Capítulo 23

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Danielle.

La vida se conforma de momentos, algunos amargos otros irrealmente felices.
No puedes probar el dulzor de la felicidad sin antes haber degustado la hiel de alguna pena.

Y en efecto, ahí, estaba Danielle siendo querida por un hombre que conoció después de haber probado la amargura de la vida...

Cada caricia que aquel hombre me proporcionaba era como aliento que regresaba a mi cuerpo, como tantas cosas que he experimentado con William por primera vez.

Sus calidos besos, bajaron de mi boca hasta el cuello, provocando un estremecimiento, al mismo tiempo que su mano bajaba por mi abdomen hasta llegar a mi zona mas sensible, que ahora estaba punzante por el.
Me tomó con su mano a su antojo, sus dedos se movían inquietos acariciando los pliegues de mi vagina.

- Ahh. - mis gemidos se hacían mas fuertes y difíciles de controlar. Entre besos Wil no dejaba de verme y sonreía extasiado.

- Maldita sea Dani, hasta exitada te ves divinamente perfecta - atrapó de nuevo mis labios y se fue deshaciendo de mi pijama, después de la suya, hasta que quedamos los dos expuestos, piel con piel. Lo único que nos separaba era el sostén que aún llevaba puesto.
El se acercó y con su boca bajó los tirantes, hasta que mis pezones quedaron expuestos y erectos haciéndole un llamamiento, el cual inmediatamente el aceptó con gusto. Succionó, lamió y los besó como quiso, mientras yo me retorcía del placer.
Sus besos fueron descendiendo por mi abdomen, después a mis caderas, para después ubicarse en mi centro.
Will me dio una pequeña y sensual mirada para pedir permiso. Yo sólo mordí mi labio inferior y acenti.
No hubo más palabras, ni preámbulos.

El me probó completamente.

Su lengua trazaba caricias y chupaba al mismo tiempo.
Mi pulso se estaba acelerando, tuve que aferrarme firmemente a las sábanas, era la primera vez que sentía tal cosa. Solo pude cerrar los ojos y soltar un estruendoso gemido..

- ¡Ahhh! - gemi, mientras el orgasmo me invadía.
William se enderezó con una sonrisa victoriosa y se situó entre mis piernas.
Tomó mi cadera y me empujó hacía su firme erección. Se había llegado el momento.
Volví a cerrar mis ojos y espere a sentir el escalofriante dolor.
Pero Will me tomó las mejillas y se puso frente a mi.

- Amor, quiero que me mires. - me obligó a abrir los ojos. - mírame, mientras nos convertimos en uno solo.
Lo observé con los ojos lagrimeantes e inmediatamente me tranquilize y sólo me dedique a sentir.
A sentir como poco a poco me hacía suya, a sentir como nuestros cuerpos se unían a la perfección. Y para mi sorpresa, el dolor no llegó, en cambio si, una sensación placentera.

Aquel día nunca imaginé que fuera a terminar asi. No fue una noche planeada con velas y pétalos de rosa por doquier. Pero fue nuestra noche, la noche en la que nos complementamos, y la hicimos especial para nosotros.
Era una noche helada de invierno, pero dentro de nuestra recámara ardía el amor.

Y aunque en mi interior sabía que posiblemente esto llegaría a su final tarde o temprano, cada dia solo me dedicaba a sentir y a vivirlo, no más.

A la mañana siguiente, me desperté con los destellos del sol tocando a la ventana.
A mi cuerpo desnudo, sólo lo cubría una sabana.
Una sonrisa espontánea llegó a mis labios recordando la noche anterior y volteé a mi lado, pero William ya no estaba en la cama.
Me levanté y me di una ducha caliente.
Cuando estaba poniendo mi bata escuché la puerta abrir y cerrar, era el.
Salí del baño y lo vi poner una mesita llena de comida, había preparado el desayuno.
Me miró y sonrió. Se acercó a mi y deslizó sus manos por mi cintura, aunque una mano traviesa bajó a mi nalga y la apretó.

Un amor que te estremezca la vida. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora