06. El enemigo en casa.

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EL ENEMIGO EN CASA.
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Feryal siempre esperaba el día despierta, quizás porque le gustaba contemplar los rayos del sol alzarse en el horizonte, muy probablemente por una costumbre que le había quedado del tiempo que pasó en el templo de Aella, donde sus labores la despertaban con el alba.

«Una mente ociosa, es una mente dispersa y una mente dispersa es propensa a divertirse con el peligro de los malos pensamientos», le repetían las sacerdotisas.

Ni bien salió de la cama, sintió una extraña sensación en el aire, la desgracia se olía en el ambiente como la humedad, el moho y podredumbre.

Sin embargo, algo detuvo sus pensamientos lúgubres cuando descubrió una pequeña caja reposando en su tocador.

Una cajita dorada con una carta doblada con cuidado debajo de esta, Feryal reconoció la caligrafía de Lysander antes de leerla.

«Gracias por el regalo, Feryal, espero que este presente pueda retribuirte por la dicha de ser mi compañera».

Ella sonrió al reconocer el pequeño ave en oro, un narabi como el que habían rescatado, la pequeña esperanza que se había presentado ante ellos cuando apenas eran niños huérfanos.

Ese fue el empuje que necesitaba para darse aliento.

Se ató el albornoz mientras sus doncellas ingresaban a atenderla.

Se dirigió a Mert, porque conocía su temperamento liviano y su poca discreción.

──Buen día, su majestad, su baño está listo.

──Gracias, Mert, ¿sabes si el rey Lysander está disponible para que pueda hablar con él?

──Según escuché fue convocado a una reunión de madrugada, majestad, al igual que su padre, hermano e incluso el príncipe Vatory.

──¿Qué podría ser tan urgente?

Feryal decidió buscar sus respuestas, notó que sus doncellas habían omitido correr sus cortinas ese día, al hacerlo por su cuenta notó la razón.

Una gran cortina de humo subía a lo lejos, más allá de los bosques de copas escarchadas que envolvían la ciudad de Valtaria.

──Un ataque.

──Está aún lejos de la ciudad, los hombres lo tienen controlado.

Emery era, entre sus doncellas, la voz de la razón, pero a Feryal nunca se le pasaban desapercibida las advertencias en su voz.

──Preparen mi caballo, y un escolta que me lleve con el rey.

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Una vez en las caballerizas, fue detenida por un escudero con órdenes claras de no dejarla pasar.

──Es tu reina a quien te diriges.

──Lo siento, mi reina, pero tengo órdenes del Karsten y el rey Lysander.

──¿Y crees que mi autoridad no es suficiente para decidir sobre mi persona?

──No es eso, majestad...

El muchacho se veía nervioso por el intercambio, pero la impotencia no le dejaba mucho espacio a Feryal para encontrarse conmovida.

──¿Ocurre algo aquí?

Feryal reconoció la voz de Raelar Sinester, inspiró aire con fuerza para no hacer una escena.

Él se presentó ante ella con una reverencia elegante, era muy parecido a su esposo, grácil y de facciones de una perfección cincelada, cabello y ojos oscuros contra piel muy pálida, pero el comandante poseía una suspicacia que lo alejaba del aire taciturno de su marido.

Penumbra invernal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora