Capítulo 14

3.8K 119 2
                                    

/¿ME GUSTA? TE GUSTA/

Poppy

La fiebre que el día anterior había tenido había desaparecido por milagro. Aunque mi mano estaba vendada, los recuerdos de la noche anterior estaban presentes, recordándome frecuentemente que había sido Nicholas mi cuidador.

Un sentimiento extraño inundaba todo mi cuerpo de tan solo pensarlo y recordar la manera en la que me observó, como si fuera algo que debía cuidar. Extrañamente me sentí cómoda, pero eso no quitaba lo
avergonzada que me sentía por haberlo hecho preocupar y pasar gran parte de su noche despierto.

El día estaba muy bonito, por eso la espera del ascensor la sentí más amena.

En la espera comencé a tararear una canción antes de sentir la presencia de alguien a mi lado, que me hizo sobresaltar y girar la mirada. Nicholas Kuesel se presentó ante mí con esa dualidad estremecedora que lo identificaba. Su traje azul oscuro pulcro y bien planchado era la viva imagen de una impecable presentación. Aunque noté que sus hombros estaban un poco decaídos.

—Buen día, señor Kuesel —lo saludé con una sonrisa.

—Buen día —respondió de manera cortante, haciendo presencia de su frialdad habitual.

Me le quedé mirando fijamente antes de pestañear, como si eso me fuera a dar la respuesta a la pregunta que ahora rondaba en mi mente. ¿Acaso había hecho yo algo? Sabía perfectamente que así era su manera de ser, y tal vez por eso los días en los que se había mostrado tan amable me hicieron creer que sería así siempre.

Antes de poder articular palabra alguna al ascensor se detuvo frente a nosotros, instándonos en entrar.

—Yo —ya dentro del ascensor me decidí a hablar—, quería agradecerle por lo de anoche. —Me encogí de hombros—. Sé que no era su obligación, pero gracias, de verdad.

Por un momento no dijo nada. Se le veía retraído en algo que, al parecer, albergaba en su mente.

—No fue nada —respondió después de un par de segundos—. Y no creo que deba ir a trabajar con la mano así.

No fue hasta que dijo lo último que volví a recordar la venda en mi mano. La miré, e, inconscientemente, sonreí.

—Oh, eso. Realmente no es nada. Me siento muy bien.

Por alguna extraña razón mi interior deseó que dijera algo que me diera la señal de que le importaba, que también se alegraba de que estuviera bien gracias a sus cuidados. Sabía que me engañaba, pero no estaba mal querer escucharlo de sus propios labios. Taciturno miró su reloj y no dijo nada durante el trayecto. Minutos después el ascensor se detuvo, indicándonos que ya habíamos llegado a nuestro destino.

—Bien —su respuesta se asemejó más a un suspiro agotador—. Haga lo que quiera, entonces.

Sin decir nada más salió del ascensor a paso lento y seguro.

Lo observé irse a la vez que un desconcierto invadía mi corazón. La forma en la que me había hablado había sido... diferente, distante y fría. Solía ser un insensible del carajo, pero no tanto como lo había sentido esa mañana. De repente, mi sonrisa se fue desvaneciendo poco a poco.

Solté un suspiro y si no hubiera sido por el sonido de las puertas del ascensor cerrándose, no habría vuelto a la realidad. Salí cabizbaja.

Minutos después estaba en mi puesto de trabajo tratando de concentrarme en lo que tenía que hacer. El problema estaba en que no podía. Nicholas y unas tontas preguntas albergaban mi mente sin compasión, haciendo que tuviera que soltar constantes suspiros para poder regresar a la pantalla de la computadora y enfocarme en lo realmente importante.

Mi jefe y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora