Norte

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Las alas de Vermithor se movían a través de los copos de nieve. La verdad, aunque del norte le gustaba en las historias, le daba pereza llegar a las reuniones políticas y todo eso. Ella quería ir a buscar lobos o caminantes blancos, como cuentan las leyendas, ir al muro, conocer a la guardia.

¿Cómo le podía interesar una vida en el muro?, No lo entendía ni ella, pero de solo ver la nieve se emocionaba.

El castillo de Invernalia estaba a su vista, un grupo de personas la esperaban, Vermithor baja lento, retirado por su enorme tamaño, baja acomodándose la capa, llevaba un vestido blanco con una capa del mismo color, combinado con la nieve que caía, se acerca y se encuentra en la puerta con el hombre alto, castaño, de ligera barba.

-Lord Stark. - hace una reverencia. - Agradezco su hospitalidad e invitación. - le dijo sonriendo.

-Siempre es un placer recibirla, princesa Alysanne. - le ofreció la mano, ella la tomó, el dejó un beso sobre el guante blanco. - Bienvenida.

Entraron a Invernalia, Alysanne miraba alrededor y Cregan Stark la miraba a ella. Quedó maravillado con ella, la conoció en la Casa Bolton y le regaló un caballo negro, era una mujer hermosa y generosa, pero la herida de la muerte de su esposa seguía abierta, por lo que trataba de no expresar sentimientos hacia ella.

Bueno, aunque invitarla a su casa no era precisamente una forma de no mostrar interés.

-Escuché que tienen una cripta majestuosa. - dijo la princesa.

-Si, así es.

-¿Es falta de respeto si me la enseña?

-Claro que no, pero, es un lugar tenebroso. - ella le sonrió encantadora.

-Es lo que más me emociona. - Cregan sonrió y le ofreció su brazo, la princesa lo tomó y juntos bajaron a las oscuras criptas.

-Mmm... Llamaré a algún guardia, no es correcto estar solos en un lugar así.

-¿Por qué no?

-Se puede mal interpretar. - ella bufa.

-No se preocupe, los muertos no hablan.

-Solo protejo su nombre.

-No se preocupe por lo que la gente diga, la gente se proyecta así misma en las habladurías. - miraba la cripta. - mejor cuenteme sobre sus ancestros, Lord Cregan.

















Aemond se la pasaba entrenando y en sus cosas, intentando no pensar en Alysanne, aunque era difícil, aún sentía su aroma impregnado en su habitación, no olvidaba su suave piel y de solo pensar las cosas que habían hecho se exitaba.

Estaban cenando en el comedor, Aemond, Alicent, Otto, Lord Lannister y Lord Beesbury.

-Las calles se ven vacías sin los Hijos del Alba repartiendo comida con la Princesa Alysanne. - dijo Lord Lyman. - Deberíamos mandar al ejército a hacer eso.

-Nuestros ejercitos tienen cosas que hacer. - dijo el Lannister de la mesa. - Según sé ya le han sedido muchos hombres para sus obras.

-Es correcto. - dijo Otto Higtwoter. - Cuando vuelva retomaremos todo eso.

-Si es que vuelve. - Dijo el Lannister riendo leve. - No creo que regrese del Norte. - Los de la mesa lo miraron. - Una dama, sola en el Norte, con el Lord de Invernalia viudo.- sonrió con picardía. - Me parece que la princesa Alysanne ya decidió su futuro.

-Le recuerdo que es Lady Alysanne. - dijo la reina. - No una princesa... Y esa joven, Daemon Targaryen desde hace tiempo la ha mandado sola a hacer sus travesías.

La Princesa del Pueblo | Aemond Targaryen | EN EDICIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora