¡Aventura!

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Espero que les guste~

En cuanto pudo caminar sin caerse o tropezar, salió de la pequeña casa por su cuenta por primera vez desde su llegada, cerrando los ojos con placer al sentir la calidez del sol en su rostro y con el suave viendo removiendo un poco su cabello.

-Que rico~- tarareo, sonriendo, abriendo los ojos y pudiendo ver, sin apuro, su entorno. El lugar era grande y bonito, con un fuerte aroma a duraznos en el aire y los chillidos de los monos rompiendo el silencio de allí, sus ojos iluminándose ante la naturaleza que solo había visto de lejos y en videos. Corrió antes de pensarlo y se lanzo para rodar en el pasto, riendo alegremente, sin importarle que su nueva ropa se estuviera ensuciando. El pasto era áspero y le pinchaba un poco la piel pero le daba una sensación de cosquillas que lo obligaban a reír. Alzo ligeramente la vista al escuchar un suave arrullo, sonriendo.

-Hola, bebe- Alma sonrío, contenta de ver al pequeño tan feliz con algo tan natural como revolcarse en el suelo y aunque tenía curiosidad ante la falta de aleta brillante, decidió que se lo preguntaría a su rey más tarde.

-¿Eres...Alma?- pregunto, apoyando sus manos en el suelo para empujarse y quedar de rodillas, mirándola con curiosidad, sonriendo enormemente al verla asentir. -¡Alma!- se lanzo para rodearla con sus brazos, flotando su mejilla contra el hombro ajeno y riendo ante el suave pelaje, dándose cuenta que era la primera vez que podía tocarla sin mojarla y apelmazar su pelaje. Ella pareció sorprendida, aunque no dudo en corresponder el gesto porque ella no podía negarle el cariño a nadie, mucho menos a este pequeño en particular. -¡Tengo piernas ahora!- se separo solo para pararse y señalar sus nuevas extremidades, emocionado de las probabilidades de aventura que ahora tenía. 

-Eso es genial, bebe- incluso si él no podía entenderla, era genial verlo tan emocionado.

-¡Quiero ver flores y trepar arboles!- dio pequeños saltitos, mirándola con prácticamente estrellas brillando en sus ojos. -¿Puedes mostrarme?- pregunto, emocionado de poder hacer algo con alguien más. Alma asintió, queriendo pasar un poco más de tiempo con el bebe más nuevo de la montaña y le hizo un gesto para que la siguiera, avanzando, escuchando los pasos rápidos del pequeño. -¡Flores!- sus ojos se iluminaron ante los múltiples colores que resaltaban entre los pastos verdes. -Son tan bonitas...- se dejo caer de pecho al suelo para verlas más de cerca, balanceando ligeramente sus pies y respirando profundo. El aroma era extraño, porque nunca las había olido en su vida, pero de una manera buena, suave y ligero. Las toco, sintiendo la suavidad de los pétalos, abriendo la boca con toda la intención de probarla pero una mano en su muñeca llamo su atención.

-No se comen- negó, el niño mirándola con confusión.

-Oh...- hizo un ligero puchero, algo decepcionado, pero los chillidos entusiastas lo distrajeron, rodando para estar de espaldas y notando entonces al grupo de monos que se balanceaban de rama en rama. Sus ojos brillaron. -¡Yo también quiero jugar!- los llamo y ellos parecieron escucharlo porque se apresuraron a bajar, un chillido saliendo de su boca cuando fue repentinamente alzado, aunque no lucho y se dejo llevar.

-Oh, cielos...- Alma hizo una ligera mueca y se apresuro a seguirlos, preocupada y divertida al mismo tiempo.

... ... ... ...

MK soltó carcajadas, sin molestarse de ser lanzado como un saco de papas de mono en mono, la sensación de estar momentáneamente en el aires y sin ningún tipo de sostén llenándolo de diversión por alguna razón. El fuerte viento golpeando su rostro al ser lanzado y al caer pero siempre sintiendo el agarre de los monos, los cuales no tardaban mucho en volver a lanzarlo.

-¡MK!- y así fue como Macaque lo encontró, alzando la vista justo en el momento en el que el niño estaba en el aire. Salto antes de pensarlo, rodeándolo con sus brazos apenas lo tuvo cerca e, ignorando las quejas de los pequeños monos que habían estado jugando, lo acuno para mirarlo. -¿Estás bien?- estaba algo preocupado, aunque eso se desvaneció al escuchar la carcajada ajena.

-¡Eso fue genial!- chillo con una sonrisa tan grande en su rostro que el mono se pregunto vagamente si al niño no le dolían las mejillas a este punto. Un largo suspiro salió del mono oscuro, sintiéndose repentinamente cansado.

... ... ... ...

-¡Mi rey!- los gritos de Alma fue lo que llamaron su atención y lo que lo impulso a salir, notando como ella le señalaba hacia arriba con algo de pánico y ahí fue cuando decidió levantar la vista con curiosidad pura.

-¡MK!- jadeo al verlo colgado de cabeza de una de las ramas más altas del árbol.

-¡Monkey King!- saludo el niño al notarlo, riendo ante la vista de estar de cabeza, aunque empezaba a sentirse algo mareado si tenía que ser sincero. -¡Mira, estoy en un árbol!- y ahí fue cuando el agarre de sus piernas se aflojo, gritando cuando empezó a caer, un chillido medio ahogado saliendo del mono que se apresuro a saltar, ignorando los ligeros golpes de algunas ramas y tomando al niño entre sus brazos, aterrizando en una de las ramas gruesas más cercana.

-¿Estás bien?- lo reviso con preocupación. Las manos, brazos y rodillas del niño estaban raspadas, las mejillas rojas por toda la aventura y el cabello algo aplastado por el sudor, por no mencionar las hojas y ramas que sobresalían de entre el cabello castaño, junto a su ropa actual luciendo tan sucia que Wukong sabía que debía conseguirle más para poder cambiarlo.

-¡Fue divertido!- rio alegremente. -¿Puedo hacerlo otra vez?- pregunto, emocionado, el dios dejando escapar un suspiro.

-Quizás...más tarde- bufo. El niño había sido tranquilo en su mayor parte mientras estuvo en la bañera y por su apariencia actual, sus nuevas extremidades lo llenaron de energía de alguna manera. Cuidarlo iba a ser más decil, ¿no?

Pequeño TritónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora