10🖤 Ninfómana

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NINFÓMANA

Querido, así te digo puesto que te imagino hombre, hoy te escribo desde la sala de la terapeuta Varela, te he traído conmigo decidiendo así sacarte de aquellas cuatro paredes donde has permanecido siempre metido entre la oscuridad de aquel cojín de peluche, ahí nadie te encontraría, pero hoy te necesitaba aquí conmigo, debido a que es la primera vez que vengo a terapia. Ya me estoy impacientando en esta sala, la habitación es curiosa, acá no se escucha ningún tipo de ruido, las paredes son blancas, muy pálidas y no entra ni un rayito de Sol, las ventanas según el tamaño de las cortinas parecen ser grandes. Las cortinas son de un tono morado oscuro y yo me encuentro muy cómoda sobre un sofá de tono celeste y frente a mi hay un sofá más pequeño de tono azul océano, imagino donde se sienta ella. Hay mucho espacio acá. Agradezco ser mayor de edad, así no necesito ningún adulto que venga conmigo a estas terapias y aún menos si ese adulto es mi madre, quien más podría serlo.

Di con la señorita Varela hace un mes, solo no disponía de tiempo para venir, callo un momento, y no sé por qué trato de engañarme, no se debía al tiempo, ese me sobra mientras no comience la universidad, fue por cobardía que no había querido venir a este lugar, su contacto lo encontré por internet, llame a su secretaria no recuerdo en este mes cuantas veces aplazando la cita, por lo antes mencionado, Dakota tenía miedo, me faltaban agallas la verdad para decidirme.

No es fácil abrirte a un extraño, así sea un profesional, igual es vergonzoso todo lo que tengo que decirle, confesarle.

— ¿Cuál es tú nombre? —Me pregunta la mujer ingresando a la habitación, mi terapeuta. Lleva lentes medio puestos, creería que en cualquier momento los dejara caer, trae puesto un vestido que ajusta color negro y encima un abrigo que la cubre hasta las botas, que piernas.

—Dakota Ramos —Me acomodo más en el sofá temiendo que esto va por un largo rato y yo ya me quiero ir.

—Buenas tardes señorita Ramos— se sienta justo en frente de mí en el sofá que imagine que ocuparía— ¿Por qué has venido Dakota? —Me mira de reojo con sus ojos oscuros detrás de sus gafas.

—No puedo detenerme, es como si fuera una droga, si no la estoy consumiendo me comienzo a desesperar, me quema.

—Dilo Dakota, ¿a qué no puedes detenerte? —me mira fijamente, eso me intimida, solo son los nervios Dakota.

—Al sexo, al placer, al deseo —Y lo suelto así no más, sin pensarlo, si me detengo a razonar en lo que diré, entonces nunca lo diría.

— ¿Qué edad tienes? —Me mira como si tratara de descifrarla.

—18 años —no se sorprende ante mi edad.

—Eres muy joven aún. ¿Cómo es la relación con tus padres?

—Mamá nunca está en casa, papá no tengo, al menos eso es lo que dice ella, yo nunca lo he visto. Y tampoco he escuchado sobre él.

— ¿Te hizo falta un padre al crecer?

— Me hicieron falta ambos. —Me encojo de hombros.

— Cuando estas en intimidad con un hombre, al terminar ¿Cómo te sientes? —es obvio que ella ya había leído la historia clínica que llene antes de entrar, y no se va con rodeos, va directo a la herida.

— Me siento vacía, como si me hubieran quitado algo. —Una lagrima escapa hacia mis mejillas y muere en mis labios— Por eso siempre quiero más, busco alguien más y siempre termino sintiendo ese mismo vacío, entonces busco alguien más nuevamente. —Miro a mi terapeuta con algo de vergüenza y muy confundida— No puedo detenerme.

Ninfómana, El Diario De Dakota (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora