El despertar del día siguiente no fue tan revelador como había esperado Rodrigo que fuera. Con una terrible resaca se levantó de mala gana, fue hacia la cocina para prepararse algo y tomarse alguna pastilla que desapareciera el agonizante dolor de cabeza.
Luego de echarse la pastilla en la boca y beber un poco de agua para pasársela, se sentó en uno de los bancos del desayunador. Escuchó un silencio profundo en su departamento, respiró hondo mientras masajeaba sus sienes con los dedos. Ahora entendía aquella canción de Antonio Aguilar que decía que si en la borrachera te ofendí, en la cruda me sales debiendo.
Trató de recordar lo que había sucedido la noche anterior, las imágenes se reproducían como flashazos, no tenía una idea general de lo que pasó, ni siquiera recordaba cómo llegó a su departamento. De repente su mente trajo la imagen de Viridiana Montes sonriendo frente a él y encontró su respuesta, lo más probable era que ella lo había llevado hasta ese lugar.
Escuchó unos toquidos en la puerta, no obstante como los oyó muy distantes por el dolor de cabeza no se movió de su lugar, no sabía quién podría ser y no le interesaba, no quería ver a nadie en ese momento, sin embargo la persona que llamaba a la puerta insistía. Se levantó irritado hacia ella, estuvo a punto de gritarle al intruso del otro lado de la puerta, a pesar de ello se paró en seco cuando vio a la doctora Viridiana.
- ¡Buenos días! – dijo la chica.
- ¡No sé qué tienen de buenos! – vociferó Rodrigo.
- Creo que alguien no ha amanecido bien – contestó ella de buena manera haciendo caso omiso de la actitud de él – Supuse que te levantarías con resaca debido a las grandes cantidades de alcohol que tomaste anoche, así que decidí traerte algo para que comas y te sientas mejor.
Rodrigo enarcó las cejas, la observó detenidamente de pies a cabeza por unos segundos, Viridiana estaba ahí, parada frente a él toda sonriente y cargada de comida, no entendía que era lo que ella estaba tratando de hacer, aunque para ser franco con él mismo, aquella chica que tenía años que no veía y que ahora era toda una desconocida para él, estaba haciendo mucho más que las personas que consideraba sus amigos.
Rodrigo se hizo a un lado para que ella pudiera entrar, le indicó dónde se encontraba la cocina y caminó detrás de esta todavía pensativo. Seguía con la mirada sus movimientos mientras Viridiana vaciaba menudo en platos. Trató de recordar a la niña que había sido ella cuando estaban en la secundaria, en el tiempo en que supuestamente eran mejores amigos, no obstante solo pudo recordar lo que había visto en fotografías, no supo qué sentir cuando se dio cuenta de que él la había borrado de su memoria, y en cambio esa chica, que una noche anterior lo rescató de la cantina, parecía que lo recordaba como si nunca hubieran perdido el contacto, como si el tiempo no los hubiera separado por demasiados años.
El olor a comida hizo que un ruido proveniente de su estómago le anunciara que estaba completamente hambriento. Ambos se sentaron en el desayunador para comer en silencio, a pesar de ello Rodrigo no encontró aquella situación incómoda, de hecho le resultaba gratificador aunque no quería aceptarlo, el estar con ella de esa forma le era agradable, había algo en esa chica que con su sola presencia podía poner en orden todo a su alrededor. Él siempre había odiado los silencios prolongados, jamás en lo que llevaba de su vida se sintió de esa manera con alguien, ni siquiera con su prometida, por eso siempre procuraba evitar esos momentos.
Mientras comían, la veía de reojo, era algo loco sentirse cómodo en compañía de una completa extraña, porque a pesar de todo eso era para él, una desconocida, aun así no dijo nada, dejó que ese instante pasara.
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Quédate conmigo
Romance"Él solamente podía repetir una y otra vez: Quédate conmigo. Su voz había pasado de ser gritos a unos simples y lastimosos murmullos. Sentía que no podía respirar, el pecho se le había oprimido y no necesariamente porque estaba tumbado sobre el pesa...