Capítulo 1

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Lisabeth de la Torre.

Me encontraba en mi escritorio revisando los documentos de un cliente extranjero acusado de asesinato agravado. De repente, alguien entró a mi oficina sin anunciarse, interrumpiendo mi concentración.

— ¿Qué sucede, Mariette? — pregunté apartando los papeles.

— Olvidé nuevamente tocar la puerta, lo siento... — se disculpó Mariette.

Mariette, mi secretaria, una joven estudiante de derecho de ojos verdes y piel blanca, con cabello castaño rizado, originaria de California. Mientras trabajábamos juntas en los casos legales.

Recibí una llamada de mi jefe pidiéndome que fuera a su despacho. La ansiedad me invadía, tratando de controlarme para no colapsar. Caminé por los pasillos saludando a mis colegas, hasta llegar al ascensor y subir al último piso. Al llegar, toqué la puerta y escuché la voz de mi jefe.

— Adelante — me indicó.

Mi jefe, un hombre de 28 años con cabello negro, barba cuidada, piel blanca y una presencia impecable, me habló sobre el caso del señor Laxery, un caso de asesinato agravado que debía resolver en Nueva York.

— Lis, necesitas viajar para manejar este caso en el tribunal. Sin representación legal, el acusado será condenado y perderemos capital. — me explicó.

Después de la reunión, salí del despacho preocupada. Mis pensamientos y emociones se desbordaban. ¿Debería consultar a mis padres antes de aceptar este nuevo caso? ¿Cómo reaccionarían?

— Te avisaré este fin de semana después de hablar con mis padres, ellos son muy protectores. — le dije a mi jefe.

— Comprendo, Lis. ¿Un café para relajarnos? — sugirió mi jefe.

— Mis padres no me permiten salir, temen por mi seguridad en la ciudad. — le expliqué.

— Necesitas ayuda, Lis. Tu bienestar es importante. — me aconsejó.

— Mis padres no creen en la terapia, pero a veces siento que necesito ayuda. — confesé.

Recordé momentos difíciles de mi vida, la depresión, la ansiedad, la incomprensión familiar. Las lágrimas brotaron sin control. Mi jefe se acercó, me abrazó y me consoló.

— Todo estará bien, Lis. — me reconfortó.

Al salir del despacho, me sentía abrumada. Lloré en silencio en el ascensor, anhelando escapar de todo. Al llegar a mi camioneta negra, me invadió una sensación de desesperación. ¿Cómo podía escapar de todo esto?

El Error de Aquella NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora