Lizzie era una joven que deseaba con todas sus fuerzas el poder vivir un vida feliz y es que desde que sus padres murieron, su situación no había hecho más que empeorar y es que su tía decidió obligarla a trabajar en el castillo de Cair Paravel como doncella a lo que la niña no pudo negarse, ya que no tenía donde vivir ni a nadie más que cuidara de ella.
A medida que los años pasaron, Lizzie se acabó convirtiendo en una joven muy hermosa tanto por fuera como por dentro y es que cuando su tía la obligaba a entregarle todo el dinero que ganaba trabajando, ella siempre gusrdaba un poco para dárselo a los pobres, quienes la consideraban un auténtico ángel.
Un día, el profesor Cornelius informó a todos los habitantes que el príncipe Caspian iba a dar un baile de máscaras y todos estaban invitados, independientemente de su clase social, pero cuando la joven le contó la noticia a su tía, esta se negó a que fuera ya que pensaba que si el príncipe Caspian se fijaba en Lizzie y se casaba con ella, no podría vivir del trabajo de su sobrina.
Tras escuchar su negativa, Lizzie no pudo evitar salir corriendo de su casa llorando hasta llegar a un prado cubierto de flores en el cual también estaba situado un pequeño río.
Entonces, la chica pidió en voz alta poder ir al baile y en ese momento surgió una ninfa del agua, la cual le prometió que iría al baile con un vestido y un antifaz con los que ni su propia tía podría reconocerla.
El vestido estaba hecho del agua más cristalina del río, sus joyas eran las perlas más bellas del mar y su máscara estaba hecha de un hielo tan resistente, que ni siquiera una antorcha podría derretirla.
Para Lizzie, aquel regalo fue algo maravilloso y tras darle las gracias a la ninfa, quien la sonrió con dulzura, se dirigió al castillo donde comenzaría la mayor aventura de su vida.