Cuando era pequeña, creía en cierta definición del amor. Creía en las rosas; en las citas bajo la luna; en las pequeñas cajitas de colores con joyas dentro; o en siempre tener la palabra perfecta en el momento perfecto. Creía que el amor era un beso bajo la lluvia; y largas explicaciones; y la perfecta historia con el final feliz. Pero ahora que soy mayor, me he dado cuenta que en realidad no se parece en nada a eso.
Sabes, el amor para mí es otra cosa. Es enamorarte cada día de esa misma persona, y amar a tu príncipe azul aunque no sea tan príncipe, ni tan azul. Es estar juntos a altas horas de la noche cuando ha sido un largo día y no hay tiempo de peinarse y vestirse; despertar con un mensaje de esa persona y sonreír. Es pasar de la risa al llanto, y del llanto a la risa; es discutir, pelear, no hablarse por días, pero de pronto verlo, y que todo vuelva a ser hermoso, justo como ese primer día. Es escribir cartas, sin regalos excesivos y caros; es un beso cuando menos te lo esperabas y más lo necesitabas. Y, a veces, no es la mejor historia, pero estás agradecido de haber cruzado sus caminos. El amor es, muchas veces, un final triste, pero al fin y a cabo, es amor.
Y creo que me gusta más mi propia definición.
Pero cada persona tiene su propio concepto de amor. Y una de esas personas, es mi madre. Jacqueline cree que el amor puede nacer de la nada, de un acuerdo entre dos familias que intentar reunir sus reinos para que la realeza no se extinga por completo. Cree que de un día para el otro yo estaré enamorada de ese estúpido príncipe con el que me ha comprometido desde pequeña y estaré preparada para casarme con él. Pero hay algo que mi madre no tiene presente: el amor no solo aparece, se construye.
Y sé que cuando leíste esto, pensaste en alguna persona. Cuando lees o escuchas la palabra "amor" piensas en una persona en especial. Yo, por mi parte, pienso en Theo, el chico con el que estoy saliendo, y que nunca será el príncipe con el que debo casarme.
Todo empezó la noche en la que pasé la noche en lo de mi mejor amiga Magalie. Hemos sido amigas desde que tengo memoria, y todos los viernes después de la escuela, su madre nos preparaba la merienda a nosotras, y a su hermano Jackson, el mejor amigo de Theo. Ese viernes, había una fiesta en la casa de la irritante Josephine, una compañera de la escuela a la que ambas odiábamos, pero queríamos asistir, porque lo que mejor hacía Josephine, era hacer fiestas. Y además, Theo iba a ir.
-Ni siquiera piensen la posibilidad de ir a esa fiesta hoy en el muelle-nos dijo su madre, apenas entramos a la casa. Mi amiga y yo dejamos escapar un suspiro de decepción. Cuando la madre de Magalie no nos dejaba hacer algo, era imposible convencerla de lo contrario. Así que nos rendimos, y decidimos hacer una de nuestras piyamadas de dos personas.
Tracy, la madre de Magalie, había sido como una madre para mí también. La mía estaba en su reino, y en su lugar me criaba mi tía Rose, que era unos dieciséis años mayor que yo, y que todos pensaban que era mi madre. Incluso mi mejor amiga. Por eso decidí contarle la verdad esa noche.
Rose solía salir a fiestas con sus amigas todas las noches, así que no sé por qué Magalie me preguntó si lo haría esa noche. Pero me alegró que fuera ella quien hubiera sacado el tema.
-En realidad...Rose no es mi madre-yo acostumbraba a llamarla por su nombre, porque no podía fingir llamarla como si fuera mi progenitora.
Mi amiga estaba barnizándose las uñas, pero en ese momento dejó de hacerlo, y se acercó a mí con expresión preocupada.
- ¿Acaso eres...adoptada?
Estaba a punto de escupir una carcajada. Ojala fuera tan fácil como eso.
-Es la hermanastra de mi madre.
Sus ojos azules se abrieron, sorprendidos. Formuló la pregunta como si temiera hacerlo, casi tartamudeando.