capítulo 12

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Evan Laxery

Llegue a la ciudad de México, me instale en un hotel y fui a buscar la dirección que me dio mi amigo.

En un parque me encontraba, se me hacía un poco conocido ya estar por esta ciudad, aquí tenía una de mis empresas, así que no era tan difícil, camine unos cuantos metros, miré a alguien muy parecida a Lisabeth llegar a una banca y sentarse, en cuento me acercaba a ella, comprendía que es ella..

— Lisabeht...— le dije  a ella

Ella giró la cabeza muy bruscamente y me miró sorprendida

—¿Qué haces aquí?.— Ella me dijo .— disculpa no es que no puedas venir aquí, oh por el amor de dios, ya di lo que tengas que decir.

—¿Por qué me has abandonado?, ¿por qué me dejaste solo?, yo te amo Lisabeth.— Fue lo que de mi boca salió.

— Toma asiento, por favor.

Tome asiento junto a ella, Lisabeth me dio unos papeles, estos confirmaban que ella estaba embarazada.

—¿Estás embarazada?.— le pregunté con voz decepcionada.

— Son tuyos, has las cuentas, tengo un mes de embarazo, cuenta desde esa noche hasta la fecha de hoy.

— Tienes un mes y un día.— le dije a ella.

Ella me miró con ojos achicados, y hablé de nuevo.

— Esa noche tuvo consecuencias, y la verdad, si tú no deseas hacerte cargo de ellos, no lo hagas, nada más dales tu apellido, no quiero que les digan bastardos, ya perdí a mi familia por todo esto, ahora ayúdame.

— Como sé que son míos y tú no me engañaste y quieres que yo los críe.— Ya me habían dicho muchas lo mismo.

— Me duele mucho que dudes de mi moralidad, de mis principios como mujer, y sabes, existen pruebas de ADN, solamente se las haría a mis hijos para callarte la maldita boca.

— Está bien, me casaré contigo, cuando nazcan los bebés les aplicaremos la prueba de ADN, y su resuelta que ellos no son mis hijos, tú me darás el divorcio sin ninguna duda y no me pedirás nada, para mí estarás muerta, y más por el simple hecho de mentirme.

—No sé que sigo haciendo yo aquí, ya te dije si no quieres hacerte cargo, únicamente olvida lo que te dije, y no te voy a permitir que dudes de mí, es lo que me choca, tú no me conoces, nadie me conoce, y se te hace muy fácil aparecerte y venir a juzgarme, sabes que, adiós y ni te quiero ver más.

— Tú aquí no estás para tu orgullo Lisabeth, te dije que nos cansaremos y punto.— no volvería la perdería, y si los bebés son míos, seré un invento por dudar de ella.

— Suéltame o no respondo por golpes.— ella me dijo muy enojada.

— No te tengo miedo fieresita.— se me salió decirle.

— Con el tiempo lo tendrás.— ella me dijo.

— Lisabeth, mira, solo cálmate, yo te amo y si quieres lo mejor para "nuestros hijos", vamos a casarnos entonces, dame una oportunidad.

— ¿Te parece poco que acabas de dudar de mi integridad, de mi moralidad, de mis principios?, ¿y crees que te mereces una oportunidad?, debería darte por mis hijos, pero necesito pensarlo.

Me acerqué a ella y la besé, ella correspondía de la manera más atenta, sabía que ella me amaba.

— Dame una oportunidad, sé que tú me amas, no dejes que el orgullo te gané, yo te amo y tu a mi.

— Cuanto desearía dártela, pero has dudado de mí, ¿qué me espero en el matrimonio?, que desconfíes de mí y digas que te engaño sin ser cierto, trata tus inseguridades y luego me buscas.— me dijo de manera muy seria y empezó a caminar.

El Error de Aquella NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora