Faltaba solo un día para navidad, lo que tenía a Frank atrapado en el tráfico camino a la casa de su madre, el viaje a Jersey había sido largo y atravesar todo el país de costa a costa era estresante.
Aunque estaba feliz de compartir con su familia en estas fechas especiales, deseaba estar con Gerard en los Ángeles, donde se había quedado un poco triste, el ojiverde lo había acompañado hasta el aeropuerto donde se besaron largamente antes de dejar el auto, sus manos se sostuvieron una a la otra hasta que Frank tuvo que pasar a la sala de embarque.
"Solo han pasado algunas horas y ya te extraño mucho"
Frank sonrió al leer el mensaje que le había enviado Gerard, lo entendía perfectamente, y es que en las últimas semanas habían pasado casi todos sus días juntos, ya era costumbre amanecer con la cercanía de la piel ajena, con los rayos del sol colándose por la ventana para iluminar los ojos cálidos de Gee, recorrer con sus dedos los lunares que adornaban cada trozo de piel, compatir un beso y un café cada mañana, y contar historias en las noches hasta que los ojos no podían soportar más.
Su relación era mucho más íntima, no solo sexualmente, era esa clase de complicidad que se comparte con alguien que te conoce aun en los malos momentos, la intimidad que permite ser vulnerable porque saben que la otra persona estaría allí para sostenerlo.
Frank finalmente pudo abrir su corazón y contó su historia con Robert, Gerard escuchó atento cada parte y al final solo pudo sostener al terapeuta entre sus brazos, seco las pocas lágrimas derramadas por los brillantes ojos avellana y prometió siempre estar allí para él.
Frank sintió que eso era lo último que necesitaba para dejar atrás esa etapa de su vida, sabía que en adelante podía mirarlo como un recuerdo y una experiencia vivida que ya no le hacía daño.
"Yo también te extraño mi amor"
Frank respondió el mensaje, era raro para él volver a decir esas palabras después de tanto tiempo cuando pensó que ya no habría posibilidades.
—Llegamos señor —dijo el conductor de Uber.
Frank levantó la vista de su celular, reconoció nuevamente las calles que lo vieron crecer hasta convertirse en el adulto que era, la casa de su madre totalmente blanca con un perfecto jardín lleno de flores le produjo nostalgia.
—Muchas gracias señor, quédese con el cambio —dijo Frank entregando algunos billetes al señor.
Tomó su pequeño morral y su abrigo, bajó del auto y caminó hacia la puerta de madera clara, dio un par de golpes con sus nudillos, dentro de la casa de escucharon algunos murmullos y pasos acercándose, al abrirse la puerta unos brazos delgados lo rodearon, su madre aun más pequeña que él lo sujetó con fuerza y dejo un beso sobre su cabello castaño.
—Al fin estás en casa Frankie —susurró su madre al oído.
—Hola mamá —Frank rodeo a su madre, su olor a lavanda lo hizo sentir pequeño otra vez.
—Tu abuelo estará feliz de verte, vamos, vamos adentro.
Tomó a Frank de la mano y entraron a la casa, los sonidos de unas patitas anunciaron la llegada de Millie que movía su colita enérgicamente y ladro en dirección a Frank.
—Hola pequeña revoltosa amargada —Frank acaricio el pelaje negro de la perrita. —Iba a traerte una amiga pero lastimosamente no pudo venir.
—Es una pena que no haya podido venir —dijo una voz suave y paciente.
Frank levantó su mirada para encontrarse con los ojos amables de su abuelo que le sonreía desde la sala.
—¡Abuelo!.
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Green Eyes
FanfictionSer terapeuta estaba bien para Frank, amaba su profesión y todo en su vida marchaba bien hasta que aprecio Gerard con sus hermosos ojos llenos de melancolía. Después de Gerard la vida no fue la misma, por que el corazón de Frank anhelaba devolver...