Capítulo 12

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/UNA CARICIA ESTREMECEDORA/

Poppy

El día estaba ajetreado. Documentos por entregar, archivos por revisar, citas que concretar y un sin fin de cosas más. Ser secretario no era tarea fácil, y mucho menos del psicópata de Nicholas Kuesel. Era un jefe que, como ya lo había demostrado, siempre exigía lo mejor de sus trabajadores. Y tenía una vida demasiado apurada que, en cierta parte y yo como su secretaria, debía encargarme de arreglar. Aunque fuera un poco.

El teléfono sonó y no dudé en responder.

—¿Sí? —dije.

—Halper, tenemos una cita con James Miller. —Al escuchar aquel nombre se me tensaron los músculos y los vellos se me pusieron de punta—. Y usted va a acompañarme —terminó diciendo con autoridad.

—Sí, señor —me esforcé en responder.

La llamada se colgó y yo quedé procesando todo. Suspiré a la vez que un frío desolador me recorrió la espina dorsal, sentí un cosquilleo en el estómago antes de que éste mismo se me contrajera y las manos me comenzaron a sudar frío.

¿Por qué?

Tenía que meterme en la cabeza que desde ahora en adelante tendría que verlo frecuentemente, aunque la idea no me agradará demasiado ni me entusiasmará como se esperaba. Era el nuevo socio de Lite Chat y debía verlo como tal, aunque no fuera fácil. Era mi exesposo y debía apartar eso de lo laboral.

Me levanté instantáneamente cuando vi a Nicholas acercarse a mí con esa imponencia que lo caracterizaba a la vez que arreglaba las solapas de su chaqueta.

—¿Está lista? —preguntó.

—Sí, señor —asentí levemente con la cabeza.

No dijo nada, solamente avanzó hacia el ascensor sabiendo que yo lo seguía, porque siempre hacía eso; seguirlo a dónde sea que fuese. Cuando entramos al ascensor, el silencio que se produjo solo empeoró mi
nerviosismo.

—¿Puedo saber quiénes más van a ir? —pregunté luego de un largo rato.

—Liam y Sebastian —respondió—. ¿Por qué?

—Oh, no, no —moví las manos, negando—. Por nada, solo preguntaba.

Otra vez el silencio gobernó.

—¿Está nerviosa? —quiso saber.

Lo miré, sorprendida por su pregunta. No comprendía a qué venía eso, como tampoco negaré que me sentí extraña al escucharlo de su boca. ¿Por qué lo hacía? Últimamente se comportaba de una manera extraña… como si le importara. Tal vez solo eran cosas mías y yo lo estaba malinterpretando.

Tampoco es que quisiera importarle a Nicholas Kuesel, después de todo.

—Eh... —me estrujé los dedos—. Claro que no. ¿Por qué debería?

Pero al parecer mi respuesta no le bastó, porque no me creía, como yo mentía. Su mirada bajó hasta mis manos e inmediatamente las escondí detrás de mi espalda. Volteé la mirada a un punto no específico, pero sabiendo que él me seguía observando. Solo quería huir de esa mirada intensa.

—No se preocupe —aseguró con tranquilidad antes de dejar su rostro a pocos centímetros del mío.

Su acción me tomó por sorpresa. Se había acercado demasiado, tanto que su varonil olor se impregnó en mis fosas nasales y sentí su cálida respiración impactar en mi boca de manera constante. Inesperadamente, con los nudillos de sus dedos perfiló mi mejilla. Fue una caricia tranquila, que comenzó lenta y despreocupada, pero que fue capaz de hacerme estremecer. Y él se dio cuenta de ese estremecimiento, porque detuvo su acción por un momento y después volvió a ella con más fragilidad.

Mi jefe y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora