Yelena acompañó a Inessa a su habitación esperando que esta se fuese a dormir sintiendo que estaba a salvo, pero la menor no se sentía así.
Se tumbo en la cama y se pasó la noche en vela intentando encontrar un buen recuerdo en su vida. No quería dormirse, no confiaba en la gente así que nunca bajaba la guardia, y mucho menos en un lugar que no conocía de antemano y con gente como esa.Pese a la comodidad de la cama, Inessa se negaba a dormir esa noche, así que para matar el tiempo, cogió un libro de la estantería que estaba en su habitación y se tumbó en la cama a leer toda la noche. El libro trataba de una pareja de hermanas que habían sido separadas tras la muerte de sus padres y mientras que una se estaba criando en un hogar envidiable, la otra vivía en un infierno, solamente con la esperanza de que su hermana cumpliera la promesa de ir a por ella y rescatarla. Por unos instantes, Inessa deseó que esa fuera su historia, y que tuviera una hermana perdida deseosa de encontrarla y salvarla de Dreykov. Sin ella saberlo, estaba leyendo una historia similar a la de Yelena; dos hermanas separadas- ella y Natasha- y una de ellas con la promesa de ser sacada de un mal lugar.
⚝
Antes de darse cuenta, había amanecido. Supuso que en el complejo habría algún gimnasio o al menos una zona donde los Vengadores entrenarán y como ella ya tenia cogida la hora de su entrenamiento matutino, decidió buscarlo. Todos los demás dormían, o eso creía la niña, así que bajó sigilosamente al gimnasio. Para su sorpresa, se encontró conque Clint Barton, el famoso Ojo de Halcón, estaba lanzando algunas flechas a una diana de paja que estaba segura que había hecho personalmente.
—Buenos días—saludó amablemente el arquero sorprendido ante la presencia de la chica—has madrugado mucho.
—He trasnochado, no creo que sea lo mismo—contestó algo desconfiada.
—¿No has dormido?—cuestionó sin apartar la mirada del objetivo.
—¿Hay dianas para practicar disparos?— la chica quería evitar hablar de más con los Vengadores. Ojo de Halcón era para ella el más honesto de los héroes, le parecía que de todos ellos, Clint era el menos falso, pero aún no podía fiarse.
—Como eres menor, me voy a guardar esa información para mi. ¿Algo más en lo que pueda ayudarte?
—¿Quien te ha dicho que sea menor de edad?
—No es muy difícil darse cuenta—contestó el arquero con superioridad.
—Vale, pues...¿hay sacos de boxeo? ¿O tampoco puedo?—preguntó con el mismo tono.
—Junto al ventanal. Los guantes están en esa estantería.—contestó volviendo a dirigir su mirada hacia su arco.
—No necesito guantes—murmuró la menor yéndose dirección al ventanal que le señaló Clint.
Inessa se puso a entrenar como de costumbre y empezó a aumentar la fuerza de cada golpe hasta que sus nudillos sangraron, aunque eso no la detuvo. Estuvo entrenando hasta las 11, una hora después de que la última que seguía durmiendo en el complejo se despertara. Paró de entrenar al notar que sus nudillos sangraban demasiado y se fue a la cocina a lavarse la sangre. Yelena estaba allí, desayunando unas tostadas con mantequilla y un café cortado.
—¿Qué te ha pasado en las manos?—preguntó la rubia algo preocupada.
—Nada, estoy bien—contestó la menor sería. No quería que la viera indefensa por las heridas.
Yelena se acercó a Inessa cogiéndola de las manos para mirarle los nudillos. Esto hizo que la niña se pusiera tensa, alerta, era un acto reflejo involuntario. La mayor cogió un trapo, lo humedeció ligeramente y le limpió las heridas a Inessa, quien claramente estaba inquieta. Yelena se percató de esto y no tardó en darse cuenta de que la mirada fría y desconfiada que tenía, indicaban el malestar y trauma que la niña tenía consigo, y esto la entristeció demasiado.
Salvo por ese momento en que Yelena le limpió la sangre, no tuvieron contacto el resto del día. Inessa entrenó un poco más, ya que aún tenía su horario de la Sala Roja establecido y se pasó lo que quedaba de día en su cuarto.
⚝
Al caer el sol, Inessa empezó a pensar que debía irse de ahí, aunque no sabía a dónde. Metida en sus pensamientos, se hizo de noche y empezó una fuerte tormenta. Inessa no era la mayor admiradora de las tormentas. Yelena iba camino a su habitación, tenia intención de acostarse temprano pero al ver a Inessa despierta, sentada sobre el borde de su cama casi temblando y con cara de pasarlo mal, no pudo pasar de largo.
Entró en la habitación de esta y se acercó a la cama. Se oían los truenos y se veía el destello de los relámpagos a través de las cortinas que tapaban las ventanas.
—Hola, linda, ¿qué tal el día?—le preguntó sentándose al borde de su cama.
—Bien, supongo—en ese momento sonó otro trueno e Inessa cerró los ojos con fuerza. No pudo evitar tensarse un poco y esperó que Yelena no lo hubiese notado. Pese a la discreción de la pequeña, la rubia se dio cuenta. Agarró la mano de Inessa con intención de calmarla y sonrió al mirarla.
—¿Te dan miedo las tormentas?—cuestionó algo extrañada.
—Supongo que nunca he tenido a alguien que me tranquilizara durante una; ningún referente que me abrazara y me dijera que todo estaría bien. Así que sí, me asustan, y me avergüenzo de ello pero no puedes juzgarme.—apartó la mirada avergonzada y Yelena se tumbó a su lado. Hizo ademán de abrazarla para que se tumbará sobre ella y esta lo hizo sin pensarlo. Inessa no sabía por qué permitía que Yelena se acercarse tanto a ella, pero se sentía bien.
Sonó otro trueno e involuntariamente, Inessa escondió su rostro en el pecho de Yelena mientras esta le acariciaba el pelo.
—Tranquila, linda, todo está bien. No pasa nada.—estas palabras causaron un gran impacto en la menor. Tantas tormentas que había escuchado en su vida y nadie nunca se lo había dicho—No te preocupes, Nessa, la tormenta terminará pronto.—Yelena le dio un beso en la cabeza mientras seguía acariciándola. Inessa estaba tan cómoda en ese momento que no pensó en mantenerse alerta, hasta acabar durmiéndose en los brazos de la rubia.
Yelena miraba a la niña dormir con una sonrisa leve en su rostro. Ya había deducido que la pequeña no se encontraba bien, con todo lo que habría hecho siendo viuda y sin ninguna persona que le demostrara cariño, pero por esa noche, al menos en esos instantes, parecía estar bien y sentirse cómoda, y a Yelena le alegraba haberla hecho sentirse así.
Natasha pasó delante de la habitación donde estaban las pequeñas viudas y se paró frente a la puerta mirándolas. Le recordaba mucho a Ohio, cuando dormía así con Yelena. Poco tardaron las dos en quedarse dormidas y pasar la noche juntas. Solo por una noche, Inessa dormía plácidamente sin miedo; solo por una noche, estaba segura y a salvo.
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Todo lo que tengo~ Yelena Belova
Fiksi Penggemar" 𝚈𝚊 𝚑𝚎 𝚊𝚙𝚛𝚎𝚗𝚍𝚒𝚍𝚘 𝚚𝚞𝚎 𝚗𝚘 𝚑𝚊𝚢 𝚜𝚎𝚛 𝚟𝚒𝚟𝚘 𝚎𝚗 𝚎𝚕 𝚖𝚞𝚗𝚍𝚘 𝚌𝚊𝚙𝚊𝚣 𝚍𝚎 𝚚𝚞𝚎𝚛𝚎𝚛𝚖𝚎 𝚘 𝚚𝚞𝚎𝚍𝚊𝚛𝚜𝚎 𝚌𝚘𝚗𝚖𝚒𝚐𝚘, 𝚊𝚜𝚒 𝚚𝚞𝚎 𝚗𝚘 𝚝𝚎 𝚖𝚘𝚕𝚎𝚜𝚝𝚎𝚜 𝚎𝚗 𝚒𝚗𝚝𝚎𝚗𝚝𝚊𝚛𝚕𝚘, 𝚎𝚜 𝚒𝚗𝚞𝚝𝚒𝚕 " . . ...