Habían pasado unas semanas. Yo había comenzado a trabajar en la biblioteca de William y Kira, y ya me había comprado otra ropa. Disfrutaba tanto el pueblo, que a veces olvidaba que era algo temporal y falso, que mi vida nunca sería así. Era difícil no poder hablar con nadie sobre aquello, ya que Nicholas había prácticamente desaparecido y hacía mucho tiempo desde la última vez que lo había visto. Pero también hacía mucho tiempo desde que había ido al bar de Greta, así que esa mañana decidí hacerlo. Algo me decía que a Nicholas le agradaba Greta y que podrían estar trabajando juntos.
Cuando ingresé al bar, supe que no estaba tan equivocada. No trabajaban juntos, pero sí que se agradaban. Estaban en una mesa al fondo, riendo como si no hubiera un mañana. Greta me saludó con la mano en cuanto me vio. Nicholas se volteó, pero luego volvió a mirar a Greta, como si no me hubiera visto. Caminé hacia ellos.
-Hola, Skylar. -Greta sonrió, y pude oír el sonido de su pie golpeando el de Nicholas bajo la mesa, pero él ni se molestó en decir una palabra. -Tengo que trabajar, volveré luego-agregó la muchacha, aunque probablemente estuviera diciéndoselo a Nicholas y no a mí.
Él, por su parte, jugaba con un objeto de metal entre sus dedos, mirando la madera de la mesa. No quería que nuestras miradas se cruzaran, pero a mí no me parecía bien estar peleados.
-Lo siento-le dije, luego de sentarme en frente-.Siento que pensaras que quería estar contigo solo para darle celos a William. No fue así.
Él no me miraba, pero quizás fuera mejor. Podía sentir mis mejillas enrojeciéndose de tan solo admitir que estaba disculpándome con Nicholas. Porque, aunque era difícil confesarlo, lo extrañaba. Ambos éramos responsables de la misión, y ninguno estaba haciendo ningún avance; pero no era solo eso. Extrañaba la compañía de sus ojos al mirarme, su irritante voz diciéndome sutilmente que me odiaba, sabiendo que no era así del todo. Al fin y a cabo, no puedes odiar a la persona con la que estas comprometida.
Pero creo que merecía una respuesta. No era justo que yo estuviera diciendo cosas que solo en circunstancias extremas diría, y que él ni siquiera asintiera con la cabeza.
-Nicholas, respóndeme-le pedí, pero él seguía mirándose los dedos-.Por lo menos mírame.
Unos largos segundos después, alzó la cabeza. Su ojo derecho estaba morado, casi negro. Me llevé las manos a la boca.
-¿Qué sucedió? -exclamé.
Él apretó el objeto metálico en su mano. -Choqué con un árbol.
Pero yo sabía que mentía. Acerqué mi mano a la suya, y suavemente desprendí sus dedos, un gesto que le sorprendió. Me miró a los ojos por primera vez, y noté que estaban algo brillosos, como si hubiera lágrimas en ellos. Tomé el objeto con cuidado, que resultó ser una pieza de ajedrez, y luego volví a tomar su mano. Entrelacé sus dedos con los míos en un gesto casi involuntario.
-¿Puedes contarme la verdad?
Él contestó con otra pregunta. -¿Estás enamorada de William?
Abrí la boca para negarlo, pero en realidad solo porque eso era lo que mi instinto me decía que hiciera. No lo sabía, pero tampoco era el momento para averiguarlo.
-¿Qué tiene eso que ver?
-Unos idiotas creyeron que eras mi novia. Ya sabes, porque entramos juntos al pueblo, y eso. Me gritaron que tú estabas con él, y que yo no era otra cosa más que un forastero imbécil ilusionado por una perra. No me molestó que me dijeran imbécil, ni que me dijeran que me estabas engañando, porque ni siquiera estamos juntos.
-¿Les dijiste algo porque me llamaron perra?
Tragó saliva y asintió. -A las mujeres se lo dicen muy a menudo, y ninguna lo es. Tú tampoco lo eres.