Capítulo 16:
Grietas en el hieloQuedé a cargo de las labores de la corona mientras mi marido defendía las fronteras en campaña.
Día tras día, escuché todo tipo de reclamos en el salón del trono.Detestaba esa habitación.
No solo porque poseía solo un trono, pese a que la corona estaba dividida en dos emperadores; sino porque el dragón negro tallado en obsidiana se cernía sobre el asiento del gobernante como si fuera a despedazar con sus fauces a quien no encontrara digno monarca.
Los Sinester lo consideraban su protector, pero yo necesitaba de toda la compostura para mantenerme erguida.
A mi lado, el comandante Raelar Sinester se mantenía estoico, lucía el dragón en su pecho con orgullo.
Lo único que se escuchaba eran los rasguños de la pluma sobre el papel, el escribano permanecía encorvado sobre su tabla.
──Siguiente ──ordenó el guardia, férreo, a mi derecha.
El chirrido del acero dio aviso del siguiente peticionario.
Me enderecé, una escama del dragón se clavó en mi antebrazo, pero mantuve la pose: piernas juntas, no cruzadas, mentón en alto, manos sobre el regazo, no revoloteando; eso refería a una aptitud abierta, dejaba a la gente más dispuesta.
A los pies de los escalones que separaban el trono del suelo, aguardaba mi juicio un hombre de mediana edad junto a una jovencita de unos quince años, a la que tiraba de la mano como si fuera una niña ─lo era.
Miré a un lado, Raelar Sinester, herido de una pierna y en representación de Lysander, le indicó con un gesto de cabeza que procediera.
──Vengo a usted en busca de su juicio justo ──empezó con las palabras de ceremonia──. Necesito un permiso especial, moi siraytza, verá, mi prometida no cumplirá la mayoría necesaria para contraer nupcias hasta dentro de dos semanas, pero para ese entonces necesito que estemos ya en camino a las tierras del Norte, y no puedo viajar con ella, si no es en calidad de esposo.
──¿Desea un permiso para su niña-esposa?
El hombre se envaró, un pie delante, a la defensiva.
──El matrimonio ya fue acordado, moi siraytza, solo necesitaría de su permiso.
──¿Pidió el permiso de su esposa?
El hombre parpadeó con asombro.
──Mi siraytza, yo…
La joven agachó la cabeza, evité volver a mirarla, con temor de reconocer en ella a mi fantasma.
──Denegado, y queda prohibido que este matrimonio se lleve a cabo en dos semanas, se abrirá una investigación por fraude y venta de personas.
──Mi señora…