𝐗𝐈𝐈

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—¡Cynthia, sal ya, que estamos casi dos horas tarde!—me gritó Hange, mientras el claxon del coche sonaba insistentemente.

Ese día me llevaban a la empresa de Levi. Hange se mostraba ansiosa, y yo intentaba resistirme a su insistencia. Desde lo que había sucedido en mi cuarto, no había hablado con Levi, y la idea de encontrarme con él me ponía extremadamente nerviosa.

Me subí al coche de Hange, y el trayecto fue incómodo. Hange estaba visiblemente nerviosa, pero no me atrevía a preguntarle nada, temiendo respuestas evasivas. Cuando llegamos, Hange me dejó en la entrada de su despacho, señalando que debía ir sola. Mientras entraba, noté unos coches negros y un hombre vestido de negro con gafas de sol que se acercaba. Decidí observar discretamente mientras dejaba un paquete en recepción.

—Cynthia, ¿dónde estabas?—preguntó Hange al verme entrar.

—Perdón, estaba hablando con una amiga—mentí, distraída.

—Vamos, tenemos que revisar estos papeles—dijo Hange, arrastrándome hacia su despacho.

Ayudé a Hange con los papeles, aunque mi mente seguía centrada en el paquete misterioso. Me preguntaba qué contenía y para quién era. Hange notó mi distracción.

—Cynthia, ¿todo bien?—me preguntó.

—Sí, claro—respondí, intentando parecer convincente—. ¿Hay algo más por hacer?

—Sí, llévale estos papeles a Levi, por favor.

Tomé los papeles y subí a la oficina de Levi. Cuando llegué, noté la caja misteriosa en el mueble del fondo. La curiosidad me llevó a acercarme a ella, y al abrirla, empecé a escuchar pitidos alarmantes. Mi corazón se aceleró. ¿Qué debía hacer ahora?

El pitido se intensificó y, en un momento de pánico, la puerta se abrió y gritaron mi nombre antes de que todo se volviera negro.

Levi

Después de una larga reunión con Erwin, regresé a mi despacho, con la mente ocupada en muchas cosas. Al entrar, vi a Cynthia cerca del paquete. Su cuerpo temblaba, y el pitido de la bomba se hacía más fuerte. Corrí hacia ella.

—¡Cynthia!—grité, pero la explosión nos envolvió.

La escena que seguía era un caos absoluto. No podía permitir que le pasara nada. Ignorando el dolor de cabeza que me aturdía, corrí a buscarla entre los escombros. La encontré atrapada bajo una viga de cemento, herida y cubierta de cortes. La ira y el dolor se mezclaron en mi pecho.

—¡Levi, vete ya!—gritó Petra—. La ambulancia está afuera.

—¡Vete tú!—le respondí con furia. No podía dejarla aquí.

Erwin se unió a mí, ayudándome a levantar la viga. Finalmente, la saqué de allí con mucho esfuerzo. Ignoré las llamas y los cables eléctricos que chisporroteaban alrededor mientras la envolvía en mis brazos, ignorando mi propio dolor.

Casi dos meses después

Cynthia llevaba casi dos meses sin despertar. Me pasaba el tiempo en mi habitación, sentado junto a su cama con el portátil, sin salir. El médico decía que tenía esperanzas, pero las secuelas podían ser graves. La miraba y acariciaba su mano, esperando que despertara.

De repente, noté que sus dedos se movían. Mi corazón dio un vuelco mientras me levantaba de un salto para avisar a Hange y llamar al médico.

𝕸𝖎𝖊𝖉𝖔//Levi AkermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora