Capítulo 2

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/DETESTABLE ERROR/

Poppy

—¡Cuidado!

Sentí mi caída como un tipo de cámara lenta, recibiendo un buen golpe. Lo último que vi antes de cerrar los ojos fue el rostro sorprendido de alguien observándome. Impactaría en el suelo, pero mi pensamiento se vio interrumpido cuando me llevé al dueño de aquella mirada por delante de mí y, segundos después, me sentí encima suyo.

Sabiendo que no sería nada bueno, abrí lentamente los ojos y al ver el rostro de él... mi jefe tan cerca de mí, sus labios cerca de los míos y su mirada puesta sobre mí, me sobresalté instantáneamente.

Ambos llevamos la mirada hasta una de mis manos y nos miramos de inmediato. Aquella mano se encontraba en... su entrepierna. Sin pensarlo dos veces me moví de encima de él hacia un lado como si su cercanía quemara.

Sus ojos abiertos como platos eran la clara imagen de que estaba igual de sorprendido que yo.

—¡Qu-qué...! —balbuceé algo nerviosa—. ¡No era mi intención, de verdad! —dije con rapidez negando con las manos.

Él no dijo nada, solamente se limitó a mirarme, sorprendido.

Momento de silencio...

Ninguno dijo nada, solo nos quedamos viéndonos por un largo e incómodo momento que parecía nunca tener fin.

«Entre todas las personas de este edificio, ¿tenía que ser él precisamente?» me pregunté mentalmente.

Mi subconsciente aún no procesaba lo ocurrido, mi corazón latía desbocado y mi mente no mandaba señales de movimiento a mi cuerpo. Estaba en shock. Y una pregunta rondaba mi mente: le había tocado los testículos a mi jefe.

Nicholas se levantó y, después de dedicarme una fugaz mirada, se dio la vuelta y desapareció. Y allí quedé yo; estupefacta y anonadada por lo ocurrido. Segundos después, tuve el valor para levantarme, ver el informe por el cual había ido allí y por el cual me había caído. Con las piernas temblando como gelatina, me agaché y lo recogí.

Encogida de hombros y con el informe pegado junto a mi pecho salí de la biblioteca, aún nerviosa.

Llegué hasta mi escritorio y con la misma pregunta rondando mi cabeza empecé a corregir aquel informe que él había dicho que me había quedado como un montón de mierda.

Me sentía extraña...

El reloj marcó las ocho de la noche. Mis compañeros empezaron a salir entre risas y bromas; eran muy sociables entre ellos y aquello era algo agradable, ya que nunca había discordias y entre todos nos ayudábamos.

Estaba tan perdida en mis pensamientos y a la vez tan concentrada en el trabajo que no me di cuenta el momento exacto en el que Camila se acercó a mí.

—¿Ya te vas? —me preguntó con una sonrisa.

—No puedo —negué con la cabeza.

—¿Por qué? —frunció el ceño.

—Tengo que terminar este informe. Además, tengo que entregarlo mañana en la mañana —respondí, suspirando y bostezando.

Mi jefe y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora