156 10 2
                                    


Cuando cruzamos el umbral de la oficina de Levi, lo que vi me dejó sin aliento. Era una fantasía de lujo, un reflejo perfecto de la opulencia de su hogar, pero en una escala aún mayor. Cada rincón del lugar hablaba de riqueza y sofisticación. Me sentí abrumada por la magnificencia que me rodeaba, preguntándome cómo alguien podía poseer semejante esplendor.

—Parece que has visto un monte de oro —me interrumpió Levi, rompiendo el hechizo de mi admiración.

Le miré, confundida y un poco sonrojada.

—Es que nunca había visto algo así —murmuré, sintiendo cómo la vergüenza me envolvía.

Levi sonrió con una mezcla de diversión y superioridad.

—No te preocupes, al final te vas a aburrir de ver estas cosas todos los días —dijo con un tono que insinuaba familiaridad con el lujo que me parecía tan deslumbrante.

—No creo que pueda aburrirme de esto nunca —le respondí con una sonrisa, tratando de ocultar mi incomodidad.

Sentí la mirada de Levi sobre mí, y mi expresión de entusiasmo pronto se tornó en una mezcla de nervios y confusión. Aprecié el lujo, pero me sentía desubicada en ese entorno.

—O sea, a una vida como la tuya me refiero —aclaré rápidamente, buscando corregir mi comentario anterior.

Mientras hablaba, escuché el sonido de tacones resonando en el suelo de mármol. Volteé la cabeza hacia la fuente del ruido y me encontré cara a cara con una mujer impresionante. Era una pelirroja con un cuerpo escultural y una elegancia que parecía casi sobrenatural. Me sentí diminuta a su lado.

Levi no me prestaba atención; estaba completamente enfocado en ella. Me pregunté por qué no podía ser como ella, tan segura y decidida. Sus ojos pasaron de mí a ella, y me sentí como si fuera invisible.

La mujer estaba vestida con un ajustado y elegante vestido que acentuaba sus curvas de manera impecable. Miré mi propia ropa —un conjunto holgado y básico— y me sentí profundamente incómoda, casi odiándome por no estar a la altura.

—Buenas tardes, señor Akerman —dijo la mujer con una voz fina y melodiosa.

Luego me miró a mí, con una expresión de asco que no pude evitar tomarme a pecho. Me sentí humillada, como si fuera un intruso en un mundo que no me pertenecía.

—Hola, Petra. Ella es Cynthia, una amiga de Hange que se está quedando con nosotros —anunció Levi, presentándome con una indiferencia que aumentó mi malestar.

Petra asintió con un gesto breve, sin siquiera dirigirme una mirada completa. Mientras tanto, yo jugueteaba nerviosamente con mis dedos, tratando de controlar mi ansiedad y las lágrimas que amenazaban con brotar.

—Cynthia, quédate aquí. Si necesitas algo, dile a la recepcionista —me ordenó Levi, sin darme tiempo para protestar. Luego se alejó con Petra hacia una sala adyacente.

Me quedé sola, sintiéndome perdida y fuera de lugar. Miré a mi alrededor y mis ojos se detuvieron en un teléfono público con un cartel que indicaba que era para el uso de los empleados. Una idea surgió en mi mente: llamar a Sasha para que viniera a buscarme. No quería estar aquí ni un minuto más.

Me dirigí al teléfono y marqué el número de Sasha. Al tercer timbre, respondió.

—¿Sí? —su voz sonó preocupada.

—¿Sasha? —dije, tratando de mantener la calma—. Necesito que vengas a por mí, por favor.

—¿Eh? —su sorpresa era evidente—. ¿Dónde estás? ¿Qué pasó?

—Estoy en la calle Beverly Hills, junto al gran cartel. Estaré pendiente para que me veas.

—Está bien, ya voy. Pero, ¿qué pasa exactamente?

—Te lo contaré cuando me recojas. Por favor, ven rápido.

—Claro, ya voy.

Respiré hondo, sintiendo un alivio al saber que pronto podría salir de allí. Aproximadamente treinta minutos después, vi el coche de Sasha, con ella mirando a su alrededor en busca de una señal.

Sin que los guardias me vieran, salí rápidamente del edificio, agradecida por mi estatura pequeña que me ayudó a mantenerme oculta. Me lancé al coche de Sasha y le rogué que avanzara rápido, y ella obedeció sin protestar.

—Bien, ahora necesito una explicación —dijo Sasha, visiblemente molesta—. ¿Qué ha pasado?

Le conté todo lo que había sucedido, desde el momento en que llegamos hasta la humillación que había sentido con Petra. Sasha escuchó con atención, su rostro pasando de la preocupación a la incredulidad.

—Dios, qué complicado es todo esto —comentó mi amiga, al final de mi relato.

—Lo sé. Supuestamente es mi vida y ni yo la entiendo —le respondí, sintiéndome desorientada.

—Entra en casa. Los chicos se alegrarán de verte —dijo Sasha con una sonrisa, tratando de levantar mi ánimo.

Al llegar a casa, me recibió Jean, cuyo rostro reflejaba una sorpresa total.

—¿Qué...? —exclamó, mirando hacia mí con incredulidad.

—¿Qué pasa? —preguntó Connie, al notar la reacción de Jean.

—¡Cynthia! —gritaron ambos al mismo tiempo, y se lanzaron a abrazarme. Aunque el contacto físico no era lo que más me gustaba, pude soportarlo con una sonrisa, agradecida por estar de vuelta en un lugar donde me sentía segura y aceptada.




ㅤt̷t̷x̷x̷_h̷o̷n̷e̷y̷ 🃨

𝕸𝖎𝖊𝖉𝖔//Levi AkermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora