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Cada día comienza igual. Despierto, me encuentro con Sasha y Jean en la universidad, regreso a casa, como, estudio, y hablo con Hange por videollamada hasta que su jefe la llama. Luego, paso tiempo con los chicos, vuelvo a casa antes de que anochezca, juego con mi perro Nico, me ducho y me voy a dormir. La rutina es mi refugio, especialmente los fines de semana, cuando no tengo universidad. Sasha siempre insiste en que salga con ella y los chicos a alguna discoteca los sábados, pero el miedo me paraliza, y ella lo entiende perfectamente.

Sasha y Hange son las únicas que me han conocido tan bien que a veces creo que saben lo que pienso antes de que yo misma lo sepa. Estoy emocionada por los próximos días: me voy con Hange casi un mes. Cada vez que visito, me presenta a gente nueva, y aunque eso no es lo mío, lo hago por ella.

Un golpe en la puerta me sacó de mis pensamientos. Mi corazón latía acelerado; a las 4 de la madrugada, ¿quién podría ser? Sasha es la única que conoce mi dirección. El segundo golpe fue más fuerte, y el miedo me hizo estremecer.

Nico, mi leal compañero, se colocó a mi lado, y una pequeña sonrisa apareció en mi rostro al sentir su presencia protectora. Caminé lentamente hacia la puerta, con Nico a mi lado. Miré por la cámara del timbre, pero no había nadie. El pánico me invadió. ¿Y si era él? Miles de pensamientos aterradores se precipitaron en mi mente, y me desplomé en el suelo, mareada.

Nico, acostumbrado a estos momentos de pánico, metió su cabeza bajo mi brazo, dándome consuelo. Comencé a llorar, abrazándolo con fuerza mientras él permanecía inmóvil, permitiéndome desahogarme.

—Deja de llorar, mocosa —una voz grave y desconocida habló detrás de mí, haciendo que mi cuerpo se tensara al máximo.

El sonido de pasos acercándose me hizo cerrar los ojos con fuerza. Nico ladraba con furia. El desconocido se detuvo frente a mí y se inclinó, tomando mi barbilla con firmeza, obligándome a mirarlo.

—Abre los ojos —ordenó con una frialdad inquietante.

Los abrí lentamente, temblando. Sus ojos azules grisáceos, intensos y enigmáticos, me miraban fijamente. Su cabello negro caía sobre su rostro, dándole un aire de peligro seductor.

—No te haré daño. Vengo de parte de tu amiga Hange —murmuró, sin mostrar emoción alguna—. Debemos irnos rápido si no quieres que te maten.

La palabra "matar" resonó en mi mente, causando que me tensara aún más. ¿Acaso estaba escuchando bien?

—Toma tus cosas rápido, tenemos veinte minutos antes de que lleguen —dijo mientras me ayudaba a ponerme de pie.

Asentí, aún en shock, sin comprender del todo lo que estaba sucediendo.




ㅤt̷t̷x̷x̷_h̷o̷n̷e̷y̷   🃨

𝕸𝖎𝖊𝖉𝖔//Levi AkermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora