001: prólogo

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na jaemin regresaba a la cocina de la mansión lee después de haber cogido un par de hortalizas del huerto para hacer la comida cuando se encontró con dos de los hermanos, hijos de sus jefes, tomando el desayuno que les había dejado preparado para cuando bajaran. suspiró al ver a los protagonistas de sus más oscuras fantasías, tan perfectamente guapos aquella mañana como siempre.

mark lee, el mayor de los tres, vestía con sus típicas gafas de pasta, un perfectamente planchado pantalón y un chaleco de lana sobre una camisa sin una sola arruga. estudiante de medicina, educado y pulcro; bebía su taza de café mientras leía el periódico y avanzaba algún trabajo en su portátil. jaemin no podía dejar de imaginar lo bien que se sentirían sus expertos dedos recorriendo su interior y usando sus conocimientos en anatomía para hacerle gritar de placer.

jeno lee era el otro que estaba sentado alrededor de la mesa, masticando sus tostadas con aguacate y rebanadas de tomate cortado, comprobando sus redes sociales en su móvil con un semblante inexpresivo, casi aburrido. ese día se había decantado por usar unos pantalones negros ajustados con algunos agujeros en sus rodillas, una camiseta blanca lisa y una camisa desabotonada a cuadros rojos y arremangada que dejaba ver a la perfección los tatuajes que adornaban sus brazos.

―buenos días, chicos ―saludó el castaño al entrar en la cocina, captando la atención de los presentes.

―buenos días, jaemin ―respondió mark con una amigable sonrisa, antes de volver a centrarse en su lectura.

su hermano ni siquiera se dignó a levantar la cabeza de la pantalla de su dispositivo, pero ya estaba acostumbrado a su ignorancia hacia él. sin embargo, eso no le impedía sentirse atraído por su aura de masculinidad y sensualidad, soñando con poder explorar su escultural cuerpo y memorizar hasta el último de sus tatuajes, a pesar de que jeno parecía no saber de su existencia a no ser que se tratara de darle órdenes.

oh, sí, jaemin era un sirviente en la mansión lee. cocinaba, limpiaba, hacía la colada, se encargaba del huerto y, en ocasiones, del jardín y la piscina, aunque normalmente solían contratar a una empresa especializada para esas dos últimas zonas de la casa. también vivía ahí. con la cantidad de tareas que debía hacer al día no podía permitirse perder tiempo en el desplazamiento desde su antiguo apartamento hasta su trabajo, así que no dudó ni un segundo cuando la señora sunyoung le ofreció ocupar una de las tantas habitaciones de invitados.

―llego tarde, llego tarde ―una voz se oyó en las escaleras instantes antes de que una figura idéntica a las otras dos entrara como un torbellino a la cocina.

y ese era donghyuck lee, el último de los hermanos. de lejos el más cercano a jaemin y el que siempre lo había tratado como a un igual. no tardaron mucho en hacerse amigos y al ojicastaño le encantaba recibir esa atención que el estudiante de fotografía le brindaba. ese día vestía unos vaqueros castaños, una sudadera gris ancha y su inseparable gorra que le recogía y ocultaba su flequillo.

―ricitos, siempre igual ―bromeó el menor al verle con la respiración acelerada y una mueca apurada. ―te he preparado el desayuno para que te lo puedas llevar y te lo tomes de camino

―¡ay, qué haría sin ti, jae! ―exclamó abrazándole y alzándole para dar una vuelta con él entre sus brazos. ―me salvas la vida.

―de nada ―respondió riendo ligeramente, adorando la complicidad que había entre ellos.

―al volver tengo que proponerte algo, chico ―dijo mientras ya se dirigía hacia la puerta del garaje.

―sabes que me encanta echarte una mano en todo lo que pueda ―coqueteó jaemin, recibiendo una sonrisa socarrona y un guiño que respondió con un beso lanzado al aire.

se quedó unos segundos más mirando por dónde había desaparecido donghyuck, mordiéndose el labio inferior ante lo que podría necesitar de él. debía admitir que había fantaseado más de una vez con posar para él, la idea de que tuviera la atención del rizado puesta por completo en su persona le atraía demasiado. bueno, cualquier tipo de atención por parte de los hermanos era bien recibida siempre.

―yo también me marcho ―anunció mark cerrando su portátil y levantándose de la mesa. ―que tengas un lindo día, querubín.

―igualmente, doc ―respondió el aludido con un ligero sonrojo en su rostro que hizo que los hoyuelos del mayor se dejaran ver.

y esa era la debilidad de jaemin. esos preciosos y malditamente calientes surcos que se formaban en sus mejillas, un rasgo que compartían los tres hermanos y que lo volvía loco. la de veces que se había imaginado pasando su lengua por la hendidura, provocando que se marcaran todavía más y oyendo las roncas risas de...

―sirviente ―lo llamó el último lee que quedaba, sacándolo de su ensoñación. ―quiero que tengas todo lo de esta lista para esta tarde.

jeno le tendió un papel con una larga cantidad de todo tipo de alcohol escrito en él. no preguntó para qué querría todo esto, sabiendo que no recibiría aclaración ninguna por su parte, y supuso que quizás organizaría una fiesta. la idea le estresó, pues siempre que uno de los hermanos, principalmente él, invitaba a "unos cuantos amigos" a la mansión el trabajo para él se triplicaba.

―por supuesto ―asintió esbozando la mejor de sus sonrisas en su dirección. ―¿necesitas algo más?

el tono coqueto escapó de sus labios. era su naturaleza, le gustaba flirtear y no podía evitarlo. todos lo sabían y a nadie parecía molestarle, por lo que no había intentado cambiarlo. el ojimiel lo repasó de arriba hacia abajo, chasqueando la lengua al ver que no llevaba su uniforme, y sin decir nada más se marchó por dónde habían desaparecido sus hermanos.

―gruñón ―murmuró jaemin por lo bajo, suspirando derrotado ante la actitud de jeno hacia él.

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