Muy bien genio, ahora arregla la que has liado

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Han pasado dos semanas desde esa discusión, con Dean parándose en la habitación únicamente para dormir y ducharse y Castiel ignorando su presencia durante esos momentos.

Ha sido incómodo, mucho más de lo que era la situación antes del desastre, cuando solo se odiaban y podían hacerlo público, y ambas partes empiezan a desesperarse.

Con sus evasivas y el largo tiempo separados la gente ha empezado a hacer preguntas (por gente me refiero a los dos grupos de amigos) y, sorprendentemente, ninguno de los dos ha tenido la valentía de decir que la razón de la distancia es su ruptura o (más fácil todavía) explicar que lo suyo nunca fue real. En su lugar se han montado excusas básicas, como "estamos de exámenes" o algunas más atrevidas como "pero si acabo de estar con él, ¿Qué estás diciendo?".

Y por mucho que ambas partes intenten autoconvencerse de que la razón de no hacerlo es para ahorrarse un drama o las burlas de sus amigos (Dean casi puede escuchar la molesta voz de Garth decirle algo como "no me puedo creer que hayas fingido salir con él por las risas"), en el fondo, los dos saben que no lo han hecho por la pizca de esperanza que todavía mantienen por arreglar este desastre. Porque la verdad, les guste o no, necesitan la ayuda del otro: Ishim sigue merodeando por la Universidad y Mary no ha recibido ninguna cura milagrosa en los últimos días.

Necesitan arreglarse y Castiel sabe que quien debe dar el primer paso para que eso suceda es él mismo. Al fin y al cabo, fue quien explotó primero.

Pero claro, es más fácil decirlo que hacerlo, en especial si Dean tiene unas habilidades de evasión y vacío mucho más desarrolladas y perfeccionadas que las suyas.

Castiel se obliga a leer por tercera vez la misma página del libro con la que lleva estancado días, su cabeza demasiado distraída como para registrar las letras aleatorias que narran la historia de dos chicos en una relación secreta bajo los ojos del estado. Cuando a la tercera vez solo logra entender que los chicos irrumpen en un museo, chasquea la lengua increíblemente molesto (el libro es bastante bueno a sus ojos) y lo deja en su mesita de noche, escondiendo el punto de libro de la Rana Gustavo entre sus hojas.

Es un sábado por la tarde, un día más caluroso de lo que normalmente son y está solo en la habitación (puede que incluso en todo el piso de la residencia), la otra mitad tan ordenada que da miedo (la ausencia de Dean ha ayudado en eso).

Echar de menos no es la expresión que Castiel usaría para describir el vacío que ha dejado su ausencia, pero quizás se atrevería a decir que es incómodo. Incómodo porque el mismo silencio que antaño apreciaba como un vaso de agua fría en verano, ahora es tan frecuente que le hace añorar el escándalo de antes, el que no le permitía estudiar. Ahora, tanto que ha estudiado gracias a ello que se ha tenido que obligar a parar.

Las cosas que Dean le dijo aquella tarde todavía las siente pero se dice que lo mejor es dejarlas ir, que guardarle más rencor del necesario no es una buena idea, pero es difícil. Es consciente de que lo dijo desde un lugar herido y rebosante de ira, pero por muchas excusas que le ponga delante ninguna parece funcionar y su corazón se sigue estremeciendo cuando lo recuerda, lleno de amargura y detesto. Pero debe perdonarlo (al menos por eso) porque si quiere que Dean lo perdone, él debe hacerlo primero, sea difícil o no, y ya ha tenido dos largas semanas para lidiar con el orgullo que bloquea el hacerlo.

Es en momentos como estos que desearía contarle a alguien la realidad de su situación, ya sea para desahogarse únicamente o para que lo ayuden a deshilar el enredo que lleva encima, pero no hay nadie. Solo está la razón de su angustia, y eso es una mierda.

Con suavidad, unos nudillos llaman a la puerta de su habitación, y extrañado por ello, Castiel se aproxima dubitativo al pomo de esta. No pueden ser ni Balthazar ni Hannah, primero porque ninguno de los dos se ha quedado en el campus este finde y porque suelen entrar como Pedro por su casa. Samandriel tampoco es, de serlo su móvil estaría lleno de notificaciones preguntando si puede venir y si de verdad de hacerlo no lo molesta. El grupo de Dean tampoco es, porque rara vez vienen a su habitación y definitivamente saben que el susodicho no está aquí, así que la adrenalina y el miedo de un sujeto desconocido al otro lado de la seguridad de la puerta activan cada célula y hormona de su cuerpo.

Nunca entiendes ; DeanCasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora