Rodrigo corría por los pasillos del Hospital Civil de Guadalajara, luego de pelarse con el guardia de la entrada y de pronunciar con prepotencia su apellido de abolengo Corcuera, así como de un par de llamadas a sus conocidos, pudo ingresar para ir a la habitación en donde se encontraba su padre. Treinta minutos antes su madre le había marcado para avisarle que su padre había sufrido un infarto y que había sido trasladado a aquel hospital.
Él no entendía como su padre se había encaprichado a que fuera atendido por su mejor amigo, un prestigioso especialista en cardiología de ese hospital, no renegaba de los conocimientos del médico, al contrario, comprendía que era de los mejores del estado, sin embargo existían otros hospitales de mayor categoría, por decirlo así en cuestión monetaria y de estatus social.
Cuando llegó al piso cuatro, en la central de enfermeras encontró a su madre, se acercó rápidamente a ella.
- ¿Cómo está? – preguntó con voz entrecortada debido al agotamiento.
- Está bien, le están realizando estudios, ha sido una advertencia de lo que pude llegarle a ocurrir si no reduce el estilo de vida que lleva – contestó con molestia su madre.
El padre de Rodrigo desde joven era imparable, ahora de mayor acudía a donde se le necesitaba sin parar en pensar en su salud, continuamente su mejor amigo, el cardiólogo Esteban Martínez le insistía en que debía descansar por su bien, a lo que él constantemente respondía que tendría mucho tiempo para hacerlo cuando ya estuviera muerto. Curiosamente en ese momento había estado a un paso más allá para que descansara, pero para siempre.
Rodrigo y su madre esperaron en la pequeña sala de espera frente a la central de enfermeras en lo que regresaban a su padre de sus estudios.
- Ya es demasiado el tiempo para que le hicieran estudios, ¿no lo crees? – cuestionó Rodrigo a su madre.
- Esto siempre ha sido muy tardado, no te preocupes, esta en las mejores manos – contestó la mujer sacando un cigarro de su bolso.
- ¡Madre! ¡Aquí no se puede fumar, estamos en un hospital! – regañó en voz baja Rodrigo.
- Querido, si ahora mismo no me fumo un cigarro entraré en crisis, luego del susto que me acaba de dar tu padre, creo que merezco uno.
Rodrigo entornó los ojos, odiaba que su madre fumara, sin embargo se había hartado de rogarle para que lo dejara.
- Saldré unos minutos para poder fumar, cualquier cosa que necesites, me marcas al celular – dijo la mujer y se dirigió hacia el elevador.
Rodrigo se quedó solo en aquel lugar, observó a su alrededor, su pie derecho comenzó a moverse inconscientemente, como un tic nervioso, detestaba los hospitales, había tenido malas experiencias en estos sitios. Los minutos avanzaban y no aparecían señales de su padre, se estaba comenzando a asfixiar en ese espacio, se levantó y caminó hacia la central de enfermeras para preguntar cuánto más se tardarían en regresar a su padre a la habitación.
- Disculpe, ¿me podría informar si ya terminaron de realizarle estudios a mi padre? – preguntó a la enfermera algo mayor que se encontraba sola en el área.
- ¿Cuál es el nombre de su padre? – cuestionó la enfermera sin mirarlo.
- Rodrigo Corcuera Cervantes – respondió.
La enfermera revisó unos documentos un par de minutos.
- No le sabría decir si ya terminaron de practicarle los estudios... - decía la enfermera, no obstante Rodrigo la interrumpió.
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Quédate conmigo
Romance"Él solamente podía repetir una y otra vez: Quédate conmigo. Su voz había pasado de ser gritos a unos simples y lastimosos murmullos. Sentía que no podía respirar, el pecho se le había oprimido y no necesariamente porque estaba tumbado sobre el pesa...