Cena para dos

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Rodrigo bajó de su auto, y antes de tocar a la puerta, se dio un vistazo a través del reflejo del vidrio del auto para acomodar su corbata. Ya que comprobó que su traje estaba bien puesto, se acercó a la puerta y tocó el timbre. Mientras esperaba a que le abrieran la puerta, se movió nerviosamente. Se dijo que tenía que calmarse, pero no podía.

La señora Montes abrió la puerta, y luego de saludarlo, lo invitó a pasar. Se quedó solo en la sala en lo que ella avisaba a su hija de su llegada.

- ¡Tienes que tranquilizarte! – se regañó mentalmente – Es solo una cena con una amiga.

Y eso es justamente lo que era, una cena con su mejor amiga. Dos días antes, Rodrigo recibió una llamada telefónica del restaurante más codiciado de la ciudad, para confirmar una reservación para dos personas. El joven abogado se sorprendió al recordar aquella cena, la cual había hecho hacía más de seis meses, aunque claro, en ese tiempo, la finalidad era festejar su aniversario de noviazgo con su ex prometida.

Inconscientemente confirmó la reservación en esa llamada, y cuando reaccionó de lo que había hecho, estuvo a punto de volver a marcar al restaurante para cancelarla. Sin embargo a último momento se detuvo, era bastante trabajoso encontrar una fecha para cenar en aquel lugar como para desaprovechar esa oportunidad.

Pensó que tal vez sus padres podrían darle utilidad a esa reservación, pero su padre le había sugerido sutilmente, que podría llevar a tan elegante restorán a Viridiana. Obviamente el señor Corcuera tenía la intención, de que ya estando los dos al calor de un espacio super romántico, sucediera algo que les diera un empujón.

Después de pensarlo por un día, Rodrigo le hizo caso a su padre, pensando que solo era una invitación a cenar con su amiga, al restaurante más romántico de la ciudad.

Dejó sus pensamientos a un lado cuando escuchó a Viridiana bajar por las escaleras, trató de no apretar la rosa que traía en las manos. Dicha flor se la había comprado a Viri a último momento, nuevamente gracias a la recomendación de su padre, misma que al principio rechazó, pero que a unos cuantos metros de llegar a la casa de su amiga, su mente lo hizo cambiar de opinión y dio vuelta bruscamente en una esquina para buscar una florería.

Luego de observar todas las flores, solo había escogido una rosa roja, la cual fue arreglada elegantemente dentro de una caja, porque se dijo Rodrigo a sí mismo que solo era un detalle para una gran amiga.

No pudo evitar su rostro de sorprendido al ver a su amiga, quien lucía más bella de lo normal con ese vestido verde de tirantes, con falda plisada.

Viridiana acomodó un mechón de cabello hacia atrás con nerviosismo, y acto seguido tomó su cartera con ambas manos apretándola un poco. A pesar de que ambos sabían que aquella cena solo era de amigos, estaban muy nerviosos.

Sin medir palabra alguna, salieron rumbo al auto para llegar a tiempo al restaurante. Durante el trayecto, conversaron un poco tímidos. Rodrigo se sentía como un tonto en ese momento, ya que se comportaba como si estuviera en una primera cita y no con su mejor amiga, aun así no pudo negar que la corbata que llevaba, había sido un regalo de ella en su cumpleaños pasado, y que justamente por eso se la puso.

Al llegar al restaurante, el personal del valet parking les abrió la puerta, y en seguida de que Rodrigo dijera su nombre en la recepción, los condujeron hasta donde se ubicaba su mesa. Para sorpresa de ambos, la mesa reservada para ellos no se encontraba justamente dentro del salón principal, sino en una terraza privada con una vista espectacular a la ciudad.

Cuando uno de los meseros se acercó a serviles champagne sin preguntarles, el joven abogado recordó que la reservación que había hecho hacía bastantes meses era una especial, justamente para una cena romántica.

Rodrigo se sonrojó en cuanto escuchó la música de fondo, que el restaurante reprodujo de acuerdo a las peticiones que hizo al momento de reservar.

Viridiana continuaba apretando la cartera que tenía sobre sus piernas. Era obvio que esa cena estaba destinada para su amigo y su ex prometida. Deseo internamente que esa velada hubiera sido elegida especialmente para ella, pero eso era mentirse a sí misma. Rodrigo no le había dado señales de otra cosa que solo amistad, aunque no podía negar que seguía intrigada por aquella rosa que le regaló unas horas antes.

Miró de reojo a su amigo, quien seguía volteando hacia la mesa un poco incómodo. Vio nuevamente la rosa colocada sobre la mesa y luego la corbata que traía el joven abogado. Suspiró imaginando que la razón por la que se la había puesto esa noche, era porque este se había arreglado para ella, de la misma forma en que la residente lo hizo. Aquel vestido que llevaba era por él, el verde y justamente ese tono, era el color favorito de Rodrigo.

Viridiana comenzó a platicar con su amigo como si nada pasara, para que este pudiera relajarse un poco. La doctora pensó que la razón por la que su amigo se sentía incómodo, era porque esa cena le recordaba su compromiso roto, y que tal vez, él hubiera querido estar en ese momento con otra persona y no con ella.

Como si la voz de la residente fuera un analgésico para sus sentidos, Rodrigo empezó a relajarse poco a poco, y no se percató del instante en que se sintió completamente cómodo con ella, sin importar lo demás.

Pronto las risas y la plática alegre inundaron el ambiente. Mientras disfrutaban de una comida deliciosa y de una vista maravillosa, algo comenzó a brotar entre los dos, algo que solamente se podía ver reflejado en sus ojos. Ese brillo especial que aparece en ellos cuando miras a la persona que más quieres en este mundo.

Ninguno de los dos pudo darse cuenta de que ambos empezaban a mirarse de otra manera, porque lo único que les interesaba estaba justo enfrente de ellos.

Después de la mágica cena, Rodrigo llevó a Viridiana hasta su casa. Cuando llegaron, él corrió hasta la puerta de ella y la abrió para que esta pudiera bajarse. Los dos se quedaron frente a frente sin decir nada, solamente se miraban a los ojos completamente perdidos.

- Gracias por la velada – dijo Viridiana.

- Fue todo un placer – respondió Rodrigo.

Entonces ella hizo algo demasiado arriesgado, sus pasos la llevaron hasta él y le dio un beso en la mejilla, a unos cuantos centímetros de su boca.

- Buenas noches – dijo ella en un murmullo.

- Buenas noches – contestó el joven abogado como hipnotizado.

Sin embargo ninguno de los dos se movió, estaban ahí a unos cuantos centímetros, sintiendo la respiración del otro. Sin saber cómo, cuándo y el por qué, Rodrigo terminó de cortar la poca distancia que los separaba, y tomándola de la cintura, la besó.

Ella les dio la bienvenida a los labios de su amigo, y lo abrazó por el cuello. No supieron cuánto tiempo estuvieron besándose, lo único que entendían era que no querían que terminara, querían permanecer así, juntos, sintiendo los labios del otro. Él apretando su cintura. Ella de puntitas para poder seguir rodeándolo con sus brazos.

El tiempo se detuvo mágicamente, la luna los acogió con su tenue luz, y todo a su alrededor se puso de acuerdo para que los enamorados tuvieran su primer beso, como salido de un cuento de hadas. 

Quédate conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora