Aquella noche había unido de alguna manera a Rodrigo y Viridiana. Aunque todavía no eran los mejores amigos que se contaban sus más y profundos secretos, de vez en cuando intercambiaban mensajes de texto.
No habían vuelto a verse desde entonces, ambos estaban ocupados en sus respectivos trabajos, él seguía sin saber qué hacer con su prometida, pues ella continuaba suplicándole que la perdonara, sin embargo no tenía todavía una respuesta.
Los padres de Rodrigo decidieron en dejar que su hijo tomara su decisión por sí solo, solo le pidieron que se tomara su tiempo, que no hiciera una acción prematura. Por primera vez su padre le dijo que si quería terminar su compromiso con Mariana, él lo apoyaría, aun cuando eso tal vez significara poner fin a una larga amistad entre el padre de ella y este.
Cada día Rodrigo se sentía confundido, sabía que ya era todo un adulto funcional, aun así no se sentía capaz de realizar una decisión madura. Pero sobre todo se sentía solo. La infidelidad de Mariana no solo estaba a punto de terminar con su relación, sino que también perdió a todos sus amigos en el camino. Ahora entendía aquella frase que decía que los amigos se podían contar con los dedos de la mano, no obstante que había creído tener muchos amigos, ninguno lo fue realmente, salvo la chica desconocida que era residente de cirugía.
Se sorprendió cuando pensó en ella, creyó que no era adecuado llamarla amiga, seguía sin conocerla bien, aun así habían compartido momentos, situaciones de apoyo mutuo de las cuales jamás tuvo con sus supuestos amigos. Cada vez que pensaba en ellos lo único que podía recordar era estar de fiesta, ni siquiera en la ocasión en que su padre sufrió el preinfarto ellos lo apoyaron como se debía.
Cerró los ojos, entendió que nunca había tenido una amistad real y esto lo hizo sentirse mucho más solo.
Esa noche del viernes trató de despejar su mente de alguna manera, necesitaba dejar de pensar en muchas cosas. Tomó una cerveza del refrigerador y puso una película, no llevaba ni veinte minutos cuando decidió quitarla, reprodujo mejor una serie, sin embargo tampoco le gustó y la quitó antes de terminar el primer capítulo.
Por un buen rato estuvo cambiando de canales sin detenerse en ninguno en especial, se sentía ansioso, apagó la televisión frustrado y aventó el control al otro lado del sofá. Pasó sus manos por su rostro, se sintió asfixiado, aquella soledad estaba siendo demasiado para él. Se levantó rápidamente y tomó las llaves del auto, no podía pasar más tiempo ahí, así que salió a la refrescante noche.
Mientras caminaba con rumbo al automóvil comenzó a sentirse mejor, definitivamente tenía que alejarse un poco de su departamento. Se subió al auto, lo prendió y tomó el volante, a pesar de ello no se movió, se quedó pensando a dónde iría, comprendió que quizás ya no tenía a dónde dirigirse. Había pensado visitar a sus padres, pero recordó a último momento que ellos no estaban en casa, puesto que salieron aquel mismo día de viaje y regresarían hasta el domingo.
Rodrigo suspiró hondo, no quería regresar a su departamento, mas tampoco le apetecía vagabundear por la ciudad solo. Sin darse cuenta cómo, se encontró manejando hacia su antigua colonia, en donde vivió durante su infancia, supo entonces que su mente lo estaba llevando hacia la casa de la doctora. No sabía si ella se encontraría ahí, es más ni siquiera creía recordar en dónde vivía, aun así se detuvo cerca de su antigua casa y comenzó a caminar por las calles que le trajeron a la mente grandes momentos de niño.
De repente reconoció la casa de Viridiana, se acercó a la puerta y tocó. Mientras esperaba respuesta se lamentó el no haberla llamado antes para decirle que iría hacia allá. Luego de varios minutos una mujer le abrió la puerta.
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Quédate conmigo
Romansa"Él solamente podía repetir una y otra vez: Quédate conmigo. Su voz había pasado de ser gritos a unos simples y lastimosos murmullos. Sentía que no podía respirar, el pecho se le había oprimido y no necesariamente porque estaba tumbado sobre el pesa...