14. Lágrimas de Vermania.

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Capítulo 14:
Lágrimas de Vermania

Oculté mejor mi identidad debajo de la capucha de terciopelo azul, aspiré el frío aire de la noche. Los callejones parecían brindarme el anonimato que la tarea requería.

De repente, alguien jaló de mi brazo, terminé con la espalda encajada contra una pared de ladrillo.
Mi corazón chocó contra su caja torácica.
A la luz de la luna, divisé el perfil de Levi Vatory, sus ojos ámbar brillaron debajo de su capucha negra; él alzó su dedo índice para posarlo sobre sus labios.

Un grupo de hombres pasó a metros de nosotros, cruzaron la vereda en dirección a un bar al fondo de la callejuela. Habían estado muy cerca.

El príncipe se alejó una vez el peligro de ser descubiertos hubo pasado.

──¿Aún estás segura de esto? ──Él volvió a preguntar por quinta vez desde que salimos del palacio.

Mi rostro pálido debía ser una respuesta más sincera, aun así, me digné a contestar.

──Estoy segura, ¿conoces la entrada?

Levi Vatory tomó mi mano para guiarnos a través de los callejones, con una destreza que me hizo sospechar sobre cuántos años había estado haciendo lo mismo entre los escondrijos áridos de Fajrak.

Cuando al fin llegamos a la callejuela que daba a la parte deshabitada del teatro, entrar fue mucho más fácil.

Según la madame, ahí había estado el auditorio más grande del Cierna Ruza. Yo solo podía dar fe por las dimensiones que veía en ruinas: filas de asientos hasta donde alcanzaba la vista, terciopelo rojo con ornamentos; todas en dirección a un escenario que podría recrear las grandes guerras de Escar sin perder nada de las magnificencias que le hacían honor.

El príncipe Levi me llamó desde el otro lado de la habitación, en un silbido muy impropio para dirigirse a una reina.

Era algo que me gustaba, ser sacada de la caja de cristal, al menos por un momento.

Levanté los dobladillos del vestido de muselina para no ensuciarlo; no tendría como explicar las rasgaduras y polvo si llegaba así al palacio.

Sabía que no debería, que era un sentimiento más propio de una chiquilla que de la siraytza del imperio, pero no podía evitar sentirme emocionada, casi extasiada con la idea de desobedecer al Consejo, de escandalizar a la Corte.

Levi Vatory pareció leer mis pensamientos con una sonrisa maliciosa.

──Por aquí, Su Majestad.

──Noble príncipe ──asentí en su dirección.

Corrió una cortina escarlata que daba a un vestíbulo deshabitado, tomé su mano con fingida compostura.

Penumbra invernal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora