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cuando jaemin entró en la cocina para comenzar a preparar la cena se encontró con jeno y sus bebidas y cócteles ocupando prácticamente la totalidad del espacio. otra vez. frunció el ceño y se aproximó hasta él, poniendo sus brazos en jarra y resoplando para llamar su atención.

―¿no sabes utilizar solo una encimera? ¿tienes que invadir todo el espacio? ¿o es que acaso te gusta estorbar? ―espetó llamando su atención.

―ya ni trabajar tranquilo se puede ―se lamentó en un largo suspiro, clavando sus orbes miel en los castaños que lo inspeccionaban con minuciosidad. ―¿no tienes suelos que fregar, sirviente?

el silencio los envolvió durante unos segundos antes de que ambos esbozaran unas amplias sonrisas y el mayor rodeara la cintura del castaño con sus brazos, pegándole a su pecho. el otro, por su parte, apoyó sus manos en los pectorales de su gruñón y se puso de puntillas para entrelazar sus labios en un sensual y erótico beso.

sí, desde aquella charla tensa e incómoda en la que ambos se disculparon y se sinceraron, las cosas entre ellos habían mejorado exponencialmente. obviamente seguían molestándose mutuamente, pero lo hacían con un trasfondo cariñoso y cómplice, para nada parecido al toque malévolo de al principio.

el ojicastaño se alejó justo después de haber mordido el labio inferior ajeno, traccionando de él hasta que le sacó un gruñido de satisfacción al dueño. sus miradas se encontraron cuando se separaron, provocándoles una sonrisa inmediata a ambos.

―¿qué haces, gruñón? ―preguntó con una suave sonrisa sin dejar de acariciar su torso y aspirando su deliciosa fragancia.

―tenemos que crear una receta basada en un bloody mary, pero con varios ingredientes nuevos ―le explicó, afianzando un antebrazo en su cintura y usando la mano libre para mostrarle su cuaderno lleno de escritos, tachones y anotaciones. ―estoy experimentando con diversas combinaciones.

―¿puedo probar? ―inquirió, mostrando la hilera de dientes blanquecinos con un toque de picardía. jeno asintió sin poder apartar la vista de él mientras se llevaba la copa a los labios y la degustaba delicadamente. ―¿quieres?

el mayor asintió, ligeramente embelesado ante la imagen de la lengua del castaño retirando el resto de bebida de la comisura de su boca. se acercó más al ojicastaño, inclinándose hacia delante para beber del vaso cuando el otro se retiró un paso, congelándole en su sitio y haciendo que lo observara con una ceja alzada.

jaemin se retiró la prenda superior de su uniforme, que seguía usándolo para deleite de los hermanos, bajo la anonadada mirada del ojimiel y se echó el trago sobre el torso, justo por debajo de sus clavículas.

―jae, ¿qué...? ―su voz se entrecortó al presenciar cómo se hacía con un cubito de hielo y lo pasaba por la misma zona bañada en el cóctel, incidiendo sobre todo en sus pezones, hecho que le sacó un gemido.

un gruñido murió ahogado en su garganta ante eso, totalmente ido y centrado en el espectáculo que le daba el joven ante él. luego se llevó el agua congelada a su boca y lo succionó mientras gimoteaba de nuevo, ofreciéndoselo después directamente de sus labios.

el rizado no perdió ni un segundo y juntó sus bocas, saboreando el cubito y lamiéndolo con frenesí, mordisqueando a su paso los morros de su caliente sirviente. este retiró el objeto de entre ellos y se alejó sonriendo, aunque el más alto no estaba dispuesto a poner distancia todavía, por lo que fue bajando sus besos por el cuello ajeno hasta su pecho, comenzando a degustar los restos de cóctel que se habían impregnado en su suave pie.

jaemin gimió de nuevo cuando le sintió comiéndose con fervor sus endurecidos pezones y enredó sus dedos en su cabellera para mantenerle en el mismo sitio. las manos ajenas lo apretaban con fuerza de su cintura, elevándolo ligeramente para poder facilitar su tarea.

they love meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora