Conexión

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La una de la mañana marcaba el reloj de pared que Rodrigo tenía en la habitación que usaba como oficina en su departamento. Aunque los ojos se le cerraban, se esforzó por mantenerlos abiertos, estaba trabajando en un caso algo complicado, pero a él le encantaban los retos, así que luego de descubrir la infidelidad de su prometida, se había mantenido trabajando en exceso, no quería tener ni un momento libre para no pensar en eso.

     Desde aquel día Mariana lo estuvo buscando para hablar con él, luego de evitarla por varios días accedió a encontrarse con ella, sin embargo aquella plática lo dejó más confundido, puesto que su prometida le había pedido perdón y le rogó para que volvieran diciendo que lo que tuvo con Eduardo no significaba nada para ella, que el hombre al que realmente amaba era él y le prometió que jamás volvería a hacerlo.

     Rodrigo no supo qué contestar en aquel momento, Mariana era la mujer de la que creía que se había enamorado locamente y con quien deseo casarse y tener una familia. A pesar de ello se sorprendió cuando solamente le respondió que lo pensaría, que necesitaba tiempo para asimilar todo. Desde que iba en camino para encontrarse con ella, sabía que en cuanto la viera le perdonaría todo, se abrazarían, besarían y continuarían con los planes de la boda, a pesar de esto a último momento había cambiado algo y dijo otras cosas, estaba sorprendido por lo que hizo, siempre había sucumbido a los encantos de Mariana y en los años que llevaban de noviazgo él era el que cedía para todo.

     Él dejó la pluma sobre los papeles unos minutos y se frotó la cara con ambas manos exhausto, debía irse a dormir, eso era lo que necesitaba. Cuando estuvo a punto de levantarse de su silla, su celular sonó, revisó el número, no lo conocía y no lo tenía guardado en sus contactos, sin embargo se le hacía vagamente familiar, contestó.

     - Bueno – dijo.

     - Rodrigo – escuchó la voz de una mujer entre sollozos.

     Él no pudo reconocer la voz, aunque si notó que aquella persona que le llamaba estaba llorando.

     - ¿Quién habla? – preguntó.

     - Soy Viridiana – contestó la mujer, hizo una breve pausa para tomar aire – Disculpa que te llame a esta hora, pero necesito hablar con un amigo.

     Rodrigo se sorprendió, que ella lo considerara de esa manera era bastante raro, sobre todo porque aun a pesar de lo que ella había hecho por él, no la consideraba su amiga, claro que estaba agradecido por el apoyo que le brindó en esos momentos difíciles, no obstante eso era todo lo que él sentía por ella.

     Viridiana tomó aire de nuevo y continuó hablando sin esperar respuesta por parte de Rodrigo.

     - Sé que vas a pensar que estoy loca.

     - Demasiado tarde, ya lo pensaba –dijo él para sí mismo.

     - Hoy no estoy teniendo una buena guardia – siguió Viri – He perdido a un paciente...- se le quebró la voz y empezó a llorar.

     Rodrigo no sabía qué hacer, nunca había sido bueno para reconfortar a la gente, se pasó la mano por el cabello algo incómodo.

     - Pero no es algo normal que les puede pasar a los médicos – contestó Rodrigo, aunque al final se arrepintió de haberlo dicho.

     - Yo nunca había perdido a ninguno – respondió en voz baja – Es el primero.

     Rodrigo hizo una mueca y cerró los ojos, sí, se arrepentía de lo que acababa de decir.

Quédate conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora