Capitulo 8

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La luz del día se escurrió por las cortinas y me despertó, dejándome en un estado de desconcierto que duró unos segundos, hasta que comprendí que la cama en donde me hallaba era la cama de la casa de William.

William. Su nombre en mi mente hizo eco. Lo recordaba como la última versión de él que había visto: semi desnudo, empapado y, como había pensado en aquel momento, sumamente sexy. Pero no estaba segura de que esa fuera la palabra correcta para describirlo; era un tanto deshecha, vacía y vulgar. William era atractivo, tenía esa esencia en sus ojos y su sonrisa, que evitaba que dejaras de mirarlo.

"Estúpida" pensé. "Tiene novia".

Me levanté y fui derecho al cuarto de baño, donde deseé tener los cosméticos que Rose me regalaba todos mis cumpleaños desde que tenía doce; pues mi rostro se veía demacrado. Pensar en mi tía hizo que se me encogiese el estómago, preguntándome qué había sido de ella.

Pero una voz interior me dijo que debía dejar los recuerdos atrás y enfocarme en lo que en verdad importaba. Pero, ¿qué era eso?

Oí las voces de Kira y de William susurrando mientras subían las escaleras. Probablemente creían que estaba dormida. Los sorprendí saliendo del baño, intentando ocultar la falta de sueño en mi rostro.

Will lucía una gran sonrisa y Kira solamente saludó, desinteresada.

-Te ves linda hoy-me dijo él, mientras Kira rodaba los ojos y salía de la habitación, enfadada.

Yo no supe qué decir, así que actué como si no lo hubiera oído. Mi mente quería seguir pensando en Theo, para no querer involucrarme con alguien que no estaba disponible, porque yo no era partidaria de sufrir por amor. Aunque alejarme de Theo era doloroso, no lo sentía como una ruptura, pero probablemente lo fuera.

William me preguntó algo mientras yo intentaba no observar la fuerte línea de su mandíbula que se inclinaba en una sonrisa.

-Lo siento, ¿qué?

Él me miró a los ojos y repitió la pregunta: - ¿Quieres desayunar?

Asentí, y él me condujo a la planta baja. Pero aunque no había visto toda la biblioteca, estaba casi segura de que no había una cocina allí.

Y no la había. El muchacho abrió la puerta principal y me invitó a pasar delante de él. Antes de hacerlo, Kira se asomó por el mostrador.

-¿William? Tenemos que trabajar.

Él hizo un gesto parecido al de Kira rodando los ojos, algo fastidiado.

-Solo iremos a desayunar, Kira. -Había algo en su tono de voz, como si le ordenara a su novia que lo dejara en paz; lo que me pareció cruel.

-Puedo ir yo sola-intervine.

-No-repuso él-.Quiero ir contigo. -Luego, como si esas tres palabras hubieran sido demasiado, se corrigió: -Quiero ir a desayunar.

En las calles adoquinadas, el viento golpeaba más fuerte. Sentía la piel erizárseme, y mis dientes comenzaban a castañear.

-¿Estás bien? ¿Quieres mi chaqueta?

Eso fue suficiente. Ofrecerle tu abrigo a una chica que no era tu novia, estaba mal. Así que me detuve.

-William, ¿puedo preguntarte algo?

-Claro. -En sus ojos se reflejaba confusión. -Lo que quieras.

Pero los momentos y las preguntas importantes tardan en llegar, casi siempre son interrumpidos por agentes externos. Y, esta vez, el agente externo fue una voz masculina detrás de mí que ya conocía de memoria por su característica irritabilidad.

The Golden Age (La Era Dorada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora