba para dispersar mis pensamientos.

Después del baño elegí mi vestido favorito de muselina rosa para desayunar junto al río, mis damas de compañía parecieron encantadas con la idea y el olor a lilas que desprendía mi perfume me llenaba de un increíble buen humor

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Después del baño elegí mi vestido favorito de muselina rosa para desayunar junto al río, mis damas de compañía parecieron encantadas con la idea y el olor a lilas que desprendía mi perfume me llenaba de un increíble buen humor.

Savina y Mert habían ido a repartir parte de sus galletas de miel a los patos, tenía la sospecha de que era más para deshacerse de ellas que para alimentar a los animales, cuando Layen aprovechó para acercarse.

──Imagino lo feliz que debe estar de al fin compartir lecho con su marido.

Sorbí un largo trago de té de manzanilla y anís, Layen era la mayor y única casada de mis doncellas, tenía veintitrés años y se había desposado hace ya dos años con un gran señor de las tierras de los ríos que formaba parte del comité de comercio y navegación de Valtaria.

Pude leer el sentido exacto de sus palabras, y en ese momento decidí que no tenía sentido fingir, no era una atribución de la que presumiera.

──El rey y yo no compartimos lecho aún.

Penumbra invernal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora