Después de tanto tiempo fuera corriendo riesgos, se agradecía el doble regresar al hogar y gozar de todo lo que allí teníamos. Aprovechamos el tiempo de descanso sin saber cuánto duraría, mientras recibíamos noticias de lo que ocurría entre el resto de vikingos. Era gracias a esos mensajeros que nos enteramos de cómo iban las incursiones en Inglaterra, incluso las del rey Harald, y de cómo Ivar perdía el juicio con cada día que pasaba. Lo último que había llegado hasta nuestros oídos era que se había presentado ante su pueblo como un dios y que mandaba colgar a todos los disidentes que se manifestaran en su contra.
Dada la tranquilidad que parecía primar en nuestros territorio desde hacía varias lunas, me sorprendió ver a Lisbet corriendo hacia mí con el pavor reflejado en su mirada. Intentó hablar atropelladamente, mas como la falta de aire impidió que entendiese nada, le obligué calmarse primero.
- Hay extraños en el puerto. Muchos. – me explicó por fin tras pocos segundos. – Padre ya está de camino, pero quería avisarte a ti cuanto antes, por si acaso.
- ¿Y por eso vas con tu carcaj y tu arco? – cuestioné, elevando una ceja. – Puede que solo sean comerciantes. Estarán de paso.
- No, no lo son. – me insistió. – Iban armados. Todos.
No era muy probable que estuviéramos bajo ataque, pero era mejor prevenir que curar. Por ello, cogí la primera espada que encontré y me apresuré hacia la orilla. Si Erlendur ya estaba allí, estaría acompañado de algunos de sus hombres más cercanos. Y si era necesario, haríamos sonar la alarma para que el resto se prepararan. El caso es cuando llegué hasta el muelle muy seguida de Lisbet, me encontré con caras conocidas entre un cuantioso ejército. Ahí estaban Björn Piel de Hierro, Harald, Hvitserk y el rey Olaf, a quien nunca había visto en persona mas la forma en que lo describían hacía honor a su aspecto. Al primero a quien abracé fue a Harald, pues días atrás había llegado hasta nuestros oídos cómo le habían derrotado en Inglaterra, y su paradero desde entonces nos era desconocido.
- Es una alegría verte. A ti también, Hvitserk. – comenté, calmándome y retrocediendo un par de pasos hasta quedar a la par que mi marido. Y aunque estaba feliz por tenerlo de visita en nuestro hogar, me inquietaba su rubio acompañante casi tanto como a Erlendur. – ¿Qué hacéis aquí los cuatro... juntos?
- Eso es precisamente lo que estábamos por revelaros. – comenzó Harald, pausado, y aún se tomó su tiempo para sonreír a Lisbet y hacerle un gesto con la cabeza. – Venimos a pediros vuestra ayuda para hacer frente a una amenaza común: Ivar.
- ¿Ivar? – inquirí. – ¿Desde cuándo es vuestro enemigo?
- Es irracional y un demente. – puntualizó Hvitserk. – Es un peligro para todos.
- Habréis oído de sus delirios, seguro. – aportó Björn. – Aparte de que deseo recuperar Kattegat, creo que a vosotros también os puede interesar. Derrocar a Ivar significará acabar con un enemigo potencial antes de que se le ocurra intentar atacaros a vosotros. Porque si le dejáis tiempo, creedme que lo hará.
Mi respuesta no tardó en salir, firme y segura, pese a las palabras de esos tres hombres:
- No.
- ¿No? – cuestionaron casi al unísono.
- No. – repetí. – No aunaremos fuerzas para ir contra Ivar. Una vez le prometí que seríamos aliados y no pienso traicionarle por la espalda.
Tres pares de ojos me mantuvieron la mirada durante largos segundos, mas tras comprobar que no tenía intención de retractarme, pasaron a observar a Erlendur, quien todavía no había pronunciado ni palabra. Al fin y al cabo, él era el Rey, no yo.
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Una dríada en el Valhalla | Vikings
FanficComo una dríada salida del bosque para caer en manos vikingas. ⇝ Originalidad. Di no al plagio ⇝No lectores/as fantasma