Progreso, o algo así

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No sabe cuánto hace que se ha despertado, su cerebro simplemente no lo ha registrado y está muy desubicado como para deducirlo.

Sus ojos absorben su alrededor: las hojas de la copa de un árbol zarandearse, los rayos de sol ya manchados de naranja y similares y unas figuras sin forma estiradas en la rectitud del cielo.

Y bueno, también la cara de Castiel Novak.

Sus movimientos son perezosos a la que va a limpiarse los ojos.

Al final resulta que eso de "estar tan a gusto que se podía dormir" no era una broma sino más bien una realidad, viendo lo fiambre que se ha quedado encima del otro.

Con los ojos todavía entrecerrados, Dean saca su móvil del interior de la chaqueta, curioso por saber cuánto tiempo se ha perdido enredado entre los sueños. Siente un alivio al ver que solo han sido cuarenta minutos.

Guarda el móvil en su lugar y llevándose uno de sus brazos a descansar sobre su frente, estruja sus neuronas pensando acerca de su sueño. Las nubes en el cielo intentan darle pistas, pero no logra pensar en nada.

Lo más probable es que no haya soñado en nada, como siempre.

Algo irritado por esa conclusión, baja su brazo de encima de su frente y resopla.

Al menos no ha sido una pesadilla

Tendido boca arriba, sus ojos vuelven a colgarse en la copa del árbol, descendiendo por su tronco y parándose en seco cuando se encuentra con una mata de pelo oscura y desordenada.

Castiel está frito. Inconsciente. Sobao.

Está fuera de combate, con todo el cuerpo contra el árbol y su cabeza girada levemente hacia su dirección.

Tiene una... paz casi indescriptible en la cara. Una de esas expresiones que dan ganas de romper con un susto o un grito, y a pesar de que eso no sería algo inusual en Dean (como dice Castiel, las hijo-putadas son lo único que sabe hacer) no lo hace. Ni siquiera tiene ganas, y la razón no es capaz de señalarla.

Contra su nuca, el cuerpo del otro se revuelve lentamente y su expresión tranquila se encoge un momento. Dean teme que se despierte, pero cuando vuelve a suavizarse se da cuenta de que eso no va a suceder, no por otros diez o veinte minutos al menos.

Él no quiere que se despierte, no aún. No cuando puede mirarlo tan descaradamente como si fuera una fotografía que puede analizar el tiempo que quiera.

No es porque le fascinan las fracciones del otro, es porque le sorprenden.

Le sorprenden porque, sin su característico ceño fruncido, su frente está lisa y sus cejas relajadas. Le sorprende porque su mandíbula, siempre tensa de los nervios y a un punto de presión de romperle los dientes, está suelta. Le sorprende porque su boca, siempre recta y pequeña, ahora está un poco abierta, luciendo lo voluptuosos que son sus labios y la perfecta forma en "o" que tienen y por la que se asoman pequeñas perlas blancas que Dean sabe que Castiel cuida como si fueran de oro.

Pero lo más sorprendente es, que con una expresión tan relajada, tan suavizada y tan lejos de ser como lo es siempre (contraída y característica de alguien estreñido) Dean encuentra a Castiel Novak alguien atractivo.

De solo pensarlo siente escalofríos.

No es como si antes no se hubiera percatado de ello (si Castiel se convirtió en tendencia cuando Dean publicó el vídeo, fue por una razón), pero ahora es diferente. Es un tipo de atractivo más allá del "está más bueno que el pan con chocolate", uno que roza el "es alguien etéreo, casi como una pintura". Y aún sabiendo que ese pensamiento reina en su cabeza (y únicamente en su cabeza) y que Castiel tan dormido como está no lo sabrá jamás, Dean se acojona. Se acojona porque, demonios, ¡es Castiel Novak de quien estamos hablando! Se supone que debe odiarlo.

Nunca entiendes ; DeanCasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora